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[PRENSA] El diluvio universal de 1629 que destrozó el Albayzín y asoló la Medina de Granada

Las X rojas indican el paño de muralla y la iglesia de Santa Isabel de los Abades, situados en la ladera, que se llevó la riada por delante. Plataforma de Vico

Gabriel Pozo Felguera recuerda la tormenta que causó la mayor devastación en Granada, con un centenar de muertos, en este magnífico reportaje en el que repasa también las principales riadas que ha sufrido la ciudad en su historia.

La orografía encajona la ciudad de Granada entre laderas muy pendientes y valles de ríos. Esa especial y compleja situación se ha tornado periódicamente en una peligrosa ubicación cuando se han cernido grandes tormentas sobre su cielo. Especialmente en épocas veraniegas. Conocemos con detalle las grandes tormentas que han destrozado Granada en los últimos seis siglos. Pero ninguna con efectos tan devastadores como la ocurrida en el verano de 1629, hace ahora 395 años. La furia de las aguas destruyó la Cerca de Don Gonzalo, desmoronó la parte alta del Albayzín, se llevó por delante la iglesia de Santa Isabel de los Abades, inundó los barrios de la Medina baja, llenó de barro y piedras la Catedral en construcción, destrozó los comercios, etc. Y lo peor de todo es que se cobró las vidas de un centenar de granadinos.

Conocemos con todo detalle lo ocurrido aquel mediodía de San Agustín, 28 de agosto de 1629, porque varios cronistas dejaron regueros de escritos para la posteridad. Incluso tres impresores decidieron escribir sus propios libretos para dar la noticia al mundo a través de cuentos de cuerda o de ciegos, que los trovadores y buhoneros fueron vendiendo durante los años siguientes por los pueblos de España. De haber existido los medios de comunicación actuales, seguro que aquella tormenta que asoló Granada habría sido noticia mundial de apertura de informativos y primeras páginas.

Entre las dos y las tres de la tarde -de lo que debió ser un caluroso día de final del verano- se formó rápidamente una tormenta en las laderas de las sierras de la Alfaguara y Huétor Santillán. Precisamente sobre las cabeceras de los ríos Beiro, Darro y Beas. Se trata de una pequeña cuenca, en forma de circo, cuyas escorrentías conducen directamente a la ciudad de Granada y sus contornos. En tan breve tiempo de aquel negro martes debió caer el diluvio más grande jamás visto por estas latitudes.

Cuenta la crónica escrita por Juan Quirós de Montoya que el corregidor de Granada, Luis Laso de la Vega (1626-30), cogió su caballo y se dirigió a ver los daños que podía causar la tormenta por su principal desagüe, el cauce del Darro. Ya había antecedentes de atranques que inundaron las partes bajas del centro. El alcalde no pudo pasar de la calle de Gomérez porque era tanta el agua que bajaba de la Alhambra que le llegaba hasta la cincha del animal y lo arrastraba. El agua ya estaba desbordada en el embovedado de Plaza Nueva y se encauzaba hacia el Zacatín y Calle Elvira (el Zacatín por entonces acaba en Plaza Nueva). Y desde aquí empezaba a dispersarse por todo el laberinto de callejuelas que se repartían por las parroquias de San Gil, Sagrario y Santiago. La avalancha de barro, troncos y piedras que arrastraba la riada se metió en la Catedral e inundó todo el barrio de la Magdalena hasta encontrar libertad por las huertas del Jaragüí Alto (hoy coincidiría con las calles Pedro Antonio de Alarcón y Camino de Ronda). Sacó a flote cadáveres del cementerio de la antigua Mezquita. Quedaron inundadas todas las tiendas e inservible infinidad de mercancías del centro comercial.

En la parte izquierda del cauce del Darro, los barrios de la Virgen y la Alameda también quedaron inundados. La fuerza de la corriente era tanta que frenó e incluso hizo retroceder la madre (o corriente central) que bajaba el Genil por su cuenca, a la que afectó menos el diluvio.

Destrucción del Albayzín

Todas las noticias eran malas por los daños que empezaban a verse en las partes bajas de la ciudad. Aunque lo peor aún estaba por conocerse: el Albayzín había quedado destrozado, sobre todo los barrios más próximos a la ladera del Cerro del Aceytuno y contiguos a la cerca de Don Gonzalo. La vieja muralla que cierra Granada en forma de arco entre los pagos del Manflor, Aceytuno y Camino del Monte actuó como dique de contención ante la avalancha sobrevenida en sus laderas y bajaba por el camino de El Fargue.

Justo por debajo y a la izquierda de la Ermita de San Miguel Alto solía formarse una pequeña laguna cuando llovía torrencialmente; los constructores de la muralla abrieron en tiempos pasados un albañal con reja para encauzar las aguas por la vaguada que hoy coincide con la Cuesta del Chapiz.

Pero resultó que pocos años atrás habían roto la reja de protección del albañal para utilizar el agujero como entrada y salida de traficantes de seda. Por la oquedad se colaban quienes no querían pagar impuestos en el cercano fielato de Fajalauza. En 1623, tras una denuncia de este contrabando, el gremio de la seda había cegado el desagüe de la Cerca. La tormenta del 28 de agosto de 1629 no encontró salida a tanta agua, de manera que la laguna de la hondonada de San Miguel creció y creció contra el paño de muralla entre dos torres. Cuando se rebosó, empezó a deslizarse en tromba por su derecha, en dirección a la Cuesta de San Antonio y al Triunfo. Esta agua inundó el barrio de San Ildefonso hasta llegar al Hospital de San Juan de Dios, que lo anegó por completo.

Cuando el paño de muralla de Don Gonzalo no podía aguantar más presión, ya recalado por ser de tapial, cedió estrepitosamente en el segmento de los torreones segundo y tercero a partir de San Miguel. Los grandes bloques de su fábrica y las aguas de la inmensa laguna que se había formado hasta entonces sorprendieron a los vecinos de las parroquias de San Gregorio Alto, San Luis y Santa Isabel de los Abades, las que ocupaban la parte superior del Albayzín. Las casuchas de mala construcción empezaron a desmoronarse y a rodar ladera abajo en dirección a las parroquias del Salvador y San Nicolás. El agua se desbordó por la izquierda hacia la Cuesta del Chapiz y de frente penetró por calle Panaderos hacia Plaza Larga, para bajar por la Cuesta Alhacaba.

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Seguir leyendo y viendo imágenes en El Independiente, 14-7-2024

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