PRENSA: Granada a toda vela. Historia sobre la Real Fábrica de Lona de Granada, situada en el Albayzín
Siete de cada diez barcos de la Armada española montaban velas y jarcia procedentes de la Real Fábrica de Lona de Granada, a finales del siglo XVIII
La destrucción de la flota española en las batallas del Cabo de San Vicente y Trafalgar hundió la actividad de telares y atarazanas granadinos
Granada consiguió ser la provincia con mayor renta per capita durante los años de bonanza de cultivo y manufactura del lino y cáñamo
Fue demolida parte de la muralla zirí y abierto el Carril de la Lona para que las carretas pudiesen acceder a la fábrica del Albayzín
La nave capitana Santísima Trinidad era a finales del siglo XVIII el mayor buque de guerra del mundo; ningún barco tuvo por entonces cuatro puentes y 136 cañones. Cuando se fue a pique tras la batalla de Trafalgar, el Trinidad llevaba prácticamente recién repuesto su velamen y la jarcia –conjunto de cabos y cables– con lonas y cuerdas fabricados en la Real Fábrica de Lonas de Granada; el lino y cáñamo necesarios procedían de los inmensos cultivos de las vegas de Granada, Loja, Orce, Galera, Baza y Guadix. Las velas y la cordelería suponían un peso del 10% de las 2.902 toneladas que desplazaba (medía 63,36 metros de eslora, 16,17 de manga y cargaba 1.160 hombres en su última batalla).
No podemos hacernos una idea de los millones de quintales de lino y cáñamo que salieron de los campos granadinos en la época dorada de la Armada española durante la segunda mitad del XVIII y primerísimos años del XIX. Ni tampoco de los miles de metros cuadrados de lona y kilómetros de cuerda que fabricaron en los telares y atarazanas granadinos
No podemos hacernos una idea de los millones de quintales de lino y cáñamo que salieron de los campos granadinos en la época dorada de la Armada española durante la segunda mitad del XVIII y primerísimos años del XIX. Ni tampoco de los miles de metros cuadrados de lona y kilómetros de cuerda que fabricaron en los telares y atarazanas granadinos. Llegó a haber más de 200 telares en la capital a plena producción; y varios miles de personas cultivando las fibras, preparándolas y tejiéndolas. Hay que tener en cuenta que aquella actividad era muy artesanal y requería muchísima mano de obra.
La principal y más señera factoría de velas fue, durante un siglo, la Real Fábrica de Lonas del Albayzín. Estuvo situada en lo que hoy es la Casa de la Lona.
El lino/cáñamo que sustituía a la seda
El 12 de mayo de 1696 quedó constituido en Granada el Gremio de Cordoneros. Los trajinantes de seda comprendieron que este producto originario de China empezaba a tener muchísima competencia con las flotas que lo traían de Oriente, mucho más barato. Empezaron a ver en el lino y el cáñamo una alternativa. Estos productos de fibra sembrados en Granada resultaron de mucha mayor calidad que los de otras regiones. Empezaron a proliferar por Granada las fábricas de alpargatas, lonetas y cuerdas.
En 1718, el rey Felipe V comenzó a ser consciente de que España debía ser autosuficiente en la fabricación de velas y jarcias de su armada. Hasta entonces, nuestro país se había venido nutriendo de los mercados bálticos, en manos de ingleses y holandeses. Y estos dos pueblos resultó que eran más enemigos que amigos en la carrera de Indias y en el mar. La flamante monarquía borbónica puso el asunto en manos José Patiño Rosales (1666-1736), intendente general de Marina y posterior secretario de Estado; éste comenzó a fomentar la compra de fibra española, especialmente la granadina por su buena calidad.
Inmediatamente surgió la Real Compañía de Granada para el Comercio con América (1747). Era una sociedad participada por accionistas locales, nacionales e incluso por el rey. Entre sus fines se encontraba también fomentar la siembra de lino y cáñamo, y transformarlo en lona y cuerdas. Su cliente principal sería la Armada,
Existen numerosas referencias al incremento del cultivo de lino ya desde aquellos primeros años del XVIII en los términos de Granada (pagos de Zaidín, Arabial, Camaura, Nánjar), Armilla, Churriana, Cúllar, Iznalloz, etc. Se les llamaba labradores del cáñamo y se les exigía una titulación y licencia para ejercer tal profesión.
