Los botellones se extienden por miradores,por placetas y por zonas tan sensibles como las murallas, la Puerta de Monaita, escalando temerariamente los accesos o el aljibe del Zenete, encaramándose a lo alto. Si le sumamos la música amplificada, prohibída en todo el barrio, pero, como los botellones, tolerada por las mismas autoridades que la prohíben en ordenanzas y demás, nos tememos que se avecina un otoño de pesadilla.
Pesadilla para los residentes a los que desde Puerta Monaíta les arrojan las botellas vacías a sus patios y ventanas, casi siempre impunemente…y vamos a dejarlo ahí, por hoy.
Pesadilla para los que soportamos el botellón en las cercanías de nuestras casas, donde el griterío y la falta de respeto se cuela hasta el interior y nos impide dormir esperando inútilmente la llegada de quienes pueden disolverlos…y vamos a dejarlo ahí, por hoy.
Las pesadillas nocturnas del botellón, las diurnas de la música generalizada, con amplificador o sin él, la suciedad y los malos olores, las paredes pintarrajeadas, los perros, mejor sus dueños que se siguen negando a recoger lo que deben…y vamos a dejarlo ahí, por hoy.
Porque mañana tendremos que replantearnos, como tantos, si nos merece la pena, por más que lo sintamos, seguir viviendo en este barrio al que sus administradores y responsables políticos están llevando, desde hace ya bastantes años,a la marginalidad y al abandono.
No es ficción, ni siquiera en su vertiente turística,porque no se puede improvisar toda una industria turística basada en la masificación, desregulación y pillaje,carente de ordenación (usos, movilidad,medio ambiente, ruidos, PEPRI, mantenimiento) y abandono de los albayzineros.
A este nuevo experimento expulsa vecinos que los responsables políticos mantienen por pura inercia, hay que ponerle coherencia, ordenación y proyecto para mantener a los vecinos en sus casas y convertirlos en los verdaderos sujetos y protagonistas de la política del barrio.
