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PRENSA: Aqua Iliberritana, la Emasagra de los romanos granadinos

Te ofrecemos las conclusiones de una investigación de Gabriel Pozo Felguera que nos lleva a la antigua ciudad romana, centrada en la red de aguas, en un excepcional y ameno reportaje, que te recomendamos, para conocer el pasado de nuestra tierra.

El Independiente, 09-08-2020

Grabado de Heylan que representa la búsqueda de Libros Plúmbeos en 1595. A la derecha dibujó el acueducto construido por Diego de Siloé para llevar el agua de la fuente de Valparaíso al Albayzín.
Grabado de Heylan que representa la búsqueda de Libros Plúmbeos en 1595. A la derecha dibujó el acueducto construido por Diego de Siloé para llevar el agua de la fuente de Valparaíso al Albayzín.

No tengo la menor duda de que los romanos dispusieron de agua corriente pública en la ciudad de Iliberri-Florentia, actual parte alta del Albayzín. Los vestigios arqueológicos aparecidos desde 1980 así lo indican. El último gran descubrimiento, la terma pública romana de la Casa del Tinte, viene a apuntalar esta tesis. Incluso hay serios vestigios de que muchos de los aljibes islámicos son albercones ibero-romanos reaprovechados y ampliados. La dinastía zirí (1010-1091) devolvió a la vida la decadente ciudadela en detrimento de Elvira y reconstruyó el sistema de abastecimiento de aguas a partir de la milenaria Fuente Aynadamar. No obstante este importante sistema de abastecimiento usado hasta recientemente, no es descartable que los romanos también condujeran el agua al Municipium Florentinum Iliberritanun desde una captación en el tramo medio del río Darro. Esta es la historia de lo que debió ser el Aqua Iliberritana.

Los ejércitos y colonos romanos ya pululaban por esta parte alta de la Bética a principios del siglo II antes de Cristo, poco después de echar a los cartagineses de estas tierras. Se hicieron con el control del territorio y asimilaron a la población indígena en pocas décadas. En lo que hoy es la parte alta del Albayzín, los romanos encontraron un poblado ibero amurallado, con indicios de haber constituido una ciudadela (oppidum) desde por lo menos el siglo VIII a. C. Fortificación de importancia teniendo en cuenta que Iliberri se hallaba situada en la frontera de las belicosas tribus turdetanas y bastetanas.

Los romanos colonizaron estas tierras dando por buenas las estructuras urbanas que encontraron en el borde de la feraz vega del Genil (las ciudades de Iliberri, Elvira e Ilurco). Pero decidieron establecer su capital en torno a Iliberri. El vetusto poblado ibero fue creciendo a su alrededor en forma de capas de cebolla. El oppidum ibero se convirtió poco a poco en ciudad ibero-romana, adoptando progresivamente la cultura importada de Italia: su forma de producir, su moneda, su vestimenta, su alimentación, sus vajillas, sus armas, etc. Sabemos que para el año 49 a. C., la ciudad ibero-romana de Iliberri pasó a ser una ciudad de pleno derecho romano, no una colonia como hasta entonces. Y adoptó el nombre de Municipium Florentinum Iliberritanun. Con todas las instituciones de una ciudad de segundo orden, quizás sólo por detrás de Tarraco, Córduba, Hispalis e Itálica.

Florentia, como se abreviaba su extenso nombre, estuvo formada por el núcleo principal en la colina, donde acumulaba las instituciones (Foro, Basílica, Templo, terma pública, ceca… Aún falta por identificar el lugar donde estuvieron el teatro-anfiteatro y el circo). Fue una ciudad amurallada que rompía los cánones de las ciudades romanas creadas ex novo por legiones o legionarios colonizadores. Es decir, no estaba trazada en cuadrícula a partir de la cruz principal del Cardo y Decumano. Florentia crecía adaptándose a la orografía de la colina albayzinera, formando sucesivas terrazas que descendían hacia el Darro y hacia la Vega.

Y por los alrededores de aquel núcleo principal en alto empezaron a surgir infinidad de villaes, pegadas a los campos de cultivo, a la explotación ganadera y minera. La infinidad de necrópolis halladas en los alrededores dan fe de la gran dispersión de la población y quizás también de su abundancia; el ager (término) de esta ciudad debió contar con no menos de 30.000 personas en su amplio territorio.

Fueron algo más de tres siglos (desde el periodo cesaraugusto, final de la República, hasta el ocaso altoimperial, comienzo del siglo III) en los que el periodo de pax romana propició el florecimiento de la población, la economía y la cultura por estas tierras. De hecho, la ciudad romana de Florentia no debió ser moco de pavo: Plinio y Estrabón la mencionan en sus cartografías y escritos. Además, dos hechos irrefutables constatan su prestancia: el primero, contar con representación de senadores locales en el Senado imperial de Roma, al menos entre los siglos I y III d. C.; el segundo, el haber sido la ciudad elegida por el cristianismo hispano para celebrar su primer concilio, el Concilio Eliberritano (no de Elvira como se suele apuntar). No debió ser, por tanto, un populacho al que se dignaron acudir 37 representantes de los obispados hispánicos.

