[PRENSA] SOS vecinal: el Albaicín no es un barrio temático
La plataforma Albayzín Habitable alerta del rápido deterioro por el impacto del turismo masivo y exige medidas para frenarlo.
El Independiente, 15-6-2025
«En Granada llevamos décadas adaptándonos pacíficamente a una industria turística que crece sin límites. Es a la industria del turismo masivo y la especulación inmobiliaria a la que debe pedirse por una vez contención y respeto», expone el manifiesto que la plataforma Albayzín Habitable ha leído este domingo durante la concentración celebrada en el Mirador de San Nicolás para alertar del impacto de la masificación turística, que está expulsando a los residentes.

Foto de familia al finalizar la protesta. Imagen: Ecologistas en Acción
La movilización no responde, resalta el colectivo, a ninguna expresión de «turismofobia». Tiene como objetivo «salvar el Albaicín», un barrio «desbordado y seriamente amenazado por el turismo de masas y la especulación inmobiliaria». «Nos hablan de turismofobia, nos piden que no demonicemos el turismo, porque genera riqueza. Pero la exigencia es interesada e injusta: esa demonización nunca ha existido», lamentan. Lo que hay es una realidad que golpea al barrio, como a otras muchas ciudades, y las administraciones no pueden mirar hacia otro lado. Son necesarias medidas valientes, reclama la plataforma, para frenar el deterioro del barrio.
En la última década, advierte el colectivo, el número de viviendas turísticas ha crecido un 270 por ciento en la ciudad de Granada, «con particular incidencia en sus barrios históricos». Y esto lleva aparejada la expulsión de los vecinos y vecinas de entornos como el Albaicín.
Los vecinos y vecinas del barrio piden «atrevimiento» a la alcaldesa de la ciudad, Marifrán Carazo, para que estas demandas sean escuchadas y que el Albaicín siga siendo «uno de los lugares más bellos del mundo donde poder vivir».
Reproducimos a continuación, en su integridad, el manifiesto por un Albaicín habitable:
Cuando el domingo pasado se convocó esta concentración era imposible imaginar la ola de entusiasmo y apoyo masivo que ha recibido en tan solo siete días.
Ahora que se habla tanto de polarización, división y enfrentamiento, es emocionante ver unidas hoy a tantas personas, y tan distintas: sean cuales sean nuestros orígenes, nuestra edad, nuestras simpatías políticas, todas y todos los que estamos hoy aquí compartimos una esperanza: salvar el Albayzín, mantener vivo el barrio popular más antiguo de Granada, declarado por la Unesco Patrimonio Mundial en 1994, y hoy desbordado y seriamente amenazado por el turismo de masas y la especulación inmobiliaria.
En los últimos años hemos sido testigos del rápido deterioro que ha sufrido nuestro barrio. Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en tan solo una década el número viviendas turísticas ha crecido un 270% en la ciudad de Granada, con una particular incidencia en sus barrios históricos. En la memoria del Plan Especial Albaicín-Sacromonte publicada en 2023 se alertaba ya de un “decrecimiento acelerado de población”, a un ritmo que en algunas zonas triplica el del resto de la ciudad.
Hay muchas cifras y estudios que permiten ilustrar objetivamente este fenómeno, pero cualquiera puede verlo con sus propios ojos cada día: edificios donde antes vivían varias familias se vacían casa por casa hasta quedarse deshabitados; cármenes de un valor histórico y arquitectónico incalculable se renuevan a toda prisa y se trocean en pequeños apartamentos para multiplicar su valor especulativo; pequeños comercios (ultramarinos, ferreterías, mercerías, pescaderías, farmacias) que permitían la vida diaria desaparecen por no poder hacer frente al precio disparado de los alquileres o porque la zona en la que estaban ya no tiene residentes que puedan comprar en ellos; vecinas y vecinos que llevaban décadas viviendo en el Albayzín, que lo sostuvieron cuando nadie se acordaba de él, cuando era un lugar abandonado y en ocasiones peligroso que muchos no se atrevían a visitar, son ahora expulsados a la periferia, y alejados del paisaje urbano y social en el que pasaron toda su vida.
Pero la especulación inmobiliaria y la masificación turística no afectan solo al ámbito privado, sino que también ejercen su fuerza corrosiva sobre el espacio público. Basta un paseo por el Albayzín para contemplar escenas que muy a nuestro pesar se han vuelto cotidianas: calles por las que resulta imposible caminar, grupos desmesurados de turistas que bloquean la entrada a las viviendas y los principales accesos al barrio, o que monopolizan y privatizan en la práctica los autobuses urbanos, un bien de primera necesidad que pagamos entre todas y todos.
Pero no por habituales podemos permitirnos normalizar estas escenas. No puede ser normal que una persona mayor, un niño, una niña, se vean atrapados en las riadas de turistas que atraviesan nuestras calles; no hay derecho a que un vecino que va a trabajar tenga que esperar a que pasen varios autobuses abarrotados hasta que por fin encuentre el modo de subirse a uno; no hay derecho a que una mujer embarazada decida quedarse en casa por miedo a no encontrar sitio en el autobús que debe traerla de vuelta.
Nos hablan de turismofobia, nos piden que no demonicemos el turismo, porque genera riqueza.
Pero la exigencia es interesada e injusta: esa demonización nunca ha existido. En Granada llevamos décadas adaptándonos pacíficamente a una industria turística que crece sin límites. Es a la industria del turismo masivo y la especulación inmobiliaria a la que debe pedirse por una vez contención y respeto; es esa industria la que debe comprender que si su desarrollo económico se produce a costa de expulsar del barrio a los vecinos entonces algo muy grave está sucediendo; y son nuestras autoridades quienes deberían garantizar que un tesoro como el Albayzín, que durante siglos ha dado cobijo al pequeño comercio y a las clases populares, no se convierta ahora en un triste decorado, en un parque de atracciones para el enriquecimiento exclusivo de una minoría de privilegiados.
Nos enfrentamos a un deterioro agudo y generalizado de las condiciones de vida en el barrio, que sin embargo forma parte de un fenómeno que no afecta solo al Albayzín, ni solo a Granada, y hoy nos queremos acordar de todas esas personas que en otras ciudades de España y del mundo, en Sevilla, en Ámsterdam, en Tenerife, en Venecia, en Madrid o en Nueva York, participan de un gran movimiento global de resistencia ciudadana que pide límites inmediatos a los excesos de la industria turística. Si no nos rendimos, si trabajamos juntos, si actuamos de forma coordinada, las autoridades y los agentes turísticos no tendrán más remedio que escucharnos.
En estos días hemos sabido que el Ayuntamiento de Granada prevé congelar la concesión de licencias turísticas mientras prepara una actualización de la normativa municipal. La suspensión de nuevas licencias es sin duda una medida imprescindible, pero en absoluto suficiente. Si queremos recuperar las zonas deshabitadas de nuestra ciudad, si queremos que la oferta de vivienda se amplíe y los precios se moderen, si queremos atraer de nuevo el comercio de proximidad que ha desaparecido, si queremos que el Albayzín y Granada sigan siendo habitables, no podemos conformarnos con mantener la situación de saturación extrema a la que hemos llegado.
Reconocemos la disposición de nuestra alcaldesa a abordar este conflicto, pero le pedimos atrevimiento, y que en la nueva etapa que hoy empieza atienda las demandas de quienes hasta ahora no han sido escuchados, de los vecinos y vecinas que todavía habitan el Albayzín, uno de los lugares más bellos del mundo donde poder vivir.
Viva el Albayzín.
Viva Granada.