PRENSA: El Albayzín, más solitario y silencioso que nunca debido a las restricciones
Este viernes hemos recorrido las calles y plazas de este barrio antes lleno de vida y por el que hoy solo pasean sus propios vecinos.
El poeta mexicano Francisco de Icaza escribió una vez: ‘Dale limosna mujer que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada’. Pero seguro que ese ciego al que se referían estos versos hoy se alegraría de no poder ver cómo está la ciudad. Calles vacías, sin el ruido de platos y vasos en las mesas de las terrazas de los bares, sin el bullicio del ir y venir de turistas que, con sus mapas y sus móviles en la mano, recorren maravillados los rincones más recónditos de la ciudad, y una Alhambra en lo alto del cerro de La Sabika, solitaria, sin nadie que la contemple en el antaño apestillado Mirador de San Nicolás.
Es la imagen que nos deja el coronavirus en la capital nazarí, pero, a diferencia de otros barrios menos turísticos, zonas como el Albayzín, el Realejo o el propio centro están notando aun más si cabe la ausencia de esos turistas a los que las restricciones de la Junta de Andalucía no han dejado traspasar nuestras fronteras, como si fueran centinelas de los antiguos moradores árabes del Reino de Granada.
Precisamente, este viernes hemos podido pasear por las calles más típicas del Albayzín. Calle Pagés, Plaza Larga, Mirador de San Nicolás, San Miguel Bajo… Plazas y calles antes llenas de vida por las que hoy solo pasean los propios vecinos. Bares y restaurantes antes bulliciosos y que hoy tienen sus cancelas y puertas cerradas. Y los pocos negocios tradicionales que quedan en el barrio, como tiendas de alimentación y quioscos, sobreviven con la visita de unos cuantos moradores de esos cármenes de fachadas blancas y vegetación frondosa, tan característicos y que son la huella de nuestro pasado musulmán.
Una estampa de este barrio, declarado Patrimonio de la Humanidad, que casi duele a la vista y que hasta parece ‘molestarle’ a la Alhambra -valga la expresión-, acostumbrada desde hace años a ser fotografiada por miles de turistas que a todas horas del día y de la noche se acercaban hasta el Mirador de San Nicolás para ver su esplendor y majestuosidad, acompañados por los ritmos de los artistas callejeros que utilizaban este espacio para dar rienda suelta a su creatividad musical.
Pero hoy todo es distinto, y lo será al menos durante unos cuantos meses más si es que el Covid-19 no nos da un respiro y permite a las autoridades sanitarias que suban el rastrillo que protege la puerta de entrada a la ciudad como si se tratara de un castillo medieval.
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