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[PRENSA] Si la Casa del Poyo [Casa Ágreda] pudiese hablar…

Gabriel Pozo Felguera nos ofrece la historia del inmueble del Albayzín, Casa Ágreda, protagonista de la contienda política, que pasó de casa señorial de la saga que le dio su nombre en el siglo XVI, a una casona en ruinas en el siglo XX, en un itinere en el que San Juan de Dios durmió en su bello zaguán, albergó un convento, también un orfelinato, pudo ser mal vendido para hotel o para una oscura ONG y al fin, recuperado, aún no se sabe muy bien para qué, con un polémico proyecto de recuperación. Por el mejor cronista de Granada.

El Independiente, 25-5-2025

Los Ágreda fueron una saga prolífica y poderosa de Granada en los siglos XVI a XVIII. Llegaron como gentes de guerra en la Toma. Consiguieron fortuna y privilegios. El más viejo guerrero de todos fue Pedro Gómez de Ágreda. Tomaron como apellido el de su pueblo de origen, en la provincia de Soria. Después continuaron llegando como juristas de la Real Chancillería y hombres de Iglesia. Ocuparon por generaciones cargos de ediles, alcaides y caballeros XXIV en el Concejo. Levantaron su palacio y convento-panteón en el corazón de Granada, junto al Darro, en la Cuesta de Santa Inés. Se llamó Casa del Poyo (por ser la grada-descansadero de San Juan de Dios); después Casa Ágreda. A pesar de ser un apellido abundante en Granada, Ágreda entró en fase de extinción a finales del siglo XIX. El palacio blasonado pasó a ser colegio y en 1940 la compró Gallego Burín para la ciudad; se usó como orfelinato. Hace justo 20 años se redescubrió que era del Ayuntamiento. Ahí empezó una nueva y convulsa etapa de esta casa con tanta historia: los vaivenes políticos la han abocado a la ruina y al abandono; la quisieron vender para hotel; no la compró nadie. La harían museo de Granada, pero no movieron un papel. Fue objeto de oscuros deseos de una ONG con la complicidad de algún concejal. Fue abrazada por los ciudadanos para impedir que la regalaran. Se vio inmersa en un complejo proceso judicial sobre su turbia venta. Fue recuperada por otro alcalde aprovechando un descuido administrativo… Y ahí está, como la Puerta de Alcalá, viendo pasar el tiempo que la devora, cada día un poco más.

Es seguro que hace cinco siglos ya estaba levantada la parte más antigua en la que se establecieron los primeros Ágreda en Granada. La elección del solar la habría hecho el patriarca Pedro Gómez de Ágreda. Es tradición que el zaguán de entrada ya existía entre 1539 y 1550 en que lo visitaba y dormía en su poyo el portugués Juan Ciudad, futuro San Juan de Dios. No así su portada manierista, que le fue añadida a finales del siglo XVI.

El que más nos interesa de todos es precisamente este Diego de Ágreda y Vargas. Nacido hacia 1541 y muerto en 1634, con 93 años. Fue famoso caballero veinticuatro de Granada y servidor de la monarquía como corregidor de las ciudades de Málaga y Vélez. La mayoría de los hermanos tuvieron la condición de caballeros de Santiago. Éste no llegó a casarse y fue el que promovió la colocación de la portada con columnas de piedra pudinga hacia 1572-4. También el que dejó su figura orante en bajorrelieve en el cenotafio del convento de Santa Inés.

En las inmediaciones de esta casa solariega de los Ágreda tuvo lugar el asesinato de uno de los nietos del fundador de la saga. Se llamó Jerónimo de Ágreda y Vargas, era hijo de Gómez de Ágreda y de Fulana Verdejo. El padre era concejal del Ayuntamiento. Nos cuenta Henríquez de Jorquera en sus Anales que, en enero de 1590, su primogénito debía andar tras una moza que ya había sido comprometida en matrimonio con un caballero de Alcalá la Real. Era hija de Diego Callejón, escribano mayor del Concejo. Una noche se reunieron el escribano, un tocinero que manejaba los cuchillos con destreza y un maestro de armas; acecharon al muchacho por esos oscuros callejones y le dieron muerte. Los alcaldes del crimen descubrieron a los autores y les condenaron. El cadáver del enamorado pretendiente de la familia Ágreda está enterrado también en la capilla del convento de Santa Inés, junto a otros muchos de su apellido.

