Iglesia de San Nicolás
En el verano de 1932, en reacción al golpe de estado de Sanjurjo, la Iglesia de San Nicolás ardió en llamas. La «santa ira popular» no era un fenómeno nuevo, y mediante ella la multitud se proponía reducir a cenizas un orden que consideraba injusto.
Mapa de la Memoria histórica de Granada
Como reacción al golpe de estado del general Sanjurjo del 10 de agosto de 1932, se produjeron disturbios en Granada. Esa misma noche multitud de grupos salieron a las calles, produciéndose tiroteos e incendios. El 11 de agosto, los obreros declararon la huelga general, parando toda actividad en la ciudad. A partir de ese día, comenzaron los actos anticlericales contra parte del patrimonio eclesiástico de la capital: a las ocho de la tarde, un grupo prendió fuego al convento y colegio de Divina Infantita. En la madrugada del 12 de agosto se produjeron los peores incidentes anticlericales. Se trató de incendiar el convento de las Trinitarias. Pero fue en el popular barrio del Albayzín, donde vivían las clases más humildes, donde un grupo de jóvenes trató de incendiar el convento de Santo Tomás de Villanueva y la iglesia de San Nicolás. Desgraciadamente, este último incendio prosperó: los asaltantes entraron en el templo derribando la puerta, y en el centro de la nave hicieron una pira alimentada por los confesionarios, sillas, bancos, esteras, altares y demás mobiliario. También prendieron fuego a la rectoría del párroco. La imagen de San Nicolás, tras ser destrozada, fue lanzada por un balate. Tan sólo quedó en pie la torre del templo. La imagen de la iglesia en llamas en el punto más visible del Albayzín, en aquella noche de verano, quedaría en la retina de muchos granadinos.
El anticlericalismo no fue un fenómeno exclusivo de la II República. Fue un fenómeno europeo de largo recorrido, que se remonta incluso a periodos medievales. En la historia de España, por ejemplo, fueron numerosos los sucesos anticlericales en el siglo XIX. Tampoco el anticlericalismo fue un acto completamente irracional: los responsables de los atentados emplearon siempre el fuego para hacer desaparecer algo que consideraban injusto y que identificaban con el orden tradicional que querían destruir. Para ellos, la Iglesia no estaba en el lugar que le señalaban los evangelios, sino al lado de los ricos y los poderosos. Aunque la mayor parte de los «anticlericales» pertenecieron a las clases populares, también se han registrado indicios de que las clases medias republicanas pudieron participar en estos actos de la llamada «santa ira popular».
El gobierno republicano siempre entendió el daño que estos altercados podían causar a la República. Por ello, siempre los condenó y lamentó que ocurriesen públicamente. Pero era difícil hacer convivir estos sucesos con las reformas laicizadoras emprendidas. Las derechas comprendieron pronto esta debilidad, identificando anticlericalismo y laicismo y esgrimiéndolos como un arma política, acusando a los republicanos de querer destruir la tradición, el orden, la ley y la nación española.
Fuentes y bibliografía
Ideal
El Defensor de Granada, 10-12 de agosto de 1932.
José Antonio ALARCÓN CABALLERO: El movimiento obrero en Granada en la II República, 1931-1936, Granada, Diputación, 1990.
Juan Manuel BARRIOS ROZÚA: Iconoclastia, 1930-1936. La ciudad de Dios frente a la modernidad, Granada, Universidad, 2008.
Mario LÓPEZ MARTINEZ y Rafael GIL BRACERO: Caciques contra socialistas. Poder y conflictos en los ayuntamientos de la República. Granada, 1931-1936, Granada, Diputación, 1997.
Maria THOMAS: La fe y la furia: violencia anticlerical popular e iconoclastia en España, 1931-1936, Granada, Comares, 2014.
Cristina VIÑES MILLET: «Los sucesos de agosto de 1932 en Granada. Fuerzas locales y tensiones políticas», Hispania, 156, (1984), pp. 107-136.
0 Comentario