Nuestros ancestros de la ciudad de Iliberri se encerraban en una cerca en torno al altozano actual de la Plaza de San Nicolás. De no más de 7-8 hectáreas. Enmarcada por la zona del Aljibe de la Gitana, Pilar Seco, Aljibe de Trillo, calle Guinea, hasta ascender hacia el convento de las Tomasas. Este pequeño perímetro encerró lo que los primeros islámicos llamaron Hins Roman o Al-Qasaba Garnata, es decir, castillo de romanos.

El oppidum ibero fue ampliándose a partir del siglo II a. C. para acoger en sucesivas terrazas a la nueva población romana. Hasta conformar lo que fue llamado a partir del siglo XI Al-Qasaba Al-Cadima (ampliación hasta la plaza de San Miguel, calles Álamo del Marqués, San José y Placeta de Nevot.) La ciudad ibero-romana amurallada había crecido hasta una superficie de unas 15 hectáreas.

El abastecimiento de agua, primordial

Entre los siglos IX y II a. C., los iberos de la ciudadela se abastecieron de agua acudiendo a los ríos y fuentes más cercanos, además de aprovechar el agua de lluvia. Suponemos que bajarían al Darro y acudirían a las varias fuentes que han existido históricamente en las laderas de la zona de Cartuja y cerro de San Miguel. Por encima de la cota del Albayzín han existido muy pocos manantiales, pero es bastante probable que hace ya veinticinco siglos los iberos se sirvieran de las aguas aportadas por el manantial de Tallacarne y las Peñuelas, ambos en la zona del Camino Viejo de El Fargue.

Se trató, por tanto, de una utilización del agua muy primaria y escasa en cantidad. Transportada con mucho esfuerzo a mano o con bestias en vasijas y quizás pellejos.

Pero la cultura romana, muchísimo más avanzada, ya disponía en sus ciudades de un complejo sistema de captación, conducción y distribución de agua, hasta la última de sus calles. Se conducía el agua desde los lugares más alejados mediante un sistema de ingeniería inverosímil; sólo hacía falta que la fuente estuviese en una cota más alta que la ciudad de destino. Los ingenieros ya se encargaban de llevarla mediante la construcción de canales, túneles y acueductos. En ocasiones, entre puntos distantes más de un centenar de kilómetros.

El concepto de captación, conducción y reparto se conocía como Aqua. Con esta palabra se referían tanto al proceso desde sus inicios como hasta su llegada a las casas. La capital del imperio, Roma, dispuso de una decena de Aquas para satisfacer las necesidades del millón largo de personas que la habitaron en su momento de mayor esplendor: Aqua Virgo, Aqua Alsietina, Aqua Alexandrina, Aqua Crabra, Aqua Claudia, etc.

Aquel amplio concepto venía a equivaler en la actualidad a Emasagra (Empresa Municipal de Aguas de Granada), que se encarga de captación, conducción, depuración, reparto y cobro por servirnos el agua en la puerta de nuestras casas.

Los romanos que llegaron a Iliberri doscientos años antes de que naciera Jesucristo entendieron que lo primero y más imprescindible era llevar a su nueva conquista el sistema de suministro de agua de consumo público. Paralelamente, los ingenieros romanos también se ocuparon de articular un sistema de alcantarillado para la evacuación de las abundantes aguas residuales que iba a tener Iliberri en el futuro.

No conocemos con exactitud cuándo empezó a funcionar le Emasagra romana en la Eliberri que empezaba a crecer tras la llegada de los romanos. Pero para el siglo I d. C. ya hay vestigios de que el Aqua Iliberritana estaba en funcionamiento; se fue perfeccionando y ampliando en los dos siglos siguientes, con el esplendor de los gobiernos altoimperiales. El sistema del Aqua Iliberritana nos es prácticamente desconocido en cuanto a ingeniería y funcionamiento. No obstante, la arqueología se ha encargado de ir esbozándonos signos más que evidentes de su existencia durante sus aportaciones de los últimos cuarenta años.

Hasta la década de 1980, incluso todavía había serias dudas de que la Iliberri ibero-romana hubiese tenido la importancia que hoy ya podemos asegurar. De borrar sus restos urbanísticos y monumentales se han ido encargando las culturas que han arrasado el solar granadino durante los últimos quince siglos. Iliberri y después Florentia fue una ciudad de mediano tamaño que contó con todas las instituciones exigibles a su rango. El cristianismo imperante en época bajo imperial, las invasiones de vándalos, alanos, visigodos, bizantinos y las continuas oleadas de pueblos islámicos destrozaron casi todo lo romano, lo reutilizaron o lo enterraron en sus cimentaciones.