Inmediatamente surgió la Real Compañía de Granada para el Comercio con América (1747). Era una sociedad participada por accionistas locales, nacionales e incluso por el rey. Entre sus fines se encontraba también fomentar la siembra de lino y cáñamo, y transformarlo en lona y cuerdas. Su cliente principal sería la Armada, que cada vez precisaba de mayores suministros para sus buques de línea. La demanda disparada también procedía de los armadores privados.
Hubo dos industriales foráneos que se interesaron, dentro de la Real Compañía, por invertir parte de sus fortunas en Granada: el primero fue Salvador Manuel de Argumosa y Gándara, con fábricas textiles en varios pueblos de la Vega de Granada. A él se asoció un importante personaje de la nobleza y la política, José de Carvajal y Lancaster (1698-1754). Este último era hermano del IV Duque de Abrantes, con palacio y tierras en Granada; fue ministro en el reinado de Fernando VI. La gran aportación de ambos consistió en traer a Granada las primeras máquinas de las que se utilizaban en telares ingleses. En cuanto a Argumosa, ocupó el cargo de Administrador de Rentas de Granada y corredor del Gremio del Lino.
Agramadora inventada por Agustín Sellent (1784), utilizada en los telares granadinos para el tratamiento de la fibra vegetal.
La Real Compañía de Granada tuvo una vida ciertamente efímera (cerró en 1756). Pero contribuyó a la consolidación de la actividad cannábica en la provincia.
Las mejores tierras de Granada se dedicaron al cultivo del lino y del cáñamo para atender las demandas de la navegación española. El lino y cáñamo de Rusia y el Báltico dejaron de llegar a nuestro país como consecuencia de las continuas guerras de España con Inglaterra; la Corona también fomentó el cultivo de estas fibras en otras regiones españolas (Aragón, Cataluña y Valencia, principalmente). Pero la mejor fibra y las mayores cantidades continuaban saliendo de Granada.
Imágenes procedentes de un reportaje de Mundo Gráfico (1910) que ilustran cómo se hacía el proceso de segado, «cocido» y transporte para secado del cáñamo en un campo de Valencia.
Real Fábrica de Lonas del Albayzín
Parte del antiguo solar del Palacio zirí del Rey Badis (siglo XI) acabó convertido en un palacio renacentista en el XVII. Siguió siendo conocido como Casa del Gallo de Viento (por su veleta). Durante un tiempo fue propiedad del banquero genovés Rolando de Levanto. Por aquel palacio pasaron diversas personalidades militares, judiciales y eclesiásticas. En 1700 lo habitaba el arzobispo Marín de Ascargorta (1639-1719). A su muerte, el arzobispado se lo cedió a la comunidad trinitaria para convento.
Casa de la Lona, principios del siglo XX. La Fábrica de Lona había sido reconvertida en corrala de vecinos.
No conocemos exactamente la fecha, pero ya hacia mitad del siglo XVIII, el palacio del Gallo/convento trinitario aparece reconvertido en una fábrica de lonas. Fue adquirido por el empresario Juan Andrés Gómez Moreno y sus hermanos José Fidel y Salvador María. Esta familia de la burguesía local consiguió una serie de privilegios reales para el suministro de lonas a la Marina, de manera que en pocos años (1773) ya aparece convertido su taller en Real Fábrica de Lonas de Granada. Comenzaba la época de mayor esplendor para el barrio y para toda la ciudad; en esta fábrica de lona hubo empleados directamente hasta 400 vecinos.
