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El Albaicín, Patrimonio Mundial de la Suciedad

Suciedad en la Plaza de San Nicolás (Albaicín) Foto: Antonio Luis Gálvez

Suciedad en la Plaza de San Nicolás (Albaicín) Foto: Antonio Luis Gálvez

En mis paseos sabatinos por diferentes partes de Granada junto a mi buen amigo Antonio Luis Gálvez, que fotografía todo lo que pilla (la foto que acompaña a este texto es suya), llego a estar convencido de que el hombre es el animal más guarro del planeta.

Leer a Andrés Cárdenas en Granada Digital, 15-01-2016

Ningún otro ser viviente es capaz de degradar con tanto ahínco el medio en el que se desenvuelve. Para comprobarlo no hay que darse una vuelta por cualquier sitio que sirve de esparcimiento colectivo después de un fin de semana. Allí encontraremos el ejemplo más visible de la dejación creciente de los modales cívicos a través de toda esa basura que ha impuesto la cultura del desperdicio. Y en este texto sólo me voy a referir a lo que he visto en el Albaicín, lugar preferido para nuestras andadas de fin de semana. El Albaicín, por si alguno aún no lo sabe, es Patrimonio Mundial de la Humanidad y como tal debería ser tratado. Sin embargo, viendo lo que hay parece que es tratado como un estercolero más. Mi amigo, el genial Paco Izquierdo, luchador incansable para que este barrio consiguiera la dignidad que se merece, murió sin conseguir que se materializaran sus reivindicaciones, casi todas centradas en conseguir más seguridad y limpieza en el barrio.

En el Albaicín hay decenas de plazoletas y lugares recónditos en los que las mesnadas juveniles encuentra el sitio ideal para hacer el correspondiente botellón. Las vistas son magníficas. Lugares que a la mañana siguiente suelen aparecer con restos de las reuniones festivas: botellas de ginebra, latas de cerveza, bolsas de patatas, vasos de plástico despachurrados, cáscaras de pipas… ¡Y en algunos sitios hay papeleras cercanas!

Luego están las cacas de los perros, que en Albaicín alcanzan niveles de alerta. Hay calles tan festonadas de cacas caninas que ni se te ocurre mirar el horizonte o admirar la fachada floreada de un carmen sin sopesar el peligro de pisar una. Por eso me atrevo a decir que el hombre en general es sucio por naturaleza. Ni siquiera viviendo en un sitio que es Patrimonio de la Humanidad consigue desprenderse de esa condición. El francés Rosseau no llevaba razón. El hombre por naturaleza no es bueno, es guarro. Sólo hay que darse una vuelta un sábado por la mañana por las callejuelas y placetas del Albaicín para comprobarlo.

Categoría:Novedades, Prensa
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