Bajo la vieja Iliberri-Florentia duermen restos de la etapa de esplendor altoimperial. Y van apareciendo a medida que las excavaciones arqueológicas lo van permitiendo. En lo referente al sistema de suministro de agua pública a Florentia, sin duda que el hallazgo más importante ocurrió a finales del siglo XX durante las excavaciones previas a la construcción de la Mezquita y el Centro Islámico. Se sospechaba que el solar estaba atravesado de Oeste a Este por una potente muralla ibero-romana, la que cerraba el Opiddum por su parte más alta, entre la puerta de San Cecilio y los torreones de las Tomasas, con un grosor de varios metros. Pero la sorpresa surgió al aparecer de manera perpendicular a la muralla un tramo a acueducto de once metros de longitud y noventa centímetros de ancho. Era evidentemente romano, construido con sus técnicas y sus cementos impermeabilizantes habituales. Y no era un simple canalillo, sino el indicio de que se trataba de la entrada de imponente acueducto que suministraba a una importante ciudad. Acueductos con una base de 90 centímetros de anchura no abundan en muchas ciudades romanas de su época. Los arqueólogos conjeturaron que el acueducto había sido construido de manera perpendicular a la muralla ibera, a la que había horadado varios siglos después de su construcción, para penetrar en la parte más alta del altozano y después comenzar la distribución de aguas por toda la ciudadela. El reparto debió hacerse mediante minas, canales a cielo abierto e incluso algunas conducciones de plomo.

Ya con anterioridad al importante descubrimiento del acueducto romano de entrada a la ciudad florentina, Manuel Sotomayor y Mercedes Roca excavaron en el Carmen de la Muralla (donde estaba la comisaría del Albayzín y ahora Guadalinfo). Allí apareció una muralla ibero-romana, un poco retranqueada con relación a la zirí y de menor altura. Pero lo más interesante a efectos de Aqua fue el hallazgo de una zona industrial de producción cerámica. Resultaba evidente que tal industria precisaba de agua en abundancia para su funcionamiento.

Un poco más abajo se encuentra el actual Aljibe del Rey, en el punto que fue esquina de la primera muralla ibero-romana. Con posterioridad, Iliberri creció hacia el Oeste para incorporar la zona hasta la Lona, Cruz de Quirós, Álamo del Marqués, San José y Placeta de Nevot.

Canalizaciones de agua y pileta romana aparecidas en 2001 en el Callejón del Gallo, de principios del siglo I d. C.

La siguiente aparición arqueológica de restos romanos relacionada con el Aqua tuvo lugar en las excavaciones del Callejón del Gallo, previas a la construcción del Centro Cívico (año 2001). Los arqueólogos Andrés Adroher y Antonio López encontraron una pileta alargada y el sistema de canalizaciones que le aportaban el agua. Medía algo más de cuatro metros de larga por uno de anchura. La dataron en la primera mitad del siglo I d. C. y debió estar en funcionamiento durante los dos siglos siguientes. Seguramente el agua le llegaba del gran albercón en que hoy está convertido el Aljibe del Rey.

En una zona un poco más alejada, la Casa del Almirante-Callejón de los Negros-Álamo del Marqués, aparecieron también hace veinte años estructuras romanas relacionadas con el Aqua. En el caso del Callejón de los Negros (en excavación de Pérez de Baldomero y Castillo), apareció la alberca central de una casa señorial, de 5,20 por 5,20 metros, situada en medio de un patio columnado. A escasos metros, bajo una casa de la calle Álamo de Marqués, la arqueóloga María L. Gámez-Leyva halló otro tramo de canal romano: tenía algo más de nueve metros de longitud, por 65 centímetros de caja (anchura), lo que indica que era un ramal de suministro importante. Dató su construcción en el siglo I, con varias reparaciones y superposiciones de otros trazados de aguas posteriores. Las coincidencias y superposiciones de aljibes y conducciones islámicas hacen sospechar que los ingenieros islámicos secundaron trazados romanos y reutilizaron sus estructuras.

Canal romano de 65 centímetros de ancho encontrado en la calle Álamo del Marqués, en 2001.

Pero sin duda que la prueba definitiva de la existencia del Aqua Iliberritana ya a finales del I a. C. o principios del siglo I d. C. la ha arrojado la reciente aparición de una gran terma pública en la zona baja-lindera de lo que fue el Foro de Iliberri-Florentia, en la antigua Casa del Tinte (calle Gumiel de San José (Más adelante me extenderé en ello).

¿De dónde trajeron el agua los romanos?

Hace ya más de treinta años que quedó demostrado que el canal de Deifontes (Fonte Dei de los romanos) nunca llegó a suministrar a la ciudad de Iliberri. Su función fue regar las zonas altas de la Vega, quizás hasta las laderas de Sierra Elvira. Además, es imposible que llegase por falta de cota.

¿Dónde fueron entonces a buscar el agua los romanos para su ciudad de Iliberri-Florentia? Contaban con bastantes posibilidades, pues en las inmediaciones existían bastantes montañas con agua abundante. Vamos a estudiar cada una de las posibilidades.

1. Del río Aguas Blancas. Los romanos condujeron sus aguas hasta la parte alta del Cerro del Oro con un fin principal: utilizar su fuerza en la extracción de oro del yacimiento de la Hoya de la Campana (por encima de Cenes), mediante el sistema de ruina montium. Durante más de dos siglos estuvieron horadando, metiendo agua a presión y desmoronando el cerro para cerner sus pepitas de oro.

Cabría pensar en la posibilidad de que esa misma conducción la hubiesen alargado por la ladera hasta llegar la zona de la Alhambra. Así habría suministrado agua a la zona capitolina (barrio habitado de la Sabica y castillo romano de la Alhambra). Podría caber esta remotísima tesis; está basada en un escrito del Padre Echeverría (1764) en el que refiere la existencia de una inscripción romana en la que consta que “…Cayo Julio, caballero iliberitano, introdujo con su dinero en el Capitolio el agua del río Darro. El Capitolio estaba sin duda en la Alhambra, y así es visto que él sacaba esta acequia y taladraría esos montes y haría esas minas y lo mismo quizás sucedería con la que viene a este sitio [el Albayzín]”.