Una muestra de la pujanza que dejó esta actividad en el Albayzín y en Granada son los topónimos de las calles: Atarazana Vieja, Callejón de la Atarazana, Atarazana del Santísimo, calle de la Espartera, callejón de Lineros , Placeta del Lino
Empero, en las calles de los alrededores también había infinidad de pequeños telares y trenzadores de cuerdas. Una muestra de la pujanza que dejó esta actividad en el Albayzín y en Granada son los topónimos de las calles: Atarazana Vieja, Callejón de la Atarazana, Atarazana del Santísimo (donde hubo una cordelería hasta finales del siglo XX), calle de la Espartera, callejón de Lineros (dentro de la Alcaicería), Placeta del Lino (donde estuvo el fiel y aduana de este producto).
Fueron años en que aparecen infinidad de solicitudes en el Archivo Histórico Municipal de Granada de personas que pedían sembrar fibras y construir albercas para cocerlas. Las albercas estuvieron reguladas por el Juzgado de Aguas y situadas junto a las principales acequias de la ciudad. Hubo decenas de estas albercas por debajo de las Acequias de San Juan, Santa Ana, Sancti Espíritu (que llevaba el agua por Puentezuelas y zona de actual Gran Capitán), Acequia Gorda y Arabuleila. También se utilizaba el agua de la red de aljibes del Albayzín para el llenado de albercas dentro de las casas de este barrio.
Esquema de cómo era una fábrica de lona; plano de lonas de un buque de 72 cañones; y tabla de cables y cuerdas de la jarcia, y su respectiva colocación en un buque. Proceden del Álbum del Marqués de la Victoria (hacia 1770). FUENTE: ARCHIVO DE LA ARMADA
La monarquía renovó varias veces y amplió las prerrogativas a la Real Casa de la Lona de los hermanos Gómez Moreno. Vemos en los archivos municipales y judiciales cómo poco a poco se fueron adueñando de más y más consumo de agua del Aljibe del Rey, de manera que hubo pleitos y quejas de los vecinos de San Miguel, San José y Cuesta Alhacaba. La Real Fábrica siempre ganaba en las denuncias debido a la protección real de que gozaba. Era una actividad estratégica desde el punto de vista de la defensa de España.
El poder de los Gómez Moreno llegó a ser tal que en el año 1782, Salvador María Gómez Moreno, como administrador que era de la Real Fábrica y canónigo real, solicitó que los jóvenes que trabajaban en su taller quedaran exentos de ser sorteados para ir a milicias
Incluso el poder de los Gómez Moreno llegó a ser tal que en el año 1782, Salvador María Gómez Moreno, como administrador que era de la Real Fábrica y canónigo real, solicitó que los jóvenes que trabajaban en su taller quedaran exentos de ser sorteados para ir a milicias. Su exigencia se cumplió aquel año y los nombres de dos mozos que tenía empleados de esa edad no entraron en las jarras de echar suerte.
Por esos mismos años, también los Gómez Moreno plantearon la necesidad de romper la muralla zirí por debajo de la Puerta Monaita y abrir un acceso directo a la parte suroeste de su factoría. No tuvieron ningún impedimento municipal; el Concejo derribó la vieja muralla y abrió el acceso al Albayzín que hoy conocemos como Carril de la Lona. Hasta entonces, el paso a la Real Fábrica de Lona se practicaba con bestias de carga a través de los escalones de la Puerta Monaita y por la calle San José. Posteriormente, el carril permitió que transitaran carros y carretas tirados por recuas de caballos para poder salvar el gran desnivel que hay entre la Plaza de la Merced y la de San Miguel Bajo.
La Plataforma de Vico (1611) muestra la muralla completa, en la ilustración de arriba. Debajo, el Carril de la Lona fue abierto entre 1777 y 1785 para facilitar el acceso a las carretas del lino. El círculo rojo indica por dónde fue rota la muralla zirí; el rectángulo verde, la ubicación de la Real Fábrica de Lona. En azul se describe el recorrido que seguían los carros desde el Triunfo hasta San Miguel. PLANO DE DALMAU, 1796.
