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PRENSA: Descubren en el Albaicín el barrio morisco donde Soto de Rojas construyó su jardín

Los arqueólogos hallan cuatro casas de finales del XV y principios del XVI con todas sus estancias y la calle por la que se accedía hasta ellas

JORGE PASTOR en Ideal, 26 octubre 2020

El subsuelo de Granada es una fuente inagotable de apasionantes historias de una ciudad milenaria. Lo último es, sencillamente, espectacular. Los arqueólogos empiezan a cavar en agosto en una parcela de unos 1.100 metros cuadrados entre las calles San Gregorio Alto, Pagés y placeta de la Estrella. Una actuación obligada para acondicionar el terreno para un aparcamiento en superficie. Desde el primer momento sospechan que lo que podía salir de ahí abajo podía ser relevante básicamente porque en este lugar, detrás de la Casa de los Mascarones, se ubicaba el famoso jardín cantado por Pedro Soto de Rojas, uno de los poetas más importantes del Siglo de Oro, en su libro ‘Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos’ (1652). Versos a los que se refiere Federico García Lorca en 1927: «Soto de Rojas se encierra en su jardín para describir surtidores, dalias, jilgueros y aires suaves. Aires medio moriscos, medio italianos, que mueven todavía las ramas, frutos y boscajes de su poema».

Y así empezaron las excavaciones hace dos meses. Sabiendo, por una parte, que el celebérrimo ‘paraíso’ de Soto de Rojas estaba ahí, donde estacionaban los coches, y que también está perfectamente constatado que para hacer el jardín compró siete casas moriscas, que las demolió y las tapó con diversos materiales –las situadas en la cota más baja–. Pues bien, del jardín en sí apenas se ha hallado nada relevante, aunque sí datos que hablan de su configuración. Concretamente un muro, una alberca y una acequia, y también algunos elementos originales que se emplearon como relleno como un trozo de una fuente. Pero sí han encontrado cuatro construcciones, que fueron erigidas entre finales de los siglos XV y XVI, que fueron adquiridas por Soto de Rojas y que sirvieron para estructurar el jardín en siete ‘paratas’ o ‘mansiones’ según la orografía del terreno. La cuarta de estas ‘mansiones’, la más elevada, poseía un estanque que recogía las aguas de la acequia de Aynadamar y las repartía por todo el complejo. Tras la muerte de Soto de Rojas, aquella finca fue pasando por diferentes propietarios que actuaron en la zona hasta borrar, en apariencia, cualquier vestigio de lo que fue este enclave del Albaicín Alto en el pasado.

El arqueólogo director de los trabajos Ángel Rodríguez Aguilera ha comentado que esta intervención permite «abrir una ventana en el tiempo para ver cómo era el Albaicín entre 1571 y 1620». Dos fechas que requieren un comentario para contextualizar la importancia histórica de todo lo que ha aflorado ahora. En 1571 finalizó la Guerra de las Alpujarras contra los moriscos –que se desarrolló en el intervalo comprendido entre 1568 y 1571–. La Corona confiscó todos los bienes de los perdedores, entre ellos estas casas. Se tapiaron todos los accesos para que nadie pudiera penetrar en ellas. Los moriscos fueron dispersados inicialmente por la Península y posteriormente expulsados fuera de España. Y 1620 porque fue el año en que Soto de Rojas terminó con hacerse con las siete casas que sirvieron para sectorizar su jardín identificado como el paraíso, y para describir una especie de itinerario circular donde había plantas con formas artísticas –recortadas con tijeras–, árboles frutales y pájaros cantores. El propio Soto de Rojas dice esto en ‘Paraíso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos’: «Verdes las calles, cándidos arqueros, bravos soldados de jazmín florido, cupidillos de amor llenos de antojos, dulces rayos apuntan a los ojos, del olfato, y disparan los sentidos».

Centrémonos ahora en las casas, de las que se han excavado parcialmente cuatro. Conservan un alzado de algo más de un metro y están perfectamente compartimentadas. Tenían una superficie de unos cincuenta metros cuadrados y se observan estancias como la entrada, el zaguán, el patio y la cocina. También se aprecia la traza de una calle de una anchura de un metro y medio que desemboca en una plaza donde había un alcorque.

¿Qué clase social podrían tener sus dueños? Es uno de las incógnitas que deberán despejarse en la investigación. No hay yeserías ni alicatados, «y no parece que pudiera corresponderse con gente adinerada», especula Ángel Rodríguez, quien agrega que este hallazgo podría asimilarse a las casas que hay en la Alcazaba de la Alhambra. También se han localizado dos hornos cerámicos, aunque se ha constatado que son posteriores, del siglo XIX. Eso sí, al menos uno de ellos pudo cimentarse sobre una pequeña tienda de época árabe. «Tenemos la suerte –comenta Ángel Rodríguez– que existe mucha documentación».

A partir de ahora

¿Qué sucederá a partir de ahora? Por lo pronto, finalizar la excavación. Se tardará unas tres semanas y se descubrirá por completo otra casa que puede deparar nuevas sorpresas. A partir de ahí, al parecer existe un acuerdo entre la propiedad y la administración para que se conserven unos 200 metros cuadrados respecto a una extensión total de 1.100 metros que tiene el solar. Estos 200 metros se corresponden con las casas localizadas, mientras que los 900 restantes están completamente arrasados, aunque por el medio discurre la acequia que fue destruida hace años al entubarla. Lo que se haga en estos 900 metros por parte del propietario está por determinar.

Pedro Soto de Rojas nació en Granada en 1584 y murió en febrero de 1658. Su ascendencia era prominente. Entre sus familiares se hallaba un capellán de la Capilla Real y un canónigo de la Catedral de Málaga. Estudió en la Universidad de Granada y allí se graduó en bachiller de Cánones, Humanidades y Teología en 1610. Trabó amistad con autores como Antonio Mira de Amescua, Miguel de Cervantes, Lope de Vega y Luis de Góngora. En la guerra literaria que dividió a estos dos últimos desde que Góngora divulgó sus ‘Soledades’, se puso de parte de éste y militó en las filas de la corriente culteranista. Entrado en años, se ordenó sacerdote. Obtuvo varias prebendas del poderoso Gaspar de Guzmán, como la de abogado del Santo Oficio. En 1626 regresa a Granada, aunque volvía con frecuencia a Madrid. En 1630 se instala definitivamente en la Casa de los Mascarones.

La casa del poeta Pedro Soto de Rojas en el Albaicín
Según los documentos que atesora el Centro Virtual Cervantes, la Casa de los Mascarones guarda en su disposición el recuerdo del origen árabe de todo el carmen, «pero sabiamente enriquecido con los elementos prestigiosos del humanismo». De lo musulmán son sus cerradas tapias, sus postigos y sus arquitecturas de diferentes volúmenes con paramentos decorados con yeserías y alicatados. También sus pozos con brocales y surtidores al nivel del solado de azulejería. Del Renacimiento proceden, en cambio, sus pérgolas y balaustradas, además de los órdenes clásicos de los porches y los cenadores, las pilas de piedra con grutescos y los relieves historiados.

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