Con este texto está sugiriendo que los romanos llevaron el agua del Darro hasta el monte de la Sabika (no habrían sido los alhamares en el siglo XIII, al construir la Alhambra). Y no la traerían de los ríos Aguas Blancas o Genil (Hoy existe un enorme canal que pasa por debajo de la Alhambra procedente de la depuradora de Cenes y que atraviesa el Albayzín hasta los depósitos junto a la Escuela de Salud Pública).

Al respecto, la catedrática de Historia Antigua Margarita Órfila no lo descarta del todo. No obstante, se habría precisado la construcción de una arcatio (acueducto) que atravesara el valle del Darro desde la Alhambra a la parte alta del Albayzín. El problema es que la altura en el centro supera los 70 metros y no hay el más mínimo resto arqueológico de una obra romana de tal magnitud. Bien es cierto que haría más de mil años que dejó de usarse y por eso habría sido destruido o arruinado por el tiempo.

Fragmento de la Plataforma de Vico en el que aparecen tres arcos en medio de la muralla zirí, que debieron pertenecer a un acueducto romano y fueron reaprovechados en el siglo XI. Estaban en la zona del Carmen de San Agustín, aproximadamente. A finales del siglo XVI debían permanecer todavía en pie.

En favor de esta tesis contamos con un elemento sumamente curioso en la Plataforma de Vico (dibujada en 1590 e impresa unos años más tarde), que ha pasado un tanto desapercibido. En el tramo de muralla que bajaba desde la Bib Al-Bonut (plaza del Abad), en una zona que debía corresponderse con la posterior Huerta de las Tomasas (después Carmen de San Agustín y hoy de un príncipe árabe) se ve claramente que a finales del siglo XVI todavía existían tres arcos correspondientes a un acueducto. Da la sensación de que se trató de un tramo de arcatio romano que fue reaprovechado por los ziríes para incrustarlo en la muralla que bajaba por ahí, de manera paralela a lo que hoy es la Cuesta del Chapiz.

No obstante, la falta de perspectiva y realismo con que dibujó su Plataforma Ambrosio de Vico también podría pensarse que estos tres arcos enfilan hacia la ladera del cerro de San Miguel, a lo que hoy es la Vereda de Enmedio, por encima del Camino del Sacromonte. Quienes mantienen esta teoría consideran que este imponente acueducto, de haber existido, habría bajado por lo que hoy es la Cuesta de los Chinos y fue desmontado para construir la Alhambra. Además, llevaría ya varios siglos sin usar, y lo que no se usa, deja de existir.

2. Por la margen derecha del Darro. Al lado de la actual Presa Real que desvía el agua para la Alhambra, existió en tiempos romanos un pequeño asentamiento rural. El arqueólogo J. Sanguino Vázquez estudió el tema en 1998 con motivo de los informes previos para construir la Presa del Jesús del Valle. Sus conclusiones las recoge Ángel Rodríguez Aguilera en su Granada Arqueológica (2001) con el siguiente texto: “…se descubrió un yacimiento romano justo en el punto donde se encauza la Acequia Real, discurriendo por la margen derecha hasta que en el azud pasa a la izquierda de  manera que no sería descabellado plantear que aquí existiese una canalización de esta época que discurriría hasta el recinto del oppidum por la orilla derecha, distribuyéndose posteriormente en las distintas cisternas que estratégicamente estaban diseminadas por toda la ciudad, aunque de momento es sólo una hipótesis sobre la que incidir en el futuro”.

Esta hipótesis se materializaría con el serpenteo de un Aqua por la ladera derecha del Darro, igual que lo hace la Acequia Real por la izquierda, salvando barrancos mediante acueductos de mayor o menor entidad y atravesando las laderas más salientes mediante túneles y minas. El problema es que hasta el momento existen pocos indicios de que ese canal o acequia hubiera existido, al menos hasta finales del siglo IV, cuando se produjo un importante abandono de las ciudades romanas y se ruralizó la vida en el imperio. Aunque Florentia continuó siempre con cierto grado de ocupación poblacional, los indicios arqueológicos demuestran la potenciación de infinidad de villaes en los alrededores y la destrucción progresiva de la ciudad. Un claro ejemplo es el Foro: ninguna de sus estatuas metálicas ha sobrevivido, fueron fundidas; las obras y suelos de mármol blanco fueron reutilizados para hacer cal. Pedestales, zipos, capiteles, columnas duermen partidos o reutilizados en cimentaciones de otras construcciones o en los museos. Algunas pequeñas muestras han ido apareciendo en los últimos quinientos años.

Hay, no obstante, algunos indicios históricos y arqueológicos que hacen plausible esta tesis de Aqua Iliberritana por la ladera derecha del Darro. El único resto arqueológico, además del poblado de la captación, se encuentra en el Barranco del Hornillo. Hasta bien entrado el siglo XVII existió a media ladera del monte Valparaíso una renombrada fuente. Caería en el barranco del actual Puente Mariano, ligeramente por encima del nivel de la Abadía del Sacromonte. Aquel nacimiento de agua fue aprovechado por la ciudad de Granada y conducidas sus aguas hasta la parte alta del Albayzín.

