La Casa de las Chirimías de Granada vuelve a cobrar vida
La alegría del Paseo de los Tristes volvió ayer para recordar que antaño fue la ‘torre de control’ de las fiestas que se celebraban a sus pies
Ideal, 08-12-2013
Hubo un tiempo en que el celebérrimo Paseo de los Tristes era cualquier cosa menos triste. De hecho, era la alegría de Granada. A partir del siglo XVI, en la ‘cima’ de la que pasa por ser una de las calles más bellas del mundo, había verbenas, corridas de toros y juegos de bellaquerías. La mismísima Alhambra era espectadora de aquellos jolgorios. Ayer, la fortaleza roja y los miles de turistas que, gracias al puente festivo, se desparramaron por el centro de la capital volvieron a disfrutar de una tradición que el Ayuntamiento quiere reverdecer…, sin los toros, claro.
La autoridad aprovechó la jornada para encender de nuevo la Casa de las Chirimías, que era la ‘torre de control’ de las fiestas que se hacían en la plaza que linda con el río Darro y mira al singular y abandonado ‘Hotel Reúma’, llamado así -al parecer- porque los huéspedes solían padecer fuertes dolores en la riñonada por culpa de la humedad. Pero esa es otra historia…
Ayer, como antaño, la protagonista fue la Casa de las Chirimías – ya el pasado 16 de noviembre cobró vida-. Las actrices y actores de Teatro para un Instante se enfundaron en trajes de época y tomaron el edificio para invitar a naturales y forasteros a regresar al pasado.
En la planta alta, como manda la costumbre, estaban los artistas encargados de soplar las chirimías, un instrumento musical de viento similar al clarinete y hecho de madera. Debajo de la orquesta se situaron el corregidor y los concejales. Y, a ras de suelo, los alguaciles y ministriles.
Comediantes
Durante unos quince minutos, los comediantes relataron al público moderno cómo era la cosa hace cinco siglos. Lo hicieron en un castellano añejo y divertido, igual que los ripios descacharrantes que usan los personajes de ‘La venganza de don Mendo’. «Había un obispo que era de Burgos y… un poco bizco».
Y lo cierto es que la función funcionó, valga la redundancia. Unas 200 personas -a las que habría que añadir las que presenciaron el espectáculo sentadas, es decir, dando buena cuenta de unas tapas en los bares de la zona- observaron y escucharon con atención a los ocupantes de la Casa de las Chirimías.
La resurrección gustó. Y el día estuvo bien elegido. Granada era ayer un hervidero de turistas. Fue una de esas jornadas en la que para dejar el coche había que descender hasta la planta más honda de los aparcamientos públicos -y, aún así, todos los del centro tuvieron que colocar el cartel de ‘completo’-.
La Casa de las Chirimías fue restaurada completamente en 1982, poco después de que el Ayuntamiento la adquiriera para que formase parte del patrimonio de la ciudad.
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