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[PRENSA] Granada, la ciudad que explotó por el cielo

IDEAL analiza los datos de más de 20.000 edificios de la capital granadina para conocer cómo evolucionó su urbanismo a lo largo de la historia.

Ideal, 2-12-2024

En las décadas en las que Granada pasó de ser una modesta ciudad de provincias a la metrópoli actual, incontables pájaros sobrevolaron sus tejados y pararon a descansar en sus alféizares. Ellos también vieron el cambio: la progresiva desaparición del color en favor del gris, la necesidad de volar cada vez más alto para esquivar las nuevas moles de hormigón, centinelas ruidosos de una urbe que no podía parar de crecer, que ese era el signo de los tiempos, y que acabó desdoblándose en varias: el Albaicín y el Realejo, convertidos en postales turísticas que intentan mantener el hormigón fuera de plano, y barrios completos que explotaron en altura en pocos años. Granada creció por el cielo. Y también lo vieron los granadinos. O tal vez lo dejaron de ver: cuando el horizonte se volvió gris cemento, la ciudad le dio la espalda a su Vega.

En parte, fue el desarrollo de la propia Vega el que obligó a la ciudad a cambiar. Así lo sostiene Juan Carlos García de los Reyes, destacado arquitecto y urbanista que ha participado en la organización y el planeamiento de la capital, además de en proyectos como el Plan Especial de Protección y Catálogo de la Alhambra. En su opinión, hay una relación directa entre la evolución de la actividad industrial y el modo en que crecieron las ciudades a partir de mediados del siglo pasado. Amplía el análisis David Cabrera, profesor de Arquitectura de la Universidad de Granada (UGR). «La necesidad de viviendas por la migración rural y el crecimiento demográfico llevó a una construcción masiva de edificios en altura. Se adoptó un modelo de urbanismo vertical y expansivo, a menudo sin una planificación adecuada, que cambió drásticamente el paisaje urbano».

La gran explosión en altura de Granada comenzó a gestarse en la década de los 60, de acuerdo con la información pública proporcionada por el catastro. Hasta aquel momento, solo 1.611 de los 5.027 edificios terminados de construir tenían al menos cuatro plantas de elevación sobre el suelo, lo que representa el 32%, algo menos de un tercio. Para los acabados durante los veinte años posteriores, entre 1960 y 1980, la cifra escaló en más de diez puntos hasta situarse por encima del 44%.

«El hecho de que empiecen a partir de los 60 a construirse edificios en altura es un proceso meramente especulativo», asegura García de los Reyes. «En Granada se hace una primera circunvalación, que es el Camino de Ronda, que constituye una oportunidad para ser una avenida, en lugar de una carrera periférica, a la cual enchufarse los desarrollos inmobiliarios, y lo que se hace es un crecimiento intensivo», detalla. Uno de los factores determinantes para la explosión en altura fue tecnológico: la disponibilidad y el abaratamiento del hormigón armado. «En todo el eje se hizo un uso intensivo de ocupación del espacio para hacer viviendas baratas y con el menor coste posible». El resultado está a la vista: aquí la mayor parte de los edificios tienen siete o más plantas de altura.

Recuerda esta historia Paquita Ruiz, de 89 años, vecina del barrio de Fígares. Nacida en el Realejo, lo abandonó en favor del entorno de San Antón a principios de los años 60, «donde casi se terminaba la ciudad». «Todo esto era huerta y solares», resume. La posibilidad de acceso al crédito animó al entonces joven matrimonio a comprar un piso en el barrio, que pasó con las décadas de ser limítrofe a céntrico.

Granada, a vista de pájaro

Entre la construcción de la Catedral de Granada y la torre de Aedas, más de veinte mil edificios se han terminado de edificar en la ciudad. El tipo más común supera las 3 plantas y se sitúa en 3,35. La década más importante para la explosión en altura fue la de 1970: el promedio de plantas de las nuevas construcciones alcanzó las 4,6, el dato más alto desde el inicio del siglo XX. Esto supone que hasta cuatro de cada diez edificaciones superaron la cota de las cuatro, una cifra 15 puntos superior a la de los diez años previos y mucho más alta que todo lo que ha venido después. Desde 2020 hasta ahora se sitúa en el 24,5%, prácticamente un 10% encima de lo ocurrido en la década anterior.