De hecho, en el año 1556 figura en las Actas del Cabildo de Granada una referencia al proyecto de construcción de un acueducto por los arquitectos Diego de Siloé, Julián de Almagro y Jerónimo García. Ese acueducto fue dibujado por Ambrosio de Vico y su ayudante Girolano Lucente en 1595-9, cuando el arzobispo Pedro de Castro les encargó planos, dibujos y grabados con motivo de la aparición de los Libros Plúmbeos. Además, también incluyeron otros puentecillos o acueductos menores en los barrancos que encajonan el monte Ilipulitano (donde después construyeron la Abadía).

Me pregunto si este acueducto de los grabados que salvaba el barranco de Valparaíso dirigía las aguas hasta lo que hoy son las Santas Cuevas del Sacromonte. ¿Podrían haber sido estas cuevas en origen la mina del Aqua que atravesaba el monte Ilipulitano? Su dirección bordeando el monte podría así indicarlo. No obstante, cuando fueron redescubiertas por los buscadores de oro en 1595 ya estaba cegada la mina, rehundida y convertida en parte en horno de cal. Además, las excavaciones en busca de planchas y libros plúmbeos modificaron y agrandaron la mina original en varias direcciones.

Esquema de las Santas Cuevas hecho por Alberto Fernández en 1610. Arriba, derecha, se ve marcado con un número 30 el acueducto que salvaba el barranco de Valparaíso. Las cuevas bordean el barranco y se adentran en el monte Ilipulitano buscando el Barranco de los Negros en dirección al Albayzín.

Plano de Loaysa (anónimo). Este esquema de las aguas de Granada fue dibujado en la primera mitad del siglo XVII. Representa claramente la acequia que recogía las aguas de Fuentes de Valparaíso, pasaba por la explanada de la Abadía del Sacromonte y entraba al Albayzín por una zona indeterminada por encima del camino de Beas.

El monte Ilipulitano fue cortado y allanado a partir de 1600 para construir la abadía. En la enorme explanada que se hizo para asentar el edificio no fue destruido un enorme muro romano que debió formar parte de una construcción más amplia y, quizás, por este edificio los antiguos considerasen que aquella construcción era la población de Ilípula. El muro se encuentra todavía en pie y fue incorporado a la parte norte de la Casa de Canónigos.

También en los grabados de Ambrosio de Vico y después de Alberto Fernández (de principios del XVII), se aprecia el camino que discurría entre la Abadía del Sacromonte a media ladera e iba a desembocar a lo que hoy es la Vereda de En medio. Ese camino se llamó en los siglos XVII y XVIII camino de la acequia. ¿Podría ser una reminiscencia a que la gente lo utilizaba como un antiguo paso de riego romano?

Como afirma más arriba Rodríguez Aguilera, esta teoría todavía puede ser susceptible de profundizar en ella. No es descartable que la captación romana estuviese en torno a los 858 metros sobre el cauce del Darro; las Santas Cuevas se hallan en la cota 800; y la entrada del acueducto romano en el oppidum en la cota 760. Es decir, desde la hipotética presa de toma hasta la desembocadura en la parte más alta de la ciudad habría unos 100 metros de desnivel y algo más de ocho kilómetros de distancia.

Continuando con esta hipótesis del Aqua por la ladera del Darro, ¿no podrían haber estado los tres arcos de la Plataforma de Vico enfilados a la Vereda de Enmedio para salvar la vaguada de la Cuesta del Chapiz? Insisto en que los dibujos de la Plataforma son meramente indicativos.

Hacia 1635 debió ser trazado el plano-esquema de aguas de Granada, asociado al Apeo del Licenciado Loaysa. En este dibujo queda recogido y resaltado el canal que recogía las aguas del barranco Valparaíso, pasaba por la meseta artificial de la Abadía del Sacromonte y penetraba en el Albayzín a media altura; quizás se tratase del Camino de la Acequia que conducía las aguas por encima de la acequia de Axares o San Juan, pero en cota muy superior.

Y, finalmente, de haber entrado el agua hasta la altura de la Vereda de Enmedio, habría ido a enlazar con el gran acueducto bordeando las faltas del cerro San Miguel hasta morir a la altura del Aljibe de la Vieja. Siempre por la cara sureste del cerro.

3. Aqua Iliberritana desde la Sierra de Alfacar. Ya avanzo que la tesis más probable sobre el canal del Aqua Iliberritana es la que procede de la Sierra de Alfacar. La que en los últimos mil años se ha conocido como Acequia Aynadamar y ha estado en funcionamiento ininterrumpido entre finales del siglo XI y mediados del siglo XX. Se achaca el inicio de su construcción al rey zirí Abdalá, en el primer tercio del siglo XI; no obstante, no habría entrado en funcionamiento hasta la década de 1090, ya con los almorávides como dueños de A-Andalus.