Varios Ruiz de Ágreda y primos también arribaron a Granada durante el primer tercio del siglo XVI. Otro Martín Ruiz de Agrela se formó en el colegio de San Bartolomé de Salamanca, se hizo hombre de leyes y llegó en 1533 como oidor de la Real Chancillería, del concejo Real de Indias y presidente del concejo de la Mesta. Otro más, Pedro Ruiz Gómez de Ágreda se hizo clérigo y vino a Granada para oficiar como beneficiado y vicario de La Zubia.

Existió otro Diego de Ágreda y Vargas, que era sobrino del Diego fundador de la Casa Ágreda granadina. Pero en este caso nació en Madrid hacia 1580-5, hijo de Alonso de Ágreda y de Luisa de Vargas. El matrimonio, aunque natural de Granada, había emigrado a Madrid a ejercer un cargo en el Consejo Real de Castilla. Este sobrino del mismo nombre dejó huella como militar y literato durante los reinados de Felipe III y Felipe IV. De él nos legó un retrato Diego Velázquez, pintado en edad provecta. Se sospecha que murió en Madrid a mediados del siglo XVII.

La Casa de la Cuesta de Santa Inés

A partir de finales del XVIII ya no se la recordaba como Casa del Poyo, fue conocida en Granada como Palacio de los Ágreda y, más recientemente, Casa Ágreda. Su acceso original siempre estuvo por la Cuesta de Santa Inés, donde su constructor levantó la portada y colocó su escudo de armas presidiéndolo. Después se le añadieron otras dos variantes. También dejó impresas varias cruces de la orden de Santiago a la que pertenecía. Dispuso el edificio de otra segunda entrada, por el piso superior, dando a la calle San Juan de los Reyes. 

Entre todas las descripciones que existen de la arquitectura y arte del monumento, la más acertada es la que sintetizó Carlos Jerez Mir en su Guía de Arquitectura de Granada, a finales del siglo XX. Por entonces todavía tenía el uso de colegio de la congregación Divina Infantita. La reproduzco casi íntegramente: “Edificio monumental, en esquina, con varios cuerpos de edificación. La grandiosa portada sorprende en la estrechez de las calles circundantes y es puramente manierista. Es de granito, con grandes columnas laterales y balcón sobre ella con motivos arquitectónicos clásicos. Tras un zaguán de grandes proporciones, techado por espléndido alfarje, que encierra enfrente un retablo clasicista dedicado a San Juan de Dios, se accede lateralmente al patio, que es también muy grande ─15 por 15 metros, aproximadamente─, peristilado en sus lados norte y oeste, con fuente central circular de piedra y galerías superiores con columnas iguales, pero de menor escala que las de la planta baja, que son de mármol blanco, con capiteles jónicos y zapatas renacentistas. La viguería de madera termina en canes moriscos. Las galerías se cierran por una balaustrada de piedra cortada por pedestales sobre los que apoyan las columnas.  A las escaleras, también monumentales, se accede por un arco semicircular, desbordándose los escalones hacia el patio. Son de dos tramos, con baranda de madera torneada y coronadas por una espléndida armadura mudéjar. Tras el patio principal hay otro, abierto, quizás antiguo jardín, que hoy se usa como zona de juegos del colegio aquí instalado. A ese patio da espalda también el edificio de la calle Lavadero de Santa Inés, que es moderno, construido probablemente sobre uno antiguo del que se conserva su portada con escudo de la familia Álvarez de Bohorques y que se usa hoy igualmente para las instalaciones del Colegio…” Su solar tiene 1.287 metros cuadrados y la construcción en cuatro plantas suma 2.280.

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