Antes del siglo XX

Historia de otra ciudad

Las ciudades, en el fondo, no son más que el reflejo vivo de la historia de sus habitantes, una estatua de sal siempre a la vista, aparentemente inmóvil, siempre cambiando. Y también hay edificios que marcan su propio punto de inflexión. Uno de ellos es el situado en el número 1 de la Plaza de Cauchiles, el único que supera las siete plantas de altura cuya construcción terminó antes del siglo XX. Uno de esos que tiene nombre propio: el Edificio de La Equitativa. «Su uso original era comercial y de oficinas, ya que albergaba las instalaciones de la compañía de seguros» del mismo nombre, explica David Cabrera. «Su diseño y altura reflejaban la influencia de la arquitectura europea y el deseo de proyectar una imagen de modernidad y progreso económico».

El Edificio de La Equitativa, en la Plaza de Cauchiles, es el único acabado antes de comienzos del siglo XX que supera las siete plantas en altura, ya que además cuenta con diferentes alturas en su nivel más alto.
El Edificio de La Equitativa, en la Plaza de Cauchiles, es el único acabado antes de comienzos del siglo XX que supera las siete plantas en altura, ya que además cuenta con diferentes alturas en su nivel más alto. Pepe Marín

Este mismo espíritu es el que había animado la apertura de la Gran Vía de Colón, explica el profesor. Su construcción supuso «la demolición de barrios históricos para crear una vía amplia y moderna», reflejo de un «nuevo entendimiento de la planificación urbana» inspirada en modelos europeos. También se acometió en estas décadas el conocido como Primer Ensanche, la expansión urbana hacia áreas como el Realejo y el Camino de Ronda para acomodar a la creciente clase media. En este proceso se introdujo «un trazado más regular y planificado, con avenidas amplias y edificaciones modernas».

Desarrollo del Centro y el Realejo, 1900-1970

La mayor parte de ellos, el 83%, se dedicó a uso residencial, mientras ocho albergan negocios o tiendas y cinco son sedes de entidades o administraciones públicas. Solo uno sigue manteniendo la categoría de uso industrial: la antigua fábrica de harinas El Capitán, en la Plaza Nuestro Padre Jesús Despojado, en el barrio de Fígares. Edificado en 1876 bajo las instrucciones del arquitecto Francisco Giménez Arévalo, es la localización actual del colegio Tierno Galván, pese a lo cual mantiene esta categorización en la información catastral.

Entre los 60 y los 80

Tres décadas de explosión

A pesar de que la de los 70 fue la de la gran explosión de construcción en altura, el desarrollismo y la ampliación rápida de la ciudad habían comenzado diez años antes. La de los 60 es la década con mayor número de edificios terminados de construir en la capital, con 3.288, el 16,2% del total (aproximadamente uno de cada seis). Si se suma el período 1960-1979, casi un tercio de los edificios de la ciudad (31%) se construyó en esta época.

Imagen después - Granada, la ciudad que explotó por el cielo
Imagen antes - Granada, la ciudad que explotó por el cielo

Esta fue la constatación de una explosión en altura: los edificios terminados en esta época alcanzaron las 4,61 plantas de media, la cifra más alta de toda la historia, más de una planta de media por encima del promedio de toda la serie. Es la única década en la que se supera la cota de las cuatro plantas. El levantamiento del eje del Camino de Ronda y aledaños, así como de buena parte del barrio del Zaidín, también provocó que esta fuera la década con más mamotretos de hormigón puestos en pie: hasta 677 en diez años, más del doble que los 304 de la previa y cuatro veces y media por encima de los 151 de los ochenta. Sirva de referencia un solo dato: en los casi 25 años que han pasado desde el inicio del nuevo siglo solo se han acabado 104 construcciones de más de siete plantas. La cifra de los setenta es más de seis veces superior.

Son múltiples las razones que explican esta explosión, desgrana David Cabrera, de la UGR. El más significativo es el incremento de la demanda de vivienda producto de «la afluencia de población desde zonas rurales». A ello hay que sumarle las «políticas del desarrollismo franquista», que facilitaron la «construcción masiva» de edificios con «regulaciones flexibles con respecto a la altura y la densidad de las edificaciones (…) para maximizar el uso del suelo». «La verticalización», resume, «fue una respuesta eficiente para alojar a una población en rápido crecimiento en espacios limitados». El resultado: «Se priorizó la cantidad de viviendas sobre la calidad urbana, lo que resultó en barrios densos y con infraestructuras insuficientes».