Al igual que se habla de refundación de Iliberri-Florentia-Granada por los ziries (a partir de 1013) entiendo también apropiado hablar de refundación o reconstrucción de esta vieja y olvidada conducción de Aqua romana. Incluso me atrevería a asegurar que en sus tramos altos el origen de la Acequia Aynadamar es prerromano (así lo sostienen Francisco González Arroyo y Salvador Ruiz Caballero en su libro Aynadamar. De Fuente Grande al Albayzín (2004). Resulta evidente la existencia de puentes y algunos tramos de la Acequia Aynadamar que son de origen romano, o incluso iberos, y no islámicas; esto es palpable en los puentes de los Arrieros y Alhatara, además de en el acueducto del mismo nombre; el problema es que esta acequia de 13 kilómetros ha sido rehecha y rectificada cientos de veces, con lo cual los restos romanos han desaparecido casi por completo.

En el año 1902, el experto en aguas Miguel Garrido Atienza no tuvo la menor duda de que el trazado de esta acequia era de origen romano (Las aguas del Albayzín y Alcazaba).

Está prácticamente aceptado por los estudiosos del tema que este Aqua serpenteaba por las laderas de Alfacar, Víznar y los cerros próximos a Granada, más o menos por el mismo recorrido que ha tenido hasta hace pocos años. A su paso fue irrigando arbolado y huertos hasta las llanuras de Pulianas. Pero antes, en época romana, suministraba agua al conjunto industrial de los once alfares de Cartuja (siglos I-II); debió ser el complejo artesanal más importante de Iliberri y precisaría de bastante agua para amasar su barro. Una tradición alfarera romana que después adoptaron todas las culturas hasta la actual Fajalauza.

Acueducto de 11 metros de largo por 90 cms. de ancho que entraba a Iliberri de manera perpendicular a la muralla, en la calle Espaldas de San Nicolás (actual Centro Islámico). P. CASADO.

La cuestión más seria de dilucidar es cómo entraba el Aqua Iliberritana en la ciudad romana de Florentia. El tramo de acueducto que duerme bajo el solar del Centro Islámico (en los bajos de la Mezquita, calle Espaldas de San Nicolás) apunta con sus once metros directamente al cerro de San Miguel. Debió encaminarse hacia la zona donde actualmente está el Aljibe de la Vieja. Sabemos que los romanos sólo construían sus calzadas y acueductos a base de rectas. Aquí nos vuelve a surgir la duda de si el acueducto iba en línea recta hasta la calle San Luis (por debajo de la Cruz de la Rauda), o quebraba su dirección buscando la ladera Noreste del cerro San Miguel en busca del pago de Manflor. Nunca lo sabremos.

Fuese de una u otra manera, lo que sí debió ser necesario es la construcción de un acueducto entre la ladera del Cerro San Miguel y la entrada por la muralla ibero-romana buscando el punto más alto del asentamiento. En medio de estos dos puntos, distantes unos doscientos metros, hay una vaguada superior a diez metros en su punto más profundo. Este acueducto bien pudo haber estado sustentado por una arcada de más o menos extensión y altura, bien pudo discurrir sobre un muro macizo con solo paso de aguas en su punto más bajo.

El acueducto romano quedó sin uso a partir de la refundación de Granada y de su reforma del sistema de aguas en el siglo XI. Desde ese momento, el Aqua Iliberritana o la Acequia Aynadamar, moría en el albercón del Manflor (por encima de la posterior puerta de Fajalauza). La nueva canalización zirí hizo entrar el agua a la ciudadela por las actuales calle San Gregorio Alto y Calle Agua. Aquí empezaban ramificaciones por todo el Albayzín; antes incluso partían ramales para el barrio de la Xarea (San Gregorio y San Cristóbal) y calle San Luis para regar el barrio del Chapiz.

El acueducto romano principal sería desmontado poco a poco y sólo nos ha llegado a nuestros días el tramo de 11 metros que se conserva protegido bajo la Mezquita. De existir hoy, caería en medio de la Plaza Aliatar.

La terma pública junto al Foro

Es sobradamente conocido que el Foro de la ciudad iberorromana de Iliberri-Florentia estuvo situado en el solar del Carmen de Lopera, actual Carmen de la Concepción, entre las calles María de la Miel, Placeta de las Minas, Pilar Seco y Camino Nuevo de San Nicolás. Fue descubierto por el Padre Flores a mitad del siglo XVIII. Sus falsificaciones propiciaron la condena y enterramiento de buena parte de lo hallado. Algunas basas, inscripciones y trozos de estatuas verdaderas están a salvo en el Museo Arqueológico. Pero la mayoría permanece destrozado y enterrado bajo las actuales edificaciones. En los últimos veinte años, los arqueólogos han podido comprobar su existencia en varias excavaciones de la acera impar de la calle María la Miel.

En las tres últimas décadas han aparecido más restos romanos en Iliberri que durante los siglos anteriores. Se ha avanzado bastante en el conocimiento de la ciudad iberorromana. Aunque no lo suficiente.

La última gran aportación para conocer la época altoimperial de Granada, la de su mayor esplendor en la antigüedad, la ha protagonizado el equipo arqueológico dirigido por Maribel Mancilla Cabello. Ha desenterrado lo que a todas luces fue la gran terma pública de Florentia y gran criptopórtico que debió soportar un edificio de la fachada Sur del Foro romano. Este descubrimiento es de suma importancia para conocer el sistema de suministro y uso de la red pública de aguas en tiempos romanos, así como de su evacuación.

