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[PRENSA] Cármenes del Albaicín, el triunfo de la naturaleza sobre la razón

Espectacular vista de la Alhambra desde uno de los cármenes del Albaicín / Jorge Pimentel

Ahora están muy cotizados, pero a mediados del siglo pasado se vendieron para su rehabilitación a precios de saldo. Pintores extranjeros como Moreay y Apperley contribuyeron a que los granadinos se dieran cuenta de que había que recuperar estas viviendas.

Es curioso pero la palabra ‘carmen’ no estuvo en el diccionario de la Real Academia de la Lengua hasta el año 2001 en que fue incluida tras estar varios años en espera. Sin embargo, esa palabra ha existido desde hace siglos en el vocabulario de los granadinos, que la han utilizado hasta para nombrar el estadio de fútbol, que antes se llamaba Los Cármenes y ahora Nuevo Los Cármenes.

Andrés Cárdenas en Granada Hoy, 11-5-2025

La palabra carmen viene de karm, que en árabe significa viña y que denominaba también a esas fincas rústicas de extramuros con las que las familias se ganaban las habichuelas, y nunca mejor dicho pues en ellas se cultivaban, en sus pequeños huertos, verduras y legumbres que se vendían en el mercado. Luego se convertiría en otra cosa, hasta ser un espacio para potentados, pues ahora por algunos se están pagando varios millones de euros. Prácticamente todos los cármenes están en el Albaicín y en el Realejo y forman parte desde hace siglos del ADN de Granada.

Al que viene a Granada y quiere saber lo que es un carmen, la definición más a mano es la que hizo el periodista Luis Seco de Lucena: “Es un espacio cerrado al exterior, cercado por tapias de unos dos metros de altura, normalmente blanqueadas, con vegetación frondosa. Es propio de los barrios asentados en las colinas de la ciudad, Albaicín y Realejo y, por tanto, su terreno suele estar dispuesto en paratas escalonadas. No es únicamente jardín, ni únicamente huerto y, por lo general, pues los hay muy grandes y suntuosos, no es finca de lujo, sino pequeña finquita unitaria”.

En sus orígenes eran minifundios suburbanos: el terreno era en parte jardín, en parte huerta y en parte vivienda. También solían tener plantaciones de vid y no faltaban las fuentes y las albercas. Pero repasemos la historia. Tras la sublevación de los moriscos en 1568, que fue iniciada desde el Albaicín, se produjo la expulsión de los mismos y el abandono masivo de las viviendas del barrio. Se tiene constancia de que de 30.000 habitantes que había censados en la zona, se pasó a 5.000 en 1620. Los cármenes se expandieron, ocupando terrenos abandonados y se agruparon fincas, lo que dio lugar a amplias huertas y jardines. Fue precisamente en este siglo XVII cuando el Albaicín adquirió la imagen tradicional que ha perdurado hasta hoy, con cármenes, huertas y poca densidad de población. El poeta Soto de Rojas dijo sobre estos espacios discretos y frondosos que se ocultaban a la vista de los demás que eran paraísos cerrados para muchos y jardines abiertos para pocos.

Hoy, sinónimo de riqueza

Los cármenes tuvieron un cierto auge en la época barroca, pero el momento culmen de los mismos llegó a primeros del siglo XIX, cuando la burguesía granadina los reconstruyó adornándolos con detalles falsamente orientales. La mayor parte de los que subsisten hoy en día pertenecen a esta época, en su versión actual, pues algunos de ellos se construyeron sobre otras edificaciones anteriores. Y al estar vinculado el resurgimiento de los cármenes con la alta burguesía, a partir de entonces se convirtió en sinónimo de riqueza: el que tenía una vivienda así era un privilegiado. Idea que pervive en la actualidad.

A mediados del siglo XX, cuando en Granada empezaron a hacerse bloques de pisos en el extrarradio y pueblos colindantes, hubo otra despoblación del Albaicín. El barrio, con cuestas y calles estrechas, es abandonado por aquellos vecinos que pensaron irse a un sitio más cómodo para vivir. Fue entonces cuando una clase media y con visión estética empezó a adquirir ruinosas casas y fincas abandonadas para convertirlas en cármenes. Por aquellos años le decías a alguien que ibas a invertir en restaurar una casa en ruinas del Albaicín y te trataban de loco. Casas con vista a la Alhambra y con espacios para jardines se vendieron a precio de saldo.

Los extranjeros también comenzaron a fijarse en estos lugares para vivir. Para ellos no era una locura comprar, con la intención de restaurar, una vivienda desde la que se pudiera contemplar la Alhambra con Sierra Nevada de fondo. Los pintores Max Moreau y George Owen Apperley fueron dos de los extranjeros que adquirieron casas con jardín en el Albaicín para convertirlas en espacios en los que inspirarse a la hora de pintar un cuadro. El primero donó su carmen al Ayuntamiento al morir y se puede visitar cualquier día del año porque se ha convertido en un museo dedicado a él con una sala de exposiciones. En cuando al segundo, el de Apperley, colindante con el mirador de San Nicolás, ha sido reconstruido recientemente por un ejecutivo granadino y se alquila a familias con cierto poderío económico. Desde la cama lo primero que veía todos los días el pintor al despertarse era la Alhambra. Así cualquiera.

Pero los pintores extranjeros no fueron los únicos. En los años sesenta y setenta del siglo fueron varios los artistas foráneos que ocuparon este tipo de viviendas que les despertaba las ganas de crear. Artistas que pensaron que el carmen no es una construcción tangible, sino una concepción del mundo. O como dijo el añorado arabista Emilio de Santiago, un carmen “es el triunfo de la naturaleza sobre la razón”.

Las instituciones invierten

También las instituciones comenzaron a darse cuenta de que valía la pena recuperar estos lugares. El Ayuntamiento de Granada invirtió en recuperar el carmen de los Geranios, que le había donado el citado Max Moreau. La Universidad gastó parte de su presupuesto en embellecer el carmen de la Victoria. El Patronato de la Alhambra compró el de Los Catalanes con la idea de reconstruirlo y el pintor José María Rodríguez-Acosta se gastó una fortuna en construir el carmen que lleva su nombre y transformarlo en fundación. También los socios de la Peña de la Platería creyeron que tener su sede en un carmen reconstruido de la calle Toqueros era de alguna forma recuperar el patrimonio de Granada. Igualmente hubo empresarios de hostelería que creyeron que un carmen podría ser un buen lugar para montar su negocio: El de San Miguel, el de los Chapiteles, el Mirador de Morayma, el del Agua, el Aben-Humeya, el de las Tomasas, el Juan Ranas, el Mirador de Aixa… Todo eso ha permitido que actualmente estas viviendas hayan subido mucho de valor en el mercado inmobiliario. Un ejemplo para espantarse: el del jeque árabe, emir de Qatar, que compró en 2019 el carmen de San Agustín a la familia Pérez-Pire por 17 millones de euros. También muchos inversores extranjeros se han dado cuenta de que los cármenes pueden llegar a ser un negocio rentable si se destinan al turismo. En resumen, que hoy día alguien dice que vive en un carmen del Albaicín y despierta la envidia. ¿Quién pudiera?

Categoría:Novedades, Prensa
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