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[PRENSA] La desgracia de vivir con vistas a la Alhambra

Una tarde cualquiera en el Mirador de San Nicolás en el Albaicín lleno de turistas. Foto de Daniel Molina

Vecinos y vecinas del Albaicín se sienten asfixiados y no sólo por el calor. La situación privilegiada del barrio frente a la Alhambra lo ha convertido en objeto especulativo de un turismo cada vez menos respetuoso y más masivo. Exigen “regularlo de alguna manera para poder volver a vivir”.

Susana Sarrión en El Salto, 7-8-2024

Los estudios sobre la proliferación de viviendas turísticas demuestran que rompe el tejido social y aísla a las personas hasta el punto que ya no se sienten parte de la comunidad porque dejan de tener lazos de conexión con sus vecinos y vecinas. No es de extrañar que la frase: “Ya no me siento solo, ya no me siento sola”, se haya repetido en casi cada una de las entrevistas de este reportaje como un mantra. Las personas que sufren en carne propia el turismo masivo que está padeciendo el Albaicín, el barrio emblemático granadino declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1994, respiran diferente desde que, hace unas semanas se formó, de forma espontánea y fruto del hartazgo, como surgen los movimientos más auténticos, la plataforma ‘El Albayzín habitable’. 

Esta nueva plataforma ciudadana comenzó su andadura con un encuentro tan entrañable como significativo: se reunieron en una plaza a tomar un café. Por primera vez en mucho tiempo se encontraban en un espacio público para charlar y compartir sus vivencias y preocupaciones, para redescubrir ese nexo en común que tiene la palabra vecino. El recién estrenado grupo de Whatsapp pronto se convirtió en una plaza digital por donde cientos de personas se dejaron caer, “descubrimos que no estamos solos. Es muy duro sentirse solo y esto nos está animando. Es gratificante descubrir que hay más personas que no pueden más; y necesitamos esa unión para que mejore la situación; aquí no se trata de que no vengan turistas; si, que vengan turistas, pero que nos dejen vivir”, señala Paz, vecina del Albayzín Bajo.

La primera acción pública para gritar al mundo sus reivindicaciones se produjo el 16 de junio. Como había sucedido en Islas Canarias y Baleares, Barcelona, Málaga, Cádiz, Valencia y como han hecho en Alicante o el Puerto de Santa María; Granada también mostró públicamente su resistencia a «la especulación inmobiliaria que está destruyendo el barrio, expulsando al vecindario y privándole de transporte público”, entre otras muchas cuestiones. Esta semana han denunciado mediante un comunicado, que el número de plazas para alojamiento turístico no sólo sigue en aumento, alcanzando las 7400, sino que ya supera el número de personas censadas en el Albaicín, alrededor de 7000.

El Ayuntamiento de Granada anunció recientemente medidas para limitar estos pisos turísticos; sin embargo, el Albayzín Habitable denuncia que el consistorio ha aplazado medidas cautelares “que sería necesario tomar con carácter urgente” y exigen que la moratoria de licencias para vivienda turística entre en vigor de manera inmediata y se revoquen las concedidas desde el día en que esa moratoria fue anunciada por la alcaldesa, Marifran Carazo; que el nuevo PGOU prohíba el uso de edificios enteros para alquiler turístico y la transformación de bajos comerciales para viviendas turísticas y que establezca en un 10% sobre el total, la proporción máxima de vivienda turística.

La plataforma ha preparado un ‘Código de buena conducta para el turista’ que describe acciones de convivencia ciudadana de bastante sentido común que parece no se cumplen en el barrio: no obstruir el paso en las entradas de las casas o en la entrada o salida al barrio, con cuidado en calles y pasajes estrechos; no ocupar autobuses públicos enteros y dividir los grupos para no ocupar nunca más de la mitad de un vehículo público; ceder el asiento a las mujeres embarazadas y personas mayores o con movilidad reducida; no utilizar megáfonos o altavoces en el espacio público; no orinar en la calle; no tirar basura al suelo y respeto por su privacidad: que no se les hagan fotos, ni se asomen a sus ventanas o puertas.

También aportan un ‘Decálogo de propuestas para frenar y revertir los efectos del turismo masivo’ como: implementar un proceso acelerado de inspección para localizar y terminar con las viviendas turísticas sin licencia, revocando las licencias que no cumplan los requisitos legales de habitabilidad o se encuentren en zonas excesivamente saturadas; la regulación de los precios del alquiler; la limitación de 90 días de alquiler para estancias de corta duración en zonas saturadas; un plan de inversión en vivienda pública que incluya la rehabilitación de vivienda en mal estado y que garantice por ley su posterior uso residencial; la implantación de un impuesto adicional a la compraventa para inversores extranjeros que no sean residentes en Granada; reducir a un máximo de 15 personas los grupos de visitantes; rebajas al alquiler para comercios minoristas esenciales para la vida del barrio; limitación de la apertura en domingos y festivos a grandes superficies para garantizar una competencia equitativa y la creación de una tasa turística de 3 € por persona y noche o proporcional al precio del alojamiento para compensar los recursos públicos destinados al turismo y reinvertirlos en beneficio del vecindario de la ciudad.