Carmen de Zenete (en el centro) y Casa del Tinte (frente al pino) donde han sido hallados el criptopórtico y la terma romanos. En primer término, restos de la muralla ibero-romana en el Huerto del Carlos.

El hallazgo comenzó hace un par de años en la excavación de una parcela situada justo por debajo de Foro, en la manzana de casas delimitada por las calles Gumiel de San José, Aljibe del Gato y Camino Nuevo de San Nicolás. Más concretamente, en el solar de la que fue Casa del Tinte (número 4 de Gumiel) durante la primera mitad del siglo XX.

Mediante la meticulosa excavación del solar han ido apareciendo las diversas capas de ocupación de distintas culturas: iberas, ibero-romanas, romanas de varias épocas, bizantinas, de varias etapas islámicas, moriscas, cristianas… hasta desembocar en el siglo XX con su utilización como fábrica de tintes.

La parte excavada ha profundizado hasta llegar a la estratigrafía ibérica. Unos 26-27 siglos de antigüedad. El hallazgo más sorprendente ha sido la aparición de los restos de la piscina central de lo que debió ser la terma pública de la ciudad. Sus dimensiones son considerables, en forma semicircular en su extremo Sur. Pegado a ella, por fuera, se esboza una exedra semicircular sobre la que los asistentes debían sentarse a mirar el paisaje de Sierra Nevada, pues está encarada hacia esos montes. El lugar debió tratarse de una serie de terrazas inmediatamente por debajo del Foro, donde se ubicaron principales edificios públicos.

La terma pública junto al Foro. Fotografía extraída del informe previo del equipo arqueológico. En la parte superior (Norte) se consigna como Estancia 1 la piscina central de la terma pública. A ambos lados aparecen otras dos estancias auxiliares. Debajo del semicírculo apareció una fuente rodeada de una exedra que mira a Sierra Nevada. Desde ella, perpendicular hacia abajo, parte un canal de desagüe.

Exedra de Delos. Asiento semicircular corrido con respaldo. Algo similar debió ser la terma de Granada.

La terma, obviamente amortizada en época tardoimperial, está a nivel de cimientos. Debió ser reconvertida en un horno de cal en el que quemaron los mármoles que la adornaron. Las instalaciones complementarias de la terma deben estar bajo el suelo de las edificaciones colindantes, especialmente bajo el edificio de la esquina, conocido desde el siglo XVII como Carmen del Marqués del Zenete.

Este Carmen está sustentado sobre los restos de un criptopórtico que discurre de Este a Oeste, casi paralelo al Camino Nuevo de San Nicolás, con algunas ramificaciones laterales. Maribel Mancilla valoró en su primer informe de urgencia que el criptopórtico debió ser utilizado para el aterrazamiento de la zona foral Sur, sobre el que cargar grandes edificios de carácter público. Además, es bastante probable que este subterráneo se utilizara como mina por la que conducir el agua desde el acueducto de la muralla hasta allí, por debajo de la actual Plaza de San Nicolás. Da la sensación de que continúa por debajo del Carmen de Moraima, el edificio paredaño.

La exedra estaba al lado de una fuente que todavía conservaba el sistema de drenaje en dirección a la Placeta de Nevot.

Esquema del criptopórtico. El túnel más largo, de casi 40 metros, discurre de Este a Oeste, casi paralelo al Camino Nuevo de San Nicolás. Es una especie de sótano que sirvió para aterrazar la zona, cargar edificios sobre él y quizás albergar conducciones de agua a la terma.

La autora del descubrimiento está todavía ultimando el estudio y la publicación de los resultados de la excavación. No podremos conocer esta importantísima aportación a la historia del agua en la Granada romana hasta que los haga públicos. Nos ha comentado que se afana en este menester.

Las obras de construcción sobre la antigua Casa del Tinte están en fase final. El propietario de las cuatro casas que forman esta media manzana y los arquitectos se ofrecieron a la Delegación de Cultura para reformar el proyecto en cuanto supieron de la importancia de lo hallado. Al final, se ha modificado el proyecto para dejar intacta la terma bajo la losa de la casa; según me informa el arquitecto técnico, Miguel Castillo, se ha micropilotado losa que sustenta la casa, procurando no afectar a lo importante; ha sido elevado el forjado inferior en 40 centímetros, se han cubierto los restos con tela aislante y zahorra. La terma romana de Iliberri dormirá en el futuro bajo esta losa de hormigón.

[Considero que la Delegación de Cultura disponía de otras soluciones mejores, suficientes para satisfacer los derechos de la propiedad y el interés de la Cultura y la Historia de Granada. Una vez más, la sensibilidad de técnicos y políticos de Cultura ha quedado en evidencia. Como casi siempre].

Una cabeza adrianea

Entre la multitud de restos cerámicos aparecidos en las distintas estratigrafías de la excavación en la Casa del Tinte, quizás lo más interesante sea la cabeza de una estatua en mármol blanco. Está todavía en el Museo Arqueológico de Granada, pendiente de un estudio en profundidad por un experto del Instituto Andaluz de Patrimonio. La cabeza está esculpida en mármol blanco, no procedente de Macael ni de ninguna otra cantera cercana a Florentia. No es descartable, por tanto, que fuese importada de algún taller de Italia. Es de tamaño natural y debió estar ubicada en el Foro inmediato al lugar de aparición o incluso dentro de la terma.

Cabeza de Adriano de los Museos Vaticanos. Debajo, dibujo de la cabeza aparecida en la terma de Granada que un anónimo envió a la asociación Oppidum Eleberis.

Por su hechura, los indicios apuntan a que debió ser una representación del emperador Adriano (gobernó entre 117 y 138 d. C.), por su gran parecido con otras cabezas similares que abundan en lo que fue el imperio romano. Presenta señales de haber tenido incrustada una corona metálica de laurel. A primera vista, da la sensación de que esta cabeza fue retocada por algún artesano local para reaprovecharla en favor de un emperador posterior. Con lo cual lo único que consiguió fue deformarla.

Se trata de una de las pocas cabezas de época romana que han llegado a nuestros días. En la zona del Foro aparecieron en el siglo XVIII varios pedestales y partes de estatuas y capiteles rotos. Pero ninguna figura intacta.

El puzzle romano se va encajando

Durante los últimos treinta años, con motivo de excavaciones de urgencias por obras, han ido apareciendo restos de época ibero-romana o romana que van completando lo que fue el mapa de la ciudad de Florentia. Tanto en el núcleo principal del Albayzín como en los alrededores. Sin duda que los dos hallazgos más importantes corresponden a las villaes de Los Mondragones y calle Primavera; en la primera aparecieron cuatro prensas de aceite, una terma, una especie de basílica y una enorme construcción señorial. En la calle Primavera, además de la terma, se han encontrado varios mosaicos de gran extensión.

Con motivo de las obras del Metropolitano de Granada han sido desenterradas varias villas romanas en los Jardincillos universitarios y a lo largo del Camino de Ronda. Se trató de villaes periurbanas dedicadas a la producción agropecuaria. En total, más de sesenta sitios de origen romano hay contabilizados en las cercanías de Florentia.

A todo ello hay que sumar lo aparecido con anterioridad: los once alfares romanos frente a la Facultad de Teología de Cartuja; los sarcófagos de plomo de Gran Vía, 12 (en 1904) y Plaza de Villamena (en 2019); la villa romana de Gabia; en calle Agua de Cartuja. El número de necrópolis romanas es bastante abundante en Granada: calle Colcha, Colegio de la Presentación, Carmen de Rolando, paseo de la Alhambra, Plaza Einstein, San Juan de los Reyes, edificio de la Alsina en el Camino de Ronda, etc.

Como comenté anteriormente, en los últimos cuarenta años los arqueólogos han avanzado más en el conocimiento de la Granada romana que en toda la Historia anterior. El problema es que esta ciudad ha sido sometida en los últimos 15 siglos a una ocupación sistemática de diversas culturas, que han destruido y reaprovechada progresivamente la grandeza del urbanismo y la cultura romanas.

Se conocen prácticamente los perímetros de las murallas, la ubicación del Foro, la base del sistema de aguas urbanas, diversos alfares, infinidad de villaes y necrópolis. En cambio, no existe el más mínimo vestigio de dos piezas urbanísticas esenciales en una ciudad de medianas dimensiones que gozó de la categoría de Municipium en el derecho romano: el teatro-anfiteatro y el circo. El circo ha sido esbozado en lo que hoy es la zona del Violón; desde siempre se ha tratado de un lugar de uso y disfrute público. De haber estado allí situado el circo, tuvo que tratarse de una instalación modesta, sin apenas graderío, quizás construido como una empalizada.

El teatro o anfiteatro fueron obligatorios en toda ciudad romana de medio pelo. Florentia debió contar al menos con un teatro. Hasta ahora no ha aparecido un vestigio claro que pueda indicar dónde estuvo situado. Durante la apertura de cimientos de edificios de la Gran Vía, los obreros hallaron grandes muros romanos a escasos metros del ábside de la Catedral; están enterrados a una profundidad de 8-10 metros, junto a una calzada. Cabe la posibilidad de que el teatro-anfiteatro romano estuviese situado en esta zona que hoy ocupan los edificios religiosos católicos y que antes ocuparon los edificios religiosos islámicos y quizás antes alguna iglesia visigoda o mozárabe.

Tampoco es descartable que el teatro romano local estuviese construido en las laderas bajas del actual Albayzín, a continuación de la muralla que discurría por la zona de San Juan de los Reyes; de esta forma se aprovecharía la pendiente del terreno para facilitar el graderío. No obstante, al no haber aparecido nada todavía, nos movemos en el terreno de la simple especulación.

Lo que sí es cierto es que los ocupantes musulmanes a partir del 713 utilizaron viejos edificios romanos como cantera para sus construcciones y relleno de cimentaciones. Eso queda de manifiesto en cualquier excavación del Albayzín. Incluso a la vista está que el alminar de San José tiene su base apoyada sobre grandes sillares romanos. Y las dos columnas que flanquean el aljibe de San Miguel y la losa de su alféizar son de factura romana.

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