Los ojos de Paquita Ruiz también vieron aquel cambio. «Un día empezaron a venir a cortar todos los árboles. Se tiraron edificios de la noche a la mañana, como el palacete precioso que hay donde está el hotel» Occidental, en Alhamar. «Antes toda la calle estaba llena de casitas bajas con jardincillos», recuerda. «Y ya ves cómo está hoy. Veíamos la ciudad cambiar casi de un día para otro».

En este tiempo, la ciudad creció rápidamente, incorporando nuevos barrios que recibieron un influjo de nuevos vecinos cuya repentina ausencia en sus lugares de origen afectó a la vitalidad del casco antiguo, una cuestión que se arrastra hasta hoy. También cambió su cielo, que dejó de estar dominado únicamente por la Alhambra y la Catedral.

Los 90 y 2000

Un cambio de modelo

La fogosidad constructiva continuó hasta bien después, aunque ya de manera diferente, explica Juan Carlos García de los Reyes. Los planes urbanísticos elaborados en período democrático, «frente al modelo intensivo de Camino de Ronda o Pedro Antonio de Alarcón», empiezan a fomentar «crecimientos urbanos más sensatos». «En el plan de 1984 se diseñan los nuevos crecimientos de tal modo que todo el eje de la Avenida Carlos V, en el Zaidín, o de García Lorca, en la parte Norte de la ciudad, son modelos urbanísticos completamente diferentes: esponjados, con grandes zonas verdes y equipamientos. Por tanto, se produce una progresiva modernización y mejora de la calidad urbana». A la izquierda, una imagen representativa del desarrollo urbanístico denso y en altura, anterior a la democracia, del entorno del Camino de Ronda y Pedro Antonio de Alarcón. A la derecha, la representación del cambio de modelo, con más espacio para zonas verdes y mejores equipamientos. IDEAL

La continuada apuesta por el modelo desarrollista y el pelotazo tuvo un resultado muy visible: la de 1990 es la segunda década con más edificaciones finalizadas en la historia de Granada, con hasta 3.008 construcciones. El durísimo golpe que supuso el estallido de la crisis económica de 2008, vinculada precisamente a la burbuja de las hipotecas ‘subprime’ creadas para dar soporte a un sector inmobiliario financiarizado, también es inevitable en los datos: el número de edificios acabados pasó de 2.955 entre los años 2000 y 2010 a solo 884 en la década siguiente, lo que supone un desplome del 70%. Las cifras no se han recuperado desde entonces.

Mientras esto ocurría en un contexto de especulación inmobiliaria y disponibilidad de crédito, el mar de fondo traía cambios no solo a nivel urbanístico, sino también sociológico. La construcción de los polígonos Juncaril y Asegra en los años 60 había generado dos polos industriales a las afueras de la ciudad y un eje de actividad que puso en marcha lo que García de los Reyes describe como un «proceso metropolitano» o de dispersión urbana, ya que hasta ese momento «las principales actividades estaban en el Centro de Granada».

También cambiaron las preferencias de la mayor parte de las familias. Algunos de los factores que influyen son el acceso generalizado a un vehículo y «los nuevos gustos por disponer de una vivienda unifamiliar en vez de vivir en un edificio en altura, y eso genera un lento pero progresivo crecimiento de los núcleos de la periferia y un estancamiento de la población de la capital», explica. También en la ciudad se notó la «preferencia por viviendas de menor altura y mayor calidad, con mejor acceso a servicios y espacios verdes», añade David Cabrera.

El cambio fue significativo: si en la década de 1950 más de uno de cada cuatro edificios tenía una sola planta -en concreto, el 27,2%-, la cifra cayó hasta el 8,1% en la posterior y llegó a ser del 7,2% en los setenta, la más baja desde comienzos de siglo. Entre los años 2000 y 2020, se mantuvo estable en el entorno de los 11 puntos porcentuales. Desde entonces, los grandes grupos de viviendas, ahora en forma de urbanizaciones cerradas más que en toneladas de bloques apretujados unos con otros, se han vuelto de nuevo más populares, y los edificios de una planta acabados de construir en el último lustro suponen solo el 8,5% del total.