El Comisionado se establece en Granada
El cultivo del cáñamo/lino de Granada era de gran importancia en la corte de Felipe V. Por eso la monarquía fijó su mirada en estas plantas estratégicas para la Armada. Hacia 1730 ya hubo una especie de comisionado real en Granada que se encargaba de comprar fibra. Ya he avanzado que la intención era ir creando una red comercial para obviar las materias rusas y los continuos bloqueos de Inglaterra. Se enviaron varios comisionados a las zonas productoras de lino de España, la principal de ellas ubicada en Granada.
El Estado aseguraba la compra antes de estar sembrada por el agricultor, aunque en realidad el sistema funcionaba como un monopolio público. Después entregaba las plantas a las fábricas productoras de lona y maromas. El remate final de las velas –fábricas de jarcia– solía hacerse en los puertos donde la Armada tenía sus sedes: Cádiz, Cartagena y Ferrol
Pero no fue hasta 1751 cuando el Ministerio de Marina decidió implicarse directamente en los entresijos de producir, financiar y comprar materia prima destinada a las fábricas. El Estado aseguraba la compra antes de estar sembrada por el agricultor, aunque en realidad el sistema funcionaba como un monopolio público. Después entregaba las plantas a las fábricas productoras de lona y maromas. El remate final de las velas –fábricas de jarcia– solía hacerse en los puertos donde la Armada tenía sus sedes: Cádiz, Cartagena y Ferrol.
Así fue como nació la Real Comisión del Cáñamo de Granada, hacia 1770, con un alto mando del Ministerio de Marina a su frente. Comenzó entonces y prolongó durante tres décadas el mayor pico de siembra de lino-cáñamo en la provincia de Granada. Nuestra provincia se mantuvo a la cabeza de la producción durante el tiempo que permanecieron vigentes las reales comisiones del cáñamo del país, seguida de las de Valencia, Murcia, Aragón y Cataluña.
La introducción de lino y cáñamo trajo a Granada un cambio muy importante en el sistema productivo. Incluso en el paisaje. Ya he escrito que fue construida la Real Fábrica de Lonas en el Albayzín; fue rota la muralla y abierto el Carril de la Lona. Pero lo más importante fueron los centenares de albercas para cocer el lino que construyeron nuestros antepasados. Amén de decenas y decenas de pequeños telares repartidos por pueblos y la capital que también fabricaban sus lonas.
En las dos últimas décadas del siglo XVIII, la producción del cáñamo y lino en la Vega de Granada se había multiplicado un 700% en el primer caso y un 400% en el segundo. Las tierras de La Zubia producían unas 12.000 arrobas anuales de cáñamo y 3.500 de lino; Armilla, 6.000 y 3.500, respectivamente; Alhendín, 4.000 en cada caso; Cúllar una cantidad similar a ésta; Huéscar, algo más de 3.000 arrobas de cáñamo. El resto de poblaciones con vega se quedaban muy por debajo. Las grandes productoras eran Granada capital, Santa Fe, Fuente Vaqueros y Pinos Puente.
Por ejemplo: el comisionado real Esteban de Gaztambide compró tres reales del agua del Genil en 1785 para instalar pequeñas fábricas en las calles del Ángel y Recogidas, esquina a la calle Verónica; esta última instalación fue incluso ampliada en 1817. La expansión de esta actividad la calculaba el Arzobispado Granada en su demarcación en no menos de 200 tiendas dedicadas a esta manufactura, con una producción superior a 150.000 arrobas anuales de lino y otras tantas de cáñamo. De todas las fábricas sobresalía una por su potencia, la de los hermanos Gómez Moreno (Real Fábrica de Lonas).
La potencia de la industria cannábica granadina debió ser tal que incluso se la tomó como modelo para extenderla a los dominios americanos. En 1777 fueron enviados 36 agricultores granadinos a aclimatar el lino y el cáñamo de aquí en las zonas de Nueva España (México), Luisiana (actual EE UU) y Caracas
La potencia de la industria cannábica granadina debió ser tal que incluso se la tomó como modelo para extenderla a los dominios americanos. En 1777 fueron enviados 36 agricultores granadinos a aclimatar el lino y el cáñamo de aquí en las zonas de Nueva España (México), Luisiana (actual EE UU) y Caracas. Los Gómez Moreno les dieron a cada uno de los tres grupos 100 fanegas de semilla de lino y 100 de cáñamo. A cada agricultor emigrado la Corona les adjudicó tierras en propiedad. Les pagaban 10 reales diarios a los solteros y 14 a los casados. La experiencia no resultó y, diez años más tarde, la mayoría había regresado o se quedó dedicado a otros menesteres.
