PRENSA. Casas con historia: La Casa de la Lona
Nacer y vivir en la casa de la Lona confería un carácter especial. Construida sobre restos de un palacio zirí, se demolió en 1975
Amanda Martínez en Ideal, 19-04-2021
«Los años no pasan en balde para la Casa de la Lona», publicaba IDEAL en su edición del 16 de abril de 1966. Los bomberos habían tenido que intervenir en el edificio alertados por una familia asustada porque en su vivienda había un tabique ostensiblemente inseguro. Poco más pudieron hacer los servicios de emergencia que aconsejar la urgente evacuación de los inquilinos. Nueve años después, sería demolida.
Tienes el corazón más grande que la Casa de la Lona
Construida sobre los cimientos del que fuera el palacio de los monarcas ziríes del siglo XI, era conocida como la casa del Gallo por la veleta que coronaba su tejado y que representaba un guerrero conocido por los moriscos como Gallo del Viento.
Con la llegada de los Reyes Católicos, perdido ya prácticamente cualquier resto de arquitectura zirí, se instaló una fábrica de lonas para la Marina, de donde le viene su nombre. Cuentan que en esta tejeduría se fabricaron las lonas para el velamen de la Armada Invencible y hay quien asegura que aquí continuaron fabricándose lonas y otras telas de artesanía hasta bien entrado el siglo XX y que también hubo una fábrica de zapatos. Juan Manuel Barrios, en su Guía de la Granada desaparecida, apunta que la adquirió un comerciante genovés, Rolando de Levanto, que realizó reformas importantes en el edificio, aunque fue un incendio acaecido en 1639 el que acabó prácticamente con ella. Sobre sus ruinas, se construyó un corral de vecinos. Los últimos propietarios del edificio fueron los frailes trinitarios.
Nacer y vivir en la Casa de la Lona confería un carácter especial. Era una casa, tan grande y tan querida en el barrio, que algunos recordarán el dicho: «Tienes el corazón más grande que la Casa de la Lona».
Los últimos inquilinos de la Casa de la Lona
En 1973, declarada ya en ruinas, las quinientas personas que la habitaban la fueron abandonando poco a poco. De los más de mil vecinos que llegaron a vivir aquí, quedaron solo tres, Francisca Galindo Blanca, de 89 años, conocida como ‘La Santera’ porque su marido fabricaba santos de escayola; Matilde Fernández, una viuda de 87 años y Francisca Carvajal, de 69, que no pagaban el alquiler por estar el edificio declarado en ruina.
Sentadas en una silla de anea, con un lebrillo de artesanía sobre sus faldas, aquellas últimas inquilinas fueron también un trocito de la historia de un barrio que se perdía poco a poco.
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