[PRENSA] 1951: El año en el que reventó el Darro
El final de aquel verano de 1951 se había presentado especialmente lluvioso y el día 12 de septiembre cayó agua en Granada como para llenar el pantano de Cubillas. La calle estaba casi desierta a causa de la intensa lluvia. De pronto, se oyó un estruendo que fue escuchado hasta en Deifontes.
El embovedado del río Darro saltó hecho pedazos en tres partes diferentes, aunque la rotura más importantes estaba en Puerta Real. La prensa al día siguiente informaba de que había reventado todo el pavimento en una extensión de unos quinientos metros cuadrados y que la violencia había sido tal que las piedras de las obras de sillería, algunas de cientos de kilos de peso, fueron lanzadas al aire y arrastradas unos 500 metros. Todos los bajos de los edificios y establecimientos quedaron inundados en Acera del Darro y Carrera del Genil, e incluso en Recogidas y San Antón.
La tormenta caída arrastró troncos, maleza y todo lo que pillaba por delante. Los troncos hicieron un tapón a la altura de Puerta Real y el tubo de hormigón que se había hecho unos quince años antes se resquebrajó por la presión del agua. Hay quien vio en aquello la venganza de un río que había sido cubierto. No ocurrió una verdadera catástrofe gracias al guardia de tráfico que cortó la circulación y avisó al percatarse de lo que iba a ocurrir. El adoquinado temblaba y eso no podía ser nada bueno. El guardia, que se llamaba Francisco Garzón Pertíñez, paró el tráfico y empezó a dar pitidos para alertar a la gente a que se retirara del Embovedado. El reventón causó cuantiosos daños a los negocios colindantes, empotró coches y se llevó locales enteros, como un bar que curiosamente se llamaba La Playa y que quedó convertido en eso, en una playa. Aquello costó al erario público un millón y medio de pesetas, dos días sin agua y más de un mes de obras. El único que salió ganando de aquella catástrofe fue el guardia municipal, al que condecoraron y le dieron mil pesetas de gratificación por su labor.
Pero en el entorno de Lancha de Cenes, el ímpetu de la riada sufrió adquirió caracteres de tragedia. Dos niños de cuatro y dos años murieron ahogados al quedar inundada su vivienda. La madre pudo salvar a uno de siete años, mientras que los otros dos mayores pudieron saltar por la ventana. También en el Barranco del Abogado se hundieron varias cuevas. Cuando las aguas volvieron a sus cauces, los granadinos creyeron haber vivido una pesadilla.
En junio de 1951, el mítico fotógrafo francés Jean Dieuzaide –que fotografió a Charles de Gaulle y a Salvador Dalí saliendo del mar con dos flores en sus bigotes– se subió en el tren de cremallera que iba a la Alhambra y después de visitar el monumento nazarí, se fue al Albaicín y el Sacromonte. Estaba paseando por allí cuando, de pronto, vio a una gitana joven y guapa dándole de mamar a su hijo. Se echó el visor de la cámara al ojo y ¡zas!, consiguió seguramente una de las fotos más bellas e inéditas que se hayan hecho en esta ciudad. La foto está en el Museo de Toulusse y la muchacha era la bailaora gitana Conchita Carajarapa, a la que se ve amamantando a su hijo. Conchita, que aún vive, ni se enteró de que la habían enfocado. Tampoco el fotógrafo sabía quién era aquella joven. Solo que le pareció una imagen digna de pasar a la posteridad. Hace dos años un artista coloreó la foto y la convirtió en un fenómeno viral. «El misterio del Sacromonte se esconde en esa fotografía de 1951», ha escrito el periodista José Enrique Cabrero.
Jean Dieuzaide ha pasado a la historia de la fotografía, pero nadie lo conocía en Granada. Al que todos los granadinos conocían era al fotógrafo del Paseo del Salón, el retratista callejero más popular de la capital de la Alhambra. Todos los días, se ponía su babi de crudillo, anclaba su cámara en pleno paseo, se tapaba la cabeza con un paño negro y enfocaba a niños, niñeras, parejas de novios, soldados que salían del permiso y todo el personal endomingado que quería dejar constancia de parte de su vida en una foto.
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Artículo completo en Granada Hoy, 27-11-2022
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