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PRENSA: La transformación de un barrio que oculta la exclusión

Los barrios históricos de las grandes ciudades sufren procesos muy similares, por eso traemos a nuestros vecinos este artículo sobre los problemas de barrios singulares de Madrid, Barcelona,…

Fuente: Público

Vivir o trabajar durante años en el mismo barrio. Que cambie el entorno. Que se degrade. Que, en su resurgir, aumenten los precios de los inmuebles de la zona. Tanto, que no se puedan pagar y obliguen a mudarse a la periferia. La razón de esto es la gentrificación. Una palabra que esconde un fenómeno silencioso de clases sociales, de dinero y de inversión inmobiliaria. Daniel Sorando y Álvaro Ardura, sociólogo y arquitecto, lo analizan en el libro “First We Take Manhattan”.

“La clave es la sustitución de unos grupos sociales por otros. Los que viven y sobreviven en su barrio son desplazados a otros. Así pierden sus relaciones de vecindad. En su lugar, llegan al barrio nuevos vecinos con hábitos más individualistas y elitistas”, apunta Sorando, para empezar.

¿Cómo se devalúa un barrio…?

Desde fuera, se vende el proceso como una bonita metamorfosis: de ser un espacio sucio y denigrante, se convierte en una zona de esplendor y belleza. Para que ocurra, hay que cumplir un proceso. Primero, el abandono, cuando las administraciones públicas o los propietarios privados dejan de mantener los servicios y las viviendas de un barrio histórico. “Luego, el estigma. El barrio se deteriora tanto que en ellos sólo residen quienes no pueden hacerlo en ninguna otra parte de la ciudad. Sobre ellos caen más prejuicios. En España, se trata principalmente de las personas gitanas y los inmigrantes más pobres”, puntualiza el sociólogo. Es, en esta fase, cuando las viviendas y locales del barrio valen menos.

¿…y cómo resurge el barrio?

Una vez que han caído los precios, llega la regeneración. Sorando señala el factor clave: “Llega la inversión para aumentar su atractivo. Con frecuencia, el barrio no sólo cambia sus servicios y edificios, sino también de nombre, para borrar su estigma”. Las viviendas y locales atraen a nuevos vecinos con más dinero. El barrio alcanza su valor económico más alto. Es la última fase, la mercantilización. Quienes compraron esos inmuebles por un valor mínimo, los venden y hacen caja. Y justo ahora, cuando en España han caído los precios de la vivienda, la gentrificación se ha convertido en la diana perfecta.

Los inversores inmobiliarios rastrean qué barrios se pondrán de moda para hacerse con viviendas baratas que, más tarde, podrán vender por un alto precio. “España es un mercado muy atractivo para los capitales globales. Desde inversores extranjeros particulares a fondos de inversión, los cuales ya están cerca del 14% de los compradores. Eso son niveles próximos al máximo de la fase ascendente de la burbuja”, comenta Ardura.

La cara oculta: la exclusión

La peor consecuencia de la gentrificación es la exclusión de quienes vivían en ese entorno. Aquí se libra una guerra silenciosa. Sin balas, pero con el arma del dinero. Cuando los barrios son abandonados, los vecinos se organizan para denunciar la dejación de responsabilidades de los caseros y las administraciones públicas. Sin embargo, cuando llega la regeneración del entorno urbano y se vuelve a invertir, quienes se benefician no son las personas que lo defendieron en sus horas más bajas. Y este es el final, como apunta Sorando: “Como