[PRENSA-OPINIÓN]La tasa turística: una oportunidad para Albaicín y Realejo, por Salvador Soler
El Albaicín y el Realejo, dos de los barrios más emblemáticos de Granada, son joyas históricas que atraen a miles de turistas cada año. Sus calles empedradas, sus miradores con vistas a la Alhambra y su rico patrimonio cultural los convierten en lugares únicos. Sin embargo, esta popularidad también trae consigo desafíos: masificación turística, deterioro de infraestructuras y una creciente presión sobre la vida cotidiana de sus residentes. Ante esta realidad, la implementación de una tasa turística se presenta como una solución necesaria y justa, siempre que se gestione con transparencia y visión de futuro.
¿Por qué una tasa turística? El turismo es un motor económico fundamental para Granada, pero también puede convertirse en un arma de doble filo si no se gestiona adecuadamente. En ciudades como Barcelona, Palma de Mallorca o Venecia, la tasa turística ha demostrado ser una herramienta eficaz para financiar la conservación del patrimonio y mejorar la calidad de vida de las personas residentes. En el caso del Albaicín y el Realejo, esta tasa podría marcar la diferencia.
Los beneficios serían claros al ser una contribución esencial para conservar el patrimonio histórico de la ciudad: El Albaicín, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y el Realejo, con su herencia judía y morisca, necesitan urgentes inversiones para mantener su belleza y autenticidad. La tasa turística financiaría la restauración de edificios históricos, calles y miradores, asegurando que estos barrios sigan siendo un orgullo para Granada.
Así mismo, mejoraría infraestructuras y servicios. Así, las calles estrechas y empinadas del Albaicín, por ejemplo, sufren el desgaste masivo y descontrolado del paso constante de visitantes. Con los ingresos obtenidos con la tasa turística, se podrían mejorar el alumbrado público, la limpieza y la accesibilidad, beneficiando tanto a turistas como a residentes.
La tasa, por tanto, se destinaría a proyectos que fomenten un turismo más responsable y sostenible, como la creación de rutas alternativas para descongestionar las zonas más saturadas o campañas de concienciación sobre el respeto al patrimonio, pero también, generaría inversión en programas sociales, culturales o económicos que mejoren la vida de las personas residentes, desde talleres de empleo hasta actividades culturales que refuercen la identidad de estos barrios.
¿Cómo aplicarla de manera práctica? La clave del éxito de una tasa turística radica en su diseño y gestión. Con una cuantía moderada, entre 1 y 3 euros por persona y noche, dependiendo del tipo de alojamiento y, por personas visitantes a través del tour operadores, no disuadiría a los turistas, pero sería bastante significativa para generar ingresos considerables, en cantidad similar a la aplicada en otras ciudades europeas.
En segundo lugar, la recaudación sería realizada por los establecimientos de alojamiento y los tours operadores y transferida a un fondo municipal específico, supervisado por el Ayuntamiento. Es fundamental que la gestión de estos fondos sea transparente y que se rindan cuentas periódicamente a la ciudadanía.
Por último, los ingresos deben destinarse a proyectos concretos en el Albaicín y el Realejo. No se trata de un impuesto más, sino de una herramienta para mejorar estos barrios. Los turistas deben saber que su contribución tiene un impacto directo en la conservación y mejora de los lugares que visitan.
La implementación de una tasa turística no solo permitiría financiar mejoras tangibles, como reparación de adoquines, escaleras, espacios verdes, áreas de descanso, rehabilitación de fachadas de casas moriscas o yeserías, iluminación Led en calles estrechas; impulsaría la economía de proximidad, ayudas económicas a familias para evitar su desplazamiento por el desproporcionado alquiler turístico, sino que, también enviaría un mensaje claro: el turismo debe ser una fuerza positiva, que contribuya al desarrollo sostenible de las comunidades que lo acogen. En el caso del Albaicín y el Realejo. Esta tasa podría ser el inicio de una nueva etapa, en la que se equilibre la preservación del patrimonio con la calidad de vida de las personas y familias que residen en esos barrios y la experiencia de los y las visitantes.
El Albaicín y el Realejo no pueden seguir soportando el peso del turismo sin recibir a cambio los recursos necesarios para su conservación y mejora. La tasa turística no es solo una medida económica; es una apuesta por el futuro de estos barrios históricos y por un turismo que respete y valore lo que hace única a Granada.
La tasa turística es una oportunidad para proteger nuestro patrimonio, mejorar la vida de las personas residentes y garantizar que el Albaicín y el Realejo sigan siendo, por muchos años más, un lugar mágico.