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PRENSA: Granada pierde sus chumberas

Los vecinos de Albaicín y Sacromonte reclaman medidas para que no se pierda una de las imágenes más icónicas de la capital

Leer en Ideal, 10-02-2018

La capital se resigna a despedirse de una de sus postales más representativas: las chumberas que colorean de verde las laderas del Sacromonte y el Albaicín. La culpable es la cochinilla del carmín. Salta de vegetal en vegetal, cubre de blanco las pencas robándoles luz solar, absorbe el agua de la planta y ésta termina por morir. Se expande a tal velocidad que es prácticamente imposible encontrar una sola chumbera completamente sana, por ejemplo, en el cerro de San Miguel. Las asociaciones vecinales han reclamado durante los últimos años medidas para frenar la plaga y tratar de salvar este icono de la capital, pero las administraciones no han ofrecido solución alguna y hay quien asevera que la invasión de la cochinilla es irreversible.

No es una circunstancia exclusiva de la capital, ni de la provincia. La plaga de la cochinilla del carmín comenzó en Murcia en 2007 y se ha propagado en esta última década por toda España, afectando especialmente a Almería, Granada y Málaga. Hay dos especies distintas del insecto, utilizado históricamente como colorante alimentario o para la elaboración de cosméticos por el intenso color rojo que produce la cochinilla ‘machacada’. A grandes rasgos, una genera más colorante y se reproduce lentamente, mientras que la otra produce menos colorante pero se propaga con mayor rapidez. Algunos expertos apuntan a que la responsable de la muerte de miles de chumberas a lo largo de nuestra geografía es esta última.

El catedrático de Zoología de la Universidad de Granada Felipe Pascual ha seguido de cerca durante los últimos años la evolución de esta plaga. Explica que la cochinilla va «chupando la savia, extendiéndose sobre la pala, y complica las funciones fisiológicas». La planta se seca, pierde el verde intenso que la caracteriza y vira al marrón. Muere.

Así, chumbera a chumbera, la cochinilla dibuja en los secanales y patios del Sacromonte un paisaje que nada tiene que ver con el que aún lucen algunas de las tarjetas postales que se venden en kioscos y tiendas para turistas. Extensas placas blancas, podredumbre, insectos y animales que aprovechan los restos de estas higueras… «Mira como están las plantas estas», dicen dos turistas que caminan por la vereda de Enmedio del Sacromonte. Desde allí se percibe la ladera del cerro de San Miguel –en el resto de la colina, la estampa es idéntica– infestada de chumberas cuya enfermedad se percibe a simple vista. Tan sólo brilla el verde en algunas muy aisladas junto a las viviendas y en una extensión de no más de treinta metros junto al Museo de las Cuevas del Sacromonte.

En casa de Conchi, una vecina del Sacromonte que tiene las chumberas sobre la entrada a su cueva, no queda ni una viva. Han retirado algunas, pero la imagen es dantesca. Temen que incluso afecte a la estabilidad del cerro –repleto de cuevas–. Como recuerda Felipe Pascual, la chumbera se ha utilizado desde su importación a España hace cinco siglos –no es una especie autóctona y está clasificada como invasora– para la producción del higo chumbo, pero también para la delimitación de parcelas –uso más común en Almería– o la sujeción de las tierras. Esta última utilidad concuerda con el temor de algunos vecinos del Sacromonte, que aluden a la seguridad, además de la tradición y la estética.

En pleno Albaicín

Las plataformas vecinales de bajo Albaicín, alto Albaicín y Sacromonte han trasladado en varias ocasiones su preocupación por la muerte de las chumberas en las juntas municipales de distrito. Lola Boloix, presidenta de Bajo Albaicín, reclama soluciones y muestra un catálogo extenso de chumberas en descomposición, por ejemplo, junto al aljibe del Zenete.

