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PRENSA: Polémica ante la ‘nueva’ ermita de San Cecilio

La restauración de la muralla zirí para sacar a la luz los restos de una puerta del siglo XI ha modificado su estética

ÁLVARO LÓPEZ IDEAL, 18-11-2020

Cualquiera que haya caminado alguna vez desde el Arco de las Pesas en dirección al Mirador de San Nicolás ha tenido que pasar en algún momento por el Callejón de San Cecilio. Esta vía del Albaicín recibe su nombre por la ermita que está allí ubicada y que esconde tras sus muros cientos de años de historia. Y precisamente esta, la llamada ermita de San Cecilio, que ha permanecido casi un lustro cerrada por reformas, se ha convertido en objeto de polémica al estrenar nueva imagen.

Aludiendo a su historia, defensores y detractores de la restauración se encuentran en el mismo punto: en el valor patrimonial de la misma. Sin embargo, difieren en lo esencial a la hora de determinar si la remodelación se ha hecho siguiendo un criterio histórico o si se ha llevado a cabo rompiendo con la estética sin respetar la tradición.

A pie de calle es evidente que la fachada ha cambiado completamente, con una puerta mucho más alta que la anterior y sin la hornacina que albergaba una estatua de San Cecilio. Una modificación que se ha llevado a cabo para recuperar parte de la muralla zirí de Granada de la que la ermita forma parte, por haberse construido dentro de lo que era una vieja puerta árabe del siglo XI.

«Restauración estridente»
Entre las voces más críticas con la reforma se ha situado el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada. Su presidenta, Celia Correa, explica que la restauración carece de «sensibilidad». «La fachada resultante de la restauración nos parece absolutamente inadecuada y estridente, a causa de la perfección y el aspecto inmaculado de los nuevos sillares utilizados, que inducen a la confusión con otras construcciones contemporáneas», añade.

Con respecto a la estética, desde el Centro Artístico afean «la inexistencia de trazas que justifiquen ese perfecto alfiz y ese umbral de ladrillo visto, propio de otro tipo de edificaciones más domésticas, junto con el desafortunado diseño de la reja, también colaboran a destrozarnos las expectativas que nos habían creado».

Sin embargo, la arquitecta responsable de la restauración, Isabel Bestué, recuerda que la fachada que había no era ni mucho menos la original. «La portada de la ermita ha sido rehecha un mínimo de tres veces desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, y solo en la intervención de los años 60 se cubrieron y ocultaron las torres de la puerta medieval que la enmarcan. Hemos recuperado por tanto una imagen perdida de la ermita que se ajusta más a su imagen primitiva y que mantuvo desde el siglo XVIII hasta la mitad del siglo XX, tal y como muestran las imágenes históricas», señala Bestué.

Y es que todo lo que rodea a la remodelación de tan singular enclave significa viajar al pasado. Porque sin él no se puede comprender la controversia. Por un lado, porque quienes rechazan la remodelación señalan que no se ha respetado el origen singular de la ermita y por otro porque, quienes la defienden y quienes la han llevado a cabo señalan que precisamente eso es lo que se ha hecho: recuperar sus orígenes.

Sobre eso, Lola Boloix, presidenta de la extinta asociación de vecinos del Bajo Albaicín, considera que lo que se ha hecho no es una restauración «de lo original». Lo que se ha hecho es «más bien un pastiche que mezcla y acomoda el uso original, verdadera intención y cometido de las restauraciones con un uso acomodado en otra época».

Por su parte, Antonio Jiménez, presidente de la Asociación de Vecinos del Albaicín, dice confiar «en la decisión de los técnicos que han llevado a cabo las obras». A su juicio, «la remodelación saca a relucir la muralla del siglo XI, que es muy valiosa». Si bien entiende que es un tema «subjetivo y cada cual lo puede ver desde su punto de vista».

Desde un punto de vista técnico, el arquitecto Saúl Meral se pregunta si la eliminación de algunos elementos más actuales no supone también «olvidarse de una parte de la historia».

El experto confiesa que a él la reforma no le gusta, pero que para que se haya llevado a cabo han tenido que realizarse informes que tienen la dificultad de conjugar «la estética con el valor histórico. Es una cuestión muy subjetiva».

Conviviendo con lo original
En cualquier caso, la nueva imagen de la ermita de San Cecilio se explica por los trabajos de restauración que hace tres años sacaron a la luz los restos de Bab Qastar, una puerta muy importante desde el punto de vista histórico, porque se levantó en época árabe, pero se hizo sobre restos íbero-romanos y se le considera el acceso más antiguo de la Alcazaba Cadima de la época del dominio zirí en Granada.

La remodelación de una de las edificaciones más singulares del Albaicín se inició en 2016, pero se paralizó en varias ocasiones por el mal tiempo y por los hallazgos arqueológicos encontrados en la zona, entre ellos la propia puerta árabe.

Sin embargo, la restauración ha generado controversia por el cambio radical que se ha producido sobre todo en su fachada. Que se sepa, la misma había permanecido prácticamente inalterable desde los años setenta del siglo XX.

Sobre la puerta se situaba la citada hornacina que albergaba la imagen de San Cecilio, el mártir que en teoría fue apresado en ese mismo lugar antes de ser martirizado en el monte Valparaíso, lo que es hoy el Sacromonte. En honor al santo católico, en el siglo XVIII se construyó la capilla que es objeto hoy de un debate patrimonial.

La arquitecta que ha liderado las obras, Isabel Bestué, señala que lo que se ha intentado es que «convivan lo original de la ermita con la estructura original de la puerta». En ese sentido, pone de relieve que «no solo no se ha perdido valor patrimonial, sino que se ha ganado, porque se han recuperado todas las pinturas del altar, que creemos que son del siglo XVIII y parte del XIX». Pero los detractores de la reforma no opinan igual.

En redes sociales también se han producido decenas de comentarios que lamentan y critican la supuesta pérdida de patrimonio que se ha producido con estas obras. En concreto, señalan que han desaparecido la hornacina con la estatua de San Cecilio que había sobre la puerta, así como la campana, la veleta y la espadaña que había en la ermita.

Al respecto, Isabel Bestué explica que «la espadaña que había se estaba cayendo y se ha sustituido por una estructura metálica que soporta la campana restaurada. Se ha colocado en la terraza de la ermita y es visible desde la calle». Además, la imagen de San Cecilio, «realizada en mortero de cemento en la segunda mitad del siglo XX», se trasladará a la Iglesia del Salvador.

Hormigón de los setenta
Tanto Bestué como Manuel Pérez Asensio, el arqueólogo responsable de la excavación que se ha producido en este entorno, sostienen que se ha tratado de «darle más valor patrimonial, permitiendo que se volviese a ver la puerta que había originalmente». De hecho, la arquitecta argumenta que «todo lo que se ha quitado es de los años 70 y no tenía apenas valor histórico porque era todo hormigón y cemento armado anclado a la muralla antigua». Es más, según la experta «se estaba cayendo. El cemento estaba dañando a la estructura del siglo XI. Lo que hemos hecho es sacar la ermita más antigua».

Arriba, imagen que presentaba la ermita antes de las obras. Bajo estas líneas, en el interior se puede ver la puerta del siglo XI. Se han recuperado pinturas de los siglos XVIII y XIX. / R. L. P.

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