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[PRENSA] La fuente del Avellano, el manantial de los dos sabores

La leyenda dice que cuando el agua salía salada era por las lágrimas de Aixa, que allí lloraba al sufrir el desprecio de Muley Hacen

El camino hacia el venero, convertido en un paseo literario, ha sido varias veces recuperado tras múltiples actos vandálicos.

De entre todas las fuentes de Granada quizás la más famosa sea la que llaman del Avellano, por haber sido un ágora de caminantes, aguaores y poetas. De su caño no solo ha brotado agua, sino silencio, historias y leyendas. Por eso si a Granada se le hiciera un estudio de su ADN, estaría como molécula prevalente la Fuente del Avellano.

Andrés Cardenas en Granada Hoy, 23-2-2025

Cuentan que esta fuente ya la conocían en la corte de Boabdil, cuyas doncellas iban a llenar sus cántaros de aquella agua que daba beneficios a quien la bebiera: a los amantes los hacía más cariñosos y a los de espíritus guerreros los hacía más belicosos. Los encuentros pasionales por aquellos lares eran tan parecidos a los de las Conejeras del siglo pasado. Allí acudía todo quisqui a la hora de pegar la hebra. También se ha escrito que el agua que brotaba a veces salía salada y a veces dulce. Nadie sabía la razón por la que el líquido elemento cambiaba de sabor cuando brotaba del manantial. Las mentes más prolíficas en imaginación llegaron a columbrar que cuando salía salada era porque de allí brotaban las lágrimas de la sultana Aixa, la que despreció el rey Muley Hacen. De ahí que también se la conozca como la Fuente de las Lágrimas. Y que cuando salía dulce era porque un hada llamada Agrilla quería transmitir alegría y buen ánimo a la población. Hay otra leyenda –por leyendas que no sea– que protagoniza una bella muchacha –muy caprichosa y con poderes de bruja– que vivía en la cueva de donde manaba el agua y que se entretenía en trastocar los sentimientos del que la bebía. Su máxima era: si yo estoy alegre, pues todos tienen que estar alegres y si yo estoy triste, pues todos tristes. En fin. La razón científica del cambio de sabor reside en la dosis de minerales carbonatados y ferruginosos que envía la montaña.

Ya en tiempos en los que la realidad se imponía a la imaginación, se sabe que de allí se surtían casi los doscientos aguaores que llegó a tener Granada en aquellos tiempos en que beber agua era como jugar a la ruleta rusa: su ingestión provocaba tantas colitis que la gente se iba de hilo. Por eso los aguaores pregonaban el agua de la Fuente de la Avellano a pleno pulmón, porque era garantía de salud. De los aguaores decía Ganivet que olían la sed. En los años cuarenta del siglo pasado, antes de que el agua se domesticara, los aguaores ofrecían tientos de agua con botijo o alcarraza con pipote y cobraban según el tiempo en el que el sediento mantenía el chorro sobre la boca: a una perra gorda el minuto. Estaba prohibido beber a morro.

Reunión de misóginos

Y ya que ha salido a colación Ganivet, hay que decir que esta fuente que nos ocupa tuvo mucho que ver con él. En torno a ella el escritor suicida fundó la llamada Cofradía del Avellano. Esto es: un grupo de intelectuales y artistas que se reunían allí para hablar de los temas de entonces: de la inminente pérdida de Cuba, de lo mal que lo estaba haciendo el alcalde y de lo pérfidas que eran las mujeres. “Cuando nos habituamos a vivir con una sola mujer, no solo no queremos otras, sino que esta única acaba por cansarnos y hacernos amar la soledad”, les decía Ganivet, alias Pío Cid, a los tertulianos. O: «De amoríos ni soñarlo. En este punto camino hacia atrás como los cangrejos. La palabra casorio me horroriza mucho más que la del cólera asiático y otras por el estilo”. Ganivet, además de ser un depresivo era un misógino. Eso sí, si durante la tertulia (no se hablaba de fútbol porque estaba recién inventado y además era una cosa de ingleses) iba una moza de buen ver a llenar su cántaro a la fuente, dejaban de hablar y clavaban sus ojos en las partes más sobresalientes de la anatomía de la joven. Formaban parte de la Cofradía, entre otros, Ruiz de Almodóvar, Rafael Gago, Matías Méndez Vellido, Melchor Fernández Almagro y Nicolás María López Calera. Este último definió así la Cofradía: “Es una reunión de amigos, sin domicilio ni reglamento; semejante a una academia helénica, sentados en torno a una fuente de agua fresca, entre álamos y avellanos”.

También le dio mucha fama a la fuente una canción de Antonio Molina, que la mienta en una de sus estrofas: “Que baja como la nieve, cristalina y con anises. Fresquista, no hay quien la pruebe, el agua del Avellano”. La canción la había escrito el compositor granadino (de Salobreña, para más señas) José María Legaza. Y hablaba de la fuente del Avellano “que está al pie del Generalife, en los márgenes del Darro”. Antonio Molina ni sabía que existía una fuente en Granada con ese nombre. Y por supuesto, jamás probó su agua.

Durante muchos años el lugar sufrió el abandono y el desprecio por parte de los granadinos. Por allí no iban ni las águilas y el camino hacia la fuente se llenó de broza y maleza. Hasta que en 2003 la Fundación Albaicín decidió ponerle remedio. Consiguió más de medio millón de euros (del Ayuntamiento y de los fondos europeos) para trazar un recorrido literario con poemas y reflexiones de escritores grabadas en bloques de roca. Para poner en marcha el concepto de paseo literario los responsables de la Fundación Albaicín acudieron a diferentes poetas granadinos y pedirles un poema propio y el poema de alguno de sus autores favoritos. Los poetas elegidos fueron Luis García Montero, Ángeles Mora, Antonio Carvajal, José Carlos Rosales, Justo Navarro y el escritor Antonio Muñoz Molina. Éstos aportaron sus propios textos y eligieron obras de Jorge Luis Borges, Emily Dickinson, Francisco Acuyo, San Juan de la Cruz, Rafael Alberti y Henry David Thoreau.

La idea parecía cojonuda. Y así se hizo. Pero solo un año más tarde los actos vandálicos fueron en aquella zona tan frecuentes que se dudó si había sido una buena idea dar margaritas a los cerdos. Los grafiteros llenaron los bloques de piedra de horrendas pintadas y los gamberros se dedicaron a tirar piedras sobre las placas de níquel que contienen los poemas. También la suciedad poco a poco se fue adueñando del entorno.

En el año 2023 se destinaron casi otros doscientos mil euros en borrar las pintadas de los grafiteros y adecentar de nuevo el lugar. Una de las apuestas que se hacen los que por allí pasean ahora es a ver cuánto dura. De la fuente, ya no sale agua. Ni dulce ni salada.

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