Son medidas implementadas en otras ciudades españolas y europeas que se han demostrado eficaces, “Harían falta años para revertir el vaciamiento acelerado que ha sufrido nuestro barrio y su transformación progresiva en un espacio dedicado en exclusiva a la explotación turística. Pero la pasividad del Ayuntamiento y de la Junta de Andalucía no permite, por ahora, tener ninguna esperanza. Expulsar a los vecinos y vender el Albayzín a la industria del turismo de masas es algo más que una irresponsabilidad: es una vergüenza”, afirman desde la plataforma.

El Albayzín Habitable pretende una revisión estructural, un cambio de enfoque y dirección en esta apuesta económica y de desarrollo basada 100% en el turismo y proponen una diversificación hacia otros sectores más compatibles con la vida humana. El lema de la transición energética, ‘Renovables sí, pero no así’ también se aplica en este caso en el que declaran que no hay una oposición radical y completa al turismo sino la búsqueda de un equilibrio que compatibilice el bienestar y la calidad de vida del vecindario y el visitante, “Cuando nosotras llegamos aquí todo eran casas de vecinos. Aquí había una vida vecinal, una convivencia que ahora parece increíble. Vinimos con nuestras familias para hacer barrio, para criar a nuestros hijos e hijas. Todo empezó a cambiar poco a poco y llegó un momento en que Belén y yo éramos y somos las únicas vecinas en toda esta calle”, comenta Paz, vecina del Albaicín bajo.

Nos han roto la vida completamente

Paz y Belén viven en el Albaicín desde hace más de 25 años y son unas “luchadoras por su barrio”. Formaron parte de ‘SOS Albaicín’, otra plataforma ciudadana previa que se formó para solucionar problemas de movilidad en el barrio y siguió abordando otros temas de convivencia ciudadana, y nos explican que aunque la gente suele envidiar su residencia en el Albaicín, la vida moderna en el barrio no es tan fácil; “empezando por la movilidad, porque todos queremos llegar a nuestra casa en coche; incluso ver la tele no es fácil, en el Albaicín la cobertura no es buena y no tienes buena señal de internet, ni telefónica, ni nada. No es oro todo lo que reluce y siempre hemos luchado para tener las mismas oportunidades que el resto de la ciudad”, apunta Belén, que nos cuenta que ahora todo es mucho peor, “nada se organiza de la misma manera en un barrio donde vive la gente que cuando se habita para la fiesta y el jolgorio, deja de tener vida de barrio y pasa a ser otra cosa: una postal y un entorno falso”.

Cuando escucharon hablar del Albayzín Habitable entraron en el grupo de Whatsapp y encontraron un motivo de esperanza, “una oportunidad maravillosa” para confluir con gente muy distinta entre sí con un denominador común, “seguir viviendo en el barrio y mantenerlo, para que no sea sólo un espectáculo”. Belén y Paz nos explican que en el grupo, la mayoría veía venir el problema desde hacía tiempo y estaban saturados del cambio tan grande que experimentaba el barrio, “de sentir esa soledad en la que te preguntas, ¿Cómo puedo yo cambiar esto?”, afirma Belén.

Describen ese cambio en el barrio del que hablan constantemente: “Ya no hay espacio para que jueguen los niños, para que se sienten los abuelos, las terrazas ocupan hasta el filo de los bancos, ya no hay tiendas”. Denuncian que el transporte público se ha privatizado para el uso turístico, “cuando el autobús llega a Plaza Nueva y el guía turístico saca el bonobús y empieza a picar: pi, pi, pi … y ya no cabe más gente. No, tú no puedes venir. Pero, bueno, ¿De qué turismo estamos hablando, qué dinero nos está reportando un guía con un bonobús metiendo a 20 en el autobús de línea?”

Sus recuerdos rememoran la droguería, la mercería, las tiendas de comestibles que suministraban las necesidades del día a día para la gente del barrio, “Pues todo eso ya no existe. Es que nos han roto la vida completamente. Cada tres días estamos rodeadas de gente diferente, a veces tienes suerte pero otras, la mayoría, los que llegan al apartamento tienen una terraza monísima con vistas a la Alhambra donde se quedan a cenar y montar fiestas hasta las tantas; no es que se haya roto la convivencia, es que no hay convivencia ninguna”, lamentan Paz y Belén, que consideran que esa vista maravillosa a la Alhambra se ha convertido en su ruina, “vienen al Albaicín por eso y quizás van al restaurante un día pero el resto prefieren quedarse en casa, de fiesta. Llegan al barrio, cogen la llavecita o usan el candado de la puerta y no hay nadie que controle; aquí el que gana es el rentista, el que alquila el piso, que se beneficia del perjuicio que padecemos el resto del vecindario”.