Aquellos expertos agricultores granadinos del cáñamo intentaron implantar en América el proceso que aprendieron de sus padres en las vegas subbéticas. El mejor lino y cáñamo que se producía en España comenzaba por la siembra temprana y el escardado. Al ser buenas tierras, la talla de la fibra era bastante elevada. Era una actividad que requería mucha mano de obra, de ahí que por aquellos años se produjera un considerable movimiento de población de las zonas montañosas hacia las Vegas. La siega se hacía con hoces algo más abiertas que las del trigo; las ramas se recogían en manos y se agrupaban en manás de dos a tres kilos. Posteriormente se agrupaban en haces para transportarlos hasta las albercas. En estos recipientes se cocían, es decir, se provocaba una fermentación en agua que oscilaba entre 18 y 22 días a remojo. A continuación se bailaba o extendía al sol en forma de abanico para su secado. El paso siguiente nos llevaba al majado y espajadoen unos bancos trituradores y golpeándolo con una especie de raqueta. El fin era eliminar las semillas, quitar impurezas y empezar a separar las fibras.
Los manojos de fibras pasaban ya a los telares para su conversión en hilos y posterior fabricación de lona, loneta y diversos tipos de cabos para los barcos. Todo este proceso, manual en su mayoría, exigía la colaboración de muchísima mano de obra. De ahí que a este cultivo social se le conociera por entonces como el “pan de los pobres”.
Se trató de una actividad sumamente molesta para la gente que no participaba de ella. Para empezar, el olor que desprendía el fermentado de tanto aljibe corrompía el aire en época de cosecha. Después, con el espajado y majado, se creaba una nube de polvo sobre la ciudad que en ocasiones obligaba a cerrar ventanas y ponerse pañuelos en la boca. Eso provocó reiteradas quejas y denuncias en la Real Chancillería.
En estas tres ilustraciones vemos a un grupo de hombres trabajando en sus bancos de espajado del lino. En la siguiente, unas mujeres de Casa Nueva (Pinos Puente) proceden a hacer fajos con la fibra en una imagen de 1920.. Debajo, banco que se conserva en el Museo de Atarfe.
Hasta que llegaron los ingleses y lo fastidiaron
España se alineó con Francia en el pulso que se mantenía en Europa y en las colonias americanas. La flota inglesa no era mucho mayor ni mejor que la española (unida a la francesa en la mayoría de casos). Pero los marinos ingleses eran verdaderos profesionales, mientras en la Armada española no ocurría lo mismo.
El declive de la Armada española en el largo enfrentamiento contra los ingleses fue de mal en peor en los últimos años del siglo XVIII. Para empezar, la batalla del Cabo de San Vicente (1797) mermó considerablemente la flota; después llegó el gran desastre de la batalla de Trafalgar (1805); y en 1812 Napoleón se quedó con los barcos que le gustaron. España había perdido en pocos años la mayor parte de sus navíos de guerra. Y se remató con el inicio de la independencia de los pueblos americanos y el retraimiento de la flota comercial.
España comenzó a perder la honra y los barcos; Granada perdió buena parte de la principal fuente de riqueza que la mantenía a flote desde varias décadas atrás. El hundimiento del Santísima Trinidad, con velas nuevas hechas en Granada, fue toda una premonición de lo que vendría después
España comenzó a perder la honra y los barcos; Granada perdió buena parte de la principal fuente de riqueza que la mantenía a flote desde varias décadas atrás. El hundimiento del Santísima Trinidad, con velas nuevas hechas en Granada, fue toda una premonición de lo que vendría después. El cultivo del lino y del cáñamo no volvió a recuperar los altos índices de actividad, empleo y facturación mantenidos hasta entonces.