Antonio Jiménez, homólogo en Alto Albaicín, apunta a que estamos ante «un problema grave, porque la chumbera retiene parte del terreno y si no existiera esa vegetación se puede venir abajo, ya está habiendo problemas en sitios puntuales, no puede ser que las dejen ahí y se caigan». La Alhambra ya ha eliminado las chumberas moribundas que podían ocasionar problemas de seguridad a los transeúntes. Jiménez propone como solución cortarlas aprovechando el frío –y la menor proliferación de cochinilla– para luego replantarlas. E incide en que en verano, las plantas enfermas atraen a los mosquitos. Los machos de cochinilla también revolotean.

Desde la asociación vecinal del Sacromonte, su vicepresidente, Francisco Ballesteros, relata que han tratado de contactar con el Ayuntamiento «de mil maneras» y han alertado del «peligro en la vía pública por la caída de palas podridas». «El Ayuntamiento ha respondido que no tiene competencia con respecto a eso, y no salimos de nuestro asombro. Vamos a ver si con el frío sobreviven, pero si no se toman medidas no sé qué va a quedar de las chumberas. El Sacromonte sigue siendo el olvidado en muchos aspectos».

En el universo flamenco duele la pérdida de las chumberas, uno de los símbolos de la Granada de las cuevas y los tablaos. El artista Curro Albaicín miraba ayer a las higueras dañadas con ojos de nostalgia. «Es una pena que esto tan bonito, algo característico del barrio, se haya dejado morir, cuando hay remedio para todo», afirmaba. Enmarca el problema en la dejadez que sufre el barrio. Enrique ‘el Canastero’ –hijo de María ‘la Canastera’– apuntaba con el dedo a las chumberas enfermas junto a la entrada a la cueva que mantiene. «Hemos pedido varias veces al Ayuntamiento a ver si podían fumigar», dijo, «porque a la gente se le metían hasta los mosquitos en la boca, no se podía estar».

Difícil solución

Queda claro que Granada no quiere decir adiós a la chumbera, en parte por tradición, en parte incluso por seguridad. ¿Pero qué se puede hacer para detener a la cochinilla? El concejal de Urbanismo y Medio Ambiente, Miguel Ángel Fernández Madrid, afirma que «no hay tratamiento específico», según les trasladaron desde la Junta de Andalucía. Pero deja margen a la esperanza. Según la jefa del servicio municipal de jardines, las plantas se pueden regenerar.

El asunto es complejo. Francisco Puentedura asegura que hay tratamiento: eliminar las palas de las que están infectadas, triturarlas, y tratar a las sanas para que no se contagien. Como algunas están en espacios privados, habría que impulsar un mecanismo para obligar al cuidado de las sanas. Pero la chumbera es una especie considerada ‘invasora’, «y eso impide muchas veces poner en marcha protocolos que se tendrían que iniciar desde la Junta de Andalucía».

Felipe Pascual afirma que «en esta plaga no se pueden meter insecticidas, porque hay muchos que no funcionan, algunos podrían pero dejarían el medio ambiente tocado». El aceite de nim, combinado con algún jabonoso, podría dar resultado, pero es algo caro. «Si el propietario hace una poda, se eliminan las palas secas y se entierran», podría controlarse. Pero son decenas las casas con chumberas, y extensos los parajes de tierra pública en los que priman las que dentro de unos años quizás recordemos como las últimas chumberas de Granada.

Categoría:Novedades, Prensa
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1 Comentario

  • 23 de junio de 2018 en 10:41
    Eva

    Y seguimos con el.problema…. Yo vivo justo debajo de la ladera del Barranco del abogado, al lado del río, que está llena de chumberas enfermas…llevamos unas semanas que la plaga de mosquitos va en aumento y por la noche no se puede estar al aire libre ni en casa con la luz o tv encendida. Horrible. Me da una pena grandísima por las chumbueras…porque he crecido vièndolas en nuestros paisajes y comiendo sus chumbos. Esto debe solucionarse ya. Algo debemos hacer.

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