Hablando del futuro, no tienen claro que esto pueda ser revertido, “depende de la administración que regule”. A Belén le duele los comentarios de gente que opina que el Albaicín no tiene futuro sin turismo; defiende que su lucha abarca muchísimas cosas y es más amplia que el barrio, “se trata de una lucha nacional, mundial, internacional, sobre el derecho de los ciudadanos por vivir en su espacio una vida digna”. Así que pide que “si no están muy de acuerdo con nosotros, pediría silencio, porque estamos luchando y esforzándonos por algo que tenemos la plena convicción de que es bueno para el futuro no sólo nuestro sino de nuestros hijos e hijas y de las personas que pueden venir a vivir aquí, sino por una Granada mejor”.

Dieter vive en la calle Gloria, también en el Albaicín Bajo —entre el Museo Arqueológico y el convento de San Bernardo— desde el año 87, “Era una calle tranquila, con muchas familias, entrabas mucho en las casas porque antes funcionaba la vecindad, ¿Quieres un café? ¿Has comido algo? Me sobra un poquito de sopa, toma. Este era el Albaicín que conozco y se ha perdido totalmente, me pone muy triste”. 

Recuerda que en 1996 comenzó el fenómeno de los apartamentos turísticos con ocho viviendas en su calle, “mientras trabajaba todo el día no había problema pero ahora que paso más tiempo en casa es una pesadilla”. Para dieter, la banda sonora del Albaicín es el ruido de las ruedas de las maletas en el empedrado y dice sufrir cada día la falta de respeto por parte de turistas que le toman fotografías sin su permiso y le interpelan, “pues métete dentro de tu casa si no quieres salir” o que le animan a “irse al campo” cuando protesta por el ruido, “esto me ofende mucho porque yo he trabajado toda la vida para comprarme esta casa, aquí se han criado mis hijos y ahora no quieren venir a visitarme con mis nietos porque no les apetece por todos estos inconvenientes y eso duele”.

Debido a la normativa del barrio histórico, no puede colocar aparatos de aire acondicionado y por el ruido no puede abrir las ventanas para ventilar como llevaba haciendo casi 40 años, además ha tenido altercados de distinta índole con los turistas de los apartamentos turísticos colindantes. Cuando escuchó hablar de la Plataforma del Albayzín Habitable entró directamente al grupo de Whatsapp y se informó,”Estuve en la protesta de la Plaza San Nicolás y me ha encantado; me sentía muy solo, como Don Quijote, el último luchador contra los molinos. Yo era el malo de la calle, el alemán, el que protesta, pero tú no sabes que agobio tengo yo 24 horas seguidas de ruido: si no son los turistas, son los músicos que se plantan abajo a las 10 de la mañana”. 

Vivir y habitar el barrio

Olalla ha sido una de las portavoces de la plataforma ante los medios de comunicación, y nos cuenta cómo se formó ‘El Albaycín Habitable’: a partir de un grupo de vecinos y vecinas inquietos sobre la situación generada por  “no sé quién vive a mi lado, no sé quién va a entrar en el apartamento pegado a mi casa”, y el runrún que circulaba por los corrillos del barrio del sentir común de que últimamente cada uno iba por su lado, cada vez más separados, incomunicados y que había que hacer algo. “Nos hemos unido de una manera muy natural, en abril mantuvimos las primeras conversaciones y en mayo hicimos la primera quedada para tomar café en una plaza, pensábamos que íbamos a ser 5 ó 10 personas y al final acudimos más de 150 para vernos, juntarnos y hablar de lo que nos preocupaba”. 

El Albayzín Habitable defiende precisamente esto, habitar el barrio, y así nos lo cuenta Olalla, “defendemos nuestro derecho a tener vivienda, a poder desplazarnos en transporte público, pasear por la calle, a tener espacios seguros donde disfrutar y socializar”. Desde los encuentros presenciales y el grupo de Whatsapp han organizado grupos de trabajo donde detectar las distintas situaciones que atraviesan: “tenemos personas extranjeras que llevan toda la vida aquí, estudiantes que no pueden encontrar piso, personas que se están quedando sin vecinos, con todo lo que eso conlleva; por ejemplo, hay muchas mujeres que viven solas y sin vecinos, rodeadas de apartamentos turísticos y sin tiendas cerca, empezamos a compartir todos esos problemas que para algunos son simplemente una molestia y a otros les impide vivir de verdad”.

Los grupos de trabajo están abordando cuestiones que según la plataforma ciudadana “deberían ser trabajadas desde las instituciones”. Cuentan con un grupo de mapeo de apartamentos turísticos para detectar los ilegales y las zonas saturadas; un grupo jurídico para asesorar al vecindario con los problemas que van enfrentando; otro que archiva todas las noticias y novedades sobre el tema y un grupo de acciones para promover encuentros, “estamos pensando organizar cine de verano, crear los espacios que ya no existen para que jueguen los niños y otras acciones para lograr un Albaicín más habitable”.

La plataforma está en contacto con colectivos y asociaciones de distintas provincias españolas: Málaga, Cádiz, Barcelona, Valencia, que están estableciendo alianzas para lograr sus reivindicaciones contra el turismo masivo, “tenemos muchos objetivos comunes, ya sea Barcelona, San Sebastián o Cádiz, son los mismos problemas los que nos unen a todos”. 

Un poquito de consideración y cariño al vecindario

Rafa lleva décadas viviendo en el Albaicín y ha formado parte activa del asociacionismo vecinal a lo largo de toda una vida, promotor inicial del comedor ecológico del CEIP Gómez Moreno, ha formado parte de las plataformas SOS Albaicín, Ajuntamiento Albaicín, la defensa de la protección del Valle del Darro, etc. Es geógrafo urbanista, gestor social del hábitat y considera el fenómeno de las viviendas turísticas y el turismo masivo como “un golpe más en un tejido urbano ya frágil que hace tiempo anda desasistido de servicios públicos de calidad como el sanitario”. 

Valora como muy positiva la acción del Albaicín Habitable de “tomar un cafelito en la plaza” porque pudo encontrar a muchos vecinos que ya no veía, “las casas del barrio suelen ser pequeñas y la vida se hacía en la calle, en las plazas, que se usaban para para el contacto vecinal, pero ahora es muy difícil; además del turismo, por el tamaño de las terrazas de los bares que algunas veces son desmesuradas”. Para él, el turismo masivo es un último golpe que está haciendo insostenible la vida, ya que hay vecinos que se tienen que ir y “las casas se ofertan para hacer negocio y no como residencia y claro, se trata de un negocio muy lucrativo y finalmente el tejido social va perjudicándose hasta que se acaba”. Recuerda, a modo de ejemplo, el dispositivo de vecinas y vecinos que se articuló en COVID para asistir a los mayores, “Si las viviendas son para turistas y se pierde el tejido vecinal ¿Qué vecinos van a cuidar de los más desfavorecidos?”

Rafa no es positivo sobre la reversión de este tipo de turismo,”no tengo mucha esperanza de que este gobierno municipal actual opere con una ordenanza decidida y firme para que esto no siga pasando y el Gobierno central tampoco, ha sacado la Ley de Vivienda recientemente y no aborda este fenómeno porque hay muchos millones de euros en juego”, comenta a este medio mientras se pregunta a quién benefician estos millones porque, “en el barrio se queda bien poco”. Afirma que por el Albaicín suelen pasear grupos de entre 30 y 40 personas por calles súper estrechas, acotadas, donde colapsan el espacio público “y en cambio no paran a comprar en las tiendas, vienen al mirador, se echan fotos de su paseo, lo publican por aquí y por allá, y se vuelven a ir”.

Rafa defiende la plataforma del Albayzín Habitable como un espacio donde hablar, un colectivo “donde compartir los dolores”. Está encantado con la participación de gente joven en este espacio que, según él, ha nacido del dolor generalizado de los residentes del barrio, de las islas y de Cádiz, Málaga, Sevilla, Barcelona, Madrid. Un dolor común provocado por el enfoque extractivista que se aplica en los diferentes sectores económicos, “ahora se presume de la visita de los cruceros al Puerto de Motril donde desembarcan 4.000, 7.000 personas todas a la vez, es una barbaridad”. 

Para él este tema se tendría que abordar con “un poquito de consideración y cariño a los vecinos”, por ejemplo regulando el número de apartamentos turísticos por manzana, que los guías explicaran a los visitantes que respeten al vecindario, por ejemplo si pasa una señora mayor con el carrito, porque “los turistas van en bandada y cuando van en grupo es como cuando pasa el ganado, una cosa tremenda, no te dejan pasar por tu calle y al final te hacen sentirse indispuesto hacia la gente que está visitando cuando todos somos turistas en el momento que ponemos un pie fuera de nuestra casa, por eso debemos poner cuidado, respeto al lugar donde vamos”. 

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Categoría:Novedades, Prensa
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