La actualidad

Crecer como se pueda

Los estertores de la crisis económica de 2008 y los cambios en la manera de pensar el urbanismo en las grandes ciudades provocaron un nuevo cambio de paradigma, en especial en lugares como Granada, en cuyo término municipal no abunda el espacio para hacer grandes expansiones. La solución más obvia es la vuelta a la construcción en altura. Desde 2020, uno de cada cuatro (23,4%) edificios que se han terminado de construir tienen más de cuatro plantas, cerca o incluso más del doble que durante las tres últimas décadas. Sin embargo, el dato está muy lejos de la explosión en altura de los 70, durante la cual cuatro de cada diez edificaciones (41%) superaron esa cota.

Aunque en esta ocasión, como explica Cabrera, hay también otros condicionantes. «La verticalización moderna busca equilibrar densidad con calidad de vida y eficiencia energética», detalla, para lo que hoy se cuenta con «avances que permiten edificaciones más sostenibles» en términos tecnológicos y de materiales.

Así, en la actualidad hay 2.055 edificios de más de siete plantas en la capital. Si hasta mediados del siglo XX la mayor parte de estas construcciones estaban reservadas, como explica David Cabrera, para instalaciones de uso institucional, administrativo o comercial, como los de los hoteles, siendo los de carácter residencial los menos habituales, en manos por lo general de familias aristócratas o burguesas, la situación hoy ha cambiado de forma sustancial. El 98% de ellos, según la información catastral, tiene uso residencial. Hasta 32 albergan organismos oficiales, y el mismo número está dedicados a lugares comerciales. 18 son complejos de oficinas y solo 4 mantienen uso industrial. El más reciente de ellos, acabado durante la pasada década, corresponde a las instalaciones de la empresa biotecnológica Vircell.

Así sería Granada si solo se conservaran los edificios de más de siete plantas

Granada, proyectada al futuro

La ciudad donde nos gustaría vivir

La del urbanismo de Granada es una historia de grandes cambios: desde las desamortizaciones eclesiásticas y la apertura de la Gran Vía de Colón durante el siglo XX, pasando por el ensanche hacia el Realejo y el Camino de Ronda, el desarrollismo y el pelotazo, hasta llegar a la situación actual, donde se fomentan la rehabilitación, la sostenibilidad y la eficiencia energética. Pero aún queda mucho para construir la ciudad del futuro, afirman Juan Carlos García de los Reyes y David Cabrera.

El primero de ellos asegura que habrá que apostar por propuestas como la ampliación de los sistemas de transporte público, la peatonalización del Centro o la implantación de equipamientos de proximidad «para que la mayoría de los desplazamientos se puedan hacer caminando». Coincide en el análisis el segundo, quien también señala la necesaria apuesta por la rehabilitación del patrimonio y la conservación de los espacios naturales, así como la posibilidad de aprender de ellos para implementar «soluciones basadas en la naturaleza, como corredores verdes y techos vegetales».

Como mar de fondo, la obligatoria adaptación de las ciudades al cambio climático. «El urbanismo en Granada deberá enfocarse en crear una ciudad más sostenible, habitable y resiliente, preservando su patrimonio histórico y natural mientras se adapta a las necesidades del siglo XXI». Coincide García de los Reyes, quien sentencia: «No puedo concebir otro tipo de urbanismo porque estas son las ciudades en las que a cualquiera de nosotros nos gustaría vivir».

Metodología

Los datos para la elaboración de este reportaje se han obtenido a través de los servicios Inspire de cartografía que ofrece la Sede Electrónica del Catastro. La capa de edificios para la ciudad de Granada no ofrecía información sobre el número de plantas de cada uno. Para obtenerlo, se accedió a los datos de subparcelas catastrales, es decir, los componentes de cada uno de los grupos de edificios, ya que estas sí cuentan con esa información. Cruzando ambas capas y quedándose con la altura más elevada de entre todas las subparcelas es como se ha asignado la altura de cada edificio. Para obtener la década de construcción de cada uno se ha usado el campo que marca la finalización de la edificación a efectos catastrales. La información ha sido analizada con algoritmos propios y a través de la herramienta de visualización cartográfica QGIS.

  • Texto y código Juanjo Cerero
  • Infografía y diseño Carlos Valdemoros
  • Locución Carlos García Fernández
  • Imágenes Pepe Marín y Hemeroteca IDEAL
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