PRENSA: El Albaicín pide identificar a todos los okupas que hay en el barrio
Dos vecinos señalan la puerta de la Casa del Aire, morada habitual de okupas. /
Preocupa una conducta que sus vecinos denuncian que está proliferando y que ha salido a la palestra tras el último fuego acaecido en la Casa del Aire
Dos turistas y un vecino con cara de sueño pisan el empedrado de la calle Zenete. Aprovechan los rayos de sol de la primera semana en la que no ha llovido ni una gota. Parece una estampa normal de una mañana entre semana en esta zona del Albaicín, pero un suave olor a quemado se cuela de matute. Proviene de una casa grande y desvencijada, donde se pueden observar aún los restos de un incendio que ha sido el último y desagradable incidente que han tenido que padecer los vecinos de este barrio patrimonio de la humanidad.
Porque el reciente fuego que se abrió paso en la Casa del Aire, que tuvo lugar hace pocos días, ha vuelto a poner en la picota el problema de la okupación de viviendas. Los vecinos saben que no es un problema nuevo, pero manifiestan su hartazgo ante una realidad que les da rabia y miedo. Desde la asociación de vecinos del barrio quieren que el Ayuntamiento esté más encima, que presione, a quienes tienen la ‘patada en la puerta’ como único marco normativo.
Plaza de Toqueros, en el Callejón de los Mascarones, Cuesta Caracas o en la zona del Callejón de Trillo. Pero cada vez hay más, según denuncian los vecinos, que no quieren dejar pasar la oportunidad de recordar la situación de desorden habitacional que hay en las Cuevas de San Miguel.
Precisamente es el proceso de identificación y censo que se ha llevado a cabo con los okupas de esta zona la que los vecinos quieren extender ahora a la totalidad del barrio. Advierten al Ayuntamiento de que hay una «mafia» que se dedica a comerciar con unas presencias que se han convertido en una pesadilla.
«Da tanta rabia cuando te okupan que el primer impulso te puede buscar la ruina»
Francisco (nombre ficticio) tiene miedo cuando va a la casa familiar, que es donde se crió en el Albaicín. El motivo es que un día se la encontró okupada por «dos o tres personas» que hicieron lo que quisieron con la que por entonces era la vivienda en la que vivía su hermano.
Con problemas de salud, este hombre tuvo que ingresar en un centro dejando la casa vacía, lo que aprovecharon para okuparla. Francisco se enteró por sus vecinos, que una noche oyeron ruidos. Asustado, fue a ver y se encontró con que alguien había entrado sin permiso: «Estaban las ventanas y las persianas subidas. Entonces subí al portal, metí la llave y no entraba». Aunque Francisco avisó a la Policía ante el claro episodio de okupación que estaba viviendo, su primer impulso no fue ese. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue «ir a por ellos y echarlos» a la fuerza. En definitiva, «buscarse la ruina», dice este hombre, que le dio un ataque de rabia y tristeza al ver a unos intrusos en su casa. No le quedó otra que hacer caso a la Policía, que le invitó a poner una denuncia y estarse quieto.
Tras pasar un par de meses y a la espera del juicio, de repente un día le avisaron de que su casa estaba abierta. Allá fue corriendo y se encontró el «pastel», que es como define el estado en el que dejaron su vivienda estas personas. Era un «desastre», cuenta. Todo estaba destrozado: paredes, muebles, electrodomésticos… daños que aún está pagando con mucha dificultad. Se pregunta ahora qué hubiera pasado si estas personas no se hubieran ido por su propia voluntad. Se queja de la ley actual y de que permita que pasen estas cosas.
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