Había resultado que la última década del siglo XVIII, las lonas y cabos de Granada supusieron el 69% de todas las compras de la flota de la Armada: en el año 1790, la Armada compró 56.186 quintales de lona y cuerdas para sus fábricas de jarcia de Cádiz, Ferrol y Cartagena; pues de ellos, 39.035 Qm. procedían de telares y atarazanas de Granada (23.000 para Cádiz, al que proveía Granada en exclusiva; 11.000 para Ferrol, a la que suministraba el 65%; y 5.035 para Cartagena, a la que proveía en un 30% del total). Es decir, más de dos tercios de las velas fabricadas por aquellos años procedían de Granada.
¿Y eso en dinero qué supuso? Pues un respiro de pocos años para la economía provincial granadina. Granada se aupó por entonces a las tres primeras posiciones de renta per capita de las ciudades españolas (puesto compartido con Segovia y Mallorca, tres únicas provincias que superaban los 5.000 reales por persona). Aunque no hay que olvidar que en cuestión de medias siempre hay uno que se come un pollo, otro pasa hambre y la media de consumo de pollos es de medio per capita (En Granada continuaba habiendo miseria a pesar de su espontánea riqueza).
Cuadro de la batalla de Trafalgar expuesto en el Ministerio de Defensa. España perdió lo mejor de su Armada, Granada la mejor de sus fábricas de lonas.
Hundimiento de la industria de lonas y tímida recuperación
De los 239 buques de la Armada española en el año 1797 se pasó a quedarse con sólo 43 navíos de línea y 25 fragatas en 1808. Y no había dinero para reponer arboladuras. El hundimiento de la Marina española fue catastrófico para Granada. La primera consecuencia fue la desaparición de la Real Comisión de Lona de Granada; la segunda, el cierre de la Real Fábrica de la Lona y su progresivo abandono. El edificio sin actividad pasó a ser un refugio de mendigos y desheredados a partir de entonces. El cultivo de fibras y la fabricación de telas bastas descendió más que notablemente, pues el principal cliente –la Armada– había quedado muy mermada y casi inmovilizada en puerto.
La antigua actividad relacionada con el lino y el cáñamo de Granada tuvo que esperar algunos años todavía para conocer una modesta recuperación. Pero ya nunca fue igual porque los cáñamos levantinos e italianos alcanzaron calidades y precios muy competitivos. La renta per capita local se hundió, los parados aumentaron a millares, la emigración se incrementó notablemente. Todo ello se sumó a la elevada mortandad durante la ocupación francesa y primeros años de la restauración fernandina.
Granada tuvo que reinventarse y dedicar sus cultivos de lino y cáñamo a otras actividades. Estas fibras continuaron plantándose, en menor cantidad, pero la mayoría de albercas siguió cociendo lino cada campaña. Lo que ocurrió es que aparecieron fábricas de alpargatas, sacos, cestos, lonas para cubrirse del sol, muebles…
Granada tuvo que reinventarse y dedicar sus cultivos de lino y cáñamo a otras actividades. Estas fibras continuaron plantándose, en menor cantidad, pero la mayoría de albercas siguió cociendo lino cada campaña. Lo que ocurrió es que aparecieron fábricas de alpargatas, sacos, cestos, lonas para cubrirse del sol, muebles… Granada empezó a ser el reino de las cordonerías, que exportaban a toda España y buena parte de Europa y América. Todavía en los años sesenta del siglo XX se veían cuadrillas de jornaleros majando en sus bancos; en la esquina del Camino de Ronda con Cruz de Lagos pervivía una de aquellas albercas fermentadoras. La Zubia era famosa por su fábrica de alpargatas de suela de cáñamo y puntera de lona blanca (Casa Salmerón tuvo tienda en el solar de Hotel Carmen hasta que éste fue construido). Junto al Convento de San Antón continuó existiendo una atarazana para fabricar cordelería, al igual que en la calle del Santísimo (el edifico existe, aunque reconvertido en posada).
Me he adelantado un poquito en el tiempo. Aunque la Real Fábrica de Lona murió en 1816 y quedó abandonada, todavía dio sus últimos estertores unos años después. En 1821 (Trienio Liberal), con el granadino Martínez de la Rosa como presidente del Congreso, comenzó a elaborarse un proyecto de nueva Armada; sin embargo, la futura flota no se haría realidad hasta después de la muerte de Fernando VII.
A finales de la década de los veinte del siglo XIX hizo su aparición por Granada un empresario llamado Juan Manuel Calderón, interesado en invertir en proyectos navales y de incipientes ferrocarriles. Estaba asociado al Marqués de Salamanca y, con el tiempo, sería de los promotores del ferrocarril Madrid-Aranjuez. Juan Manuel Calderón recuperó la fábrica de lona abandonada por los hermanos Gómez Moreno en el Carril de la Lona y la puso en marcha de nuevo; tuvo algunos enfrentamientos con los vecinos por “robar” agua del Aljibe del Rey y desaguar líquidos malolientes por la Cuesta Alhacaba. Junto a ella también invirtió en otras actividades fabriles situadas por debajo del Camino del Monte (donde actualmente está el colegio Padre Manjón). Allí construyó varias albercas de cocimiento de lino.
Mandado de Fernando VII al intendente de Granada (responsable de la Hacienda) para que se hiciera un informe sobre la situación del cultivo del lino y cáñamo en 1816, con vistas a retomar la producción de lonas y cordaje. AHMG
Calderón había acudido a Granada a raíz del informe de situación solicitado por Fernando VII en 1816. El rey quiso saber cómo había quedado el cultivo del lino tras la ocupación francesa y la pérdida considerable de la flota. El Ayuntamiento de Granada llamó al terrateniente Pedro de Montes Martos y con sus opiniones elaboró un detallado informe, enviado a Madrid. De dicho escrito destaco algunas cuestiones, todas muy encaminadas a recobrar la actividad perdida: el lino y cáñamo de Granada continuaban siendo de los más respetados y de calidad de España; las semillas necesitaban ser mejoradas; había sembrado de estos productos 1/5 de las tierras de Granada, se rotaban cada tres años; calculaba que una cosecha media podía arrojar unas 200.000 arrobas; solicitaba a la Corona que se impidiera la importación de fibras de otros países; el precio oscilaba entre 70-80 reales por arroba; en aquel momento (octubre de 1816) había almacenadas casi dos cosechas completas en Granada, pues los agricultores sembraban como siempre pero la Armada no demandaba lonas ni cordaje. El anciano agricultor opinaba en su informe que el cultivo del lino y del cáñamo podrían volver a ser lo que fueron: “el pan de los pobres, porque necesita de muchas jornadas de trabajo”.
El texto presenta la fábrica compuesta por 100 telares, con producción anual de 30.000 varas de lona, 18.000 arrobas de cáñamo y con 1.500 empleados en todas sus actividades (400 sólo en la Fábrica de la Lona, como en los mejores tiempos de los Gómez Moreno)
El empresario Juan Manuel Calderón estaba plenamente establecido con sus telares en Granada antes de 1828 (el 20 de abril de 1827 obtuvo derechos de exclusividad para servir a la Marina), pues en la Exposición Nacional de aquel año ya presentó una selección de sus productos granadinos. En el catálogo de aquella Exposición figuran lonas, cáñamo en rama y rastrillado. El texto presenta la fábrica compuesta por 100 telares, con producción anual de 30.000 varas de lona, 18.000 arrobas de cáñamo y con 1.500 empleados en todas sus actividades (400 sólo en la Fábrica de la Lona, como en los mejores tiempos de los Gómez Moreno).
La familia Agrela se implicó en el negocio del lino, sembró en sus hazas de Santa Fe y construyó su alberca de cocer. El Ayuntamiento dio prioridad a la toma de agua de la acequia de Sancti Espíritu (todavía existe su tomadero bajo la plaza Isabel la Católica) con destino a los cocederos y no a los curtidores. El telar de la calle Águila, 16, se transformó en rastrillo de cáñamo. La presa del Darro fue ampliada (1866) para aumentar el agua a la acequia de San Juan, etc., etc. Conclusión: a partir de los años 30 del siglo XIX hubo cierto resurgimiento, paralelo al renacer de la Armada española y a la fabricación de otros productos no exclusivamente destinados a los barcos.
Juan Manuel Calderón consiguió prerrogativas para suministrar velas a la Armada española, tal como la Real Fábrica de Lonas había hecho hasta el año 1800. Aunque tuvo que pelear duro con los intereses de los alicantinos, que acabaron llevándose el lino a sus molinos (en 1848 la Armada liberalizó las compras). La Armada empezó a comprar lonas al mejor postor. Fueron momentos en que la revolución industrial entró de lleno por Cataluña y País Vasco. Pero no llegó a los telares de Granada.
La industria del lino y del cáñamo fue languideciendo hasta mediados del siglo XX en Granada, pero ya no se hacían velas para barcos. Porque los motores de vapor y diésel que sustituyeron a las lonas y jarcias. Y aparecieron los plásticos y sintéticos que acabaron con las fibras naturales
Granada ha ocupado los primeros puestos nacionales en la producción y manufacturado de determinados productos agrícolas: el primer esplendor fue el de la seda (siglos XIV a XVII); le siguió el lino/cáñamo (siglo XVIII y parte del XIX); a partir de 1882 llegó el boom del azúcar de remolacha. En la actualidad, Granada es la primera productora de cáñamo en sótanos y pisos de muchas casas. Pero ésa es la historia de otra planta cannabácea.
P.D. La Real Fábrica de Lona no debía tener actividad fabril en 1885, sino que estaba reconvertida en casa de vecinos y llamada Casa o Corral de la Lona. Durante la epidemia de cólera de aquel año sus vecinos cayeron como chinches; el hacinamiento en minúsculos apartamentos y la falta de higiene hicieron estragos. La manzana quedó conformada como una corrala, abierta en el lado que miraba a la Vega. Se cobijaron en ella no menos de doscientas personas humildísimas. En febrero de 1901, algunos de ellos fueron expulsados para que ocuparan su espacio los jesuitas retornados, lo que motivó una verdadera revolución por las calles céntricas de Granada y en el Salón, con miles de manifestantes que se pusieron de parte de los vecinos. El asunto se enconó cuando el alcalde mandó la caballería de la Guardia Civil, que cargó y disparó contra la muchedumbre. Se sucedieron carreras y pedradas por todas las calles próximas a Puerta Real. El día acabó con un muerto por disparo de la Guardia Civil; se trató del joven José Contreras García, que iba a hacer un encargo por la calle de la Colcha.
En 1927 fueron “taponadas” las vistas de la corrala con el levantamiento de varias casillas de dos plantas. Finalmente, el viejo edificio, de muros de más de un metro de grosor, fue pasto de la piqueta, en 1975. Ahí sigue hecha un solar.
Carril de la Lona en 1910. Era un callejón sin vistas, cerrado a la izquierda por la tapia del Carmen de Taboada (reconvertido en jardín tras la guerra civil de 1936-39). Así debió permanecer desde el siglo XVIII.
El Zenete en 1955. Se ve ya destruido el Carmen de Taboada, eliminada la tapia y convertido el Carril en un mirador sobre la ciudad y la Vega.
Casa de la Lona en los años sesenta del siglo XX. Todavía estaba en pie la torre del Carmen de las Maravillas.
– Azúcar y descolonización, de Manuel Martín Rodríguez
– La Comisión del Cáñamo de Granada, de Manuel Díaz-Ordóñez
– Aproximación a las relaciones entre Granada y el Nuevo Mundo, de Miguel Molina Martínez.
He extraído datos del Archivo Histórico de la Marina del Viso del Marqués (Ciudad Real); del Archivo Histórico Municipal de Granada; y del Archivo Miguel Giménez Yanguas, principalmente.
2 Comentarios
Gran artículo. Una pena que todo eso no se conservase.
Muy interesante y muy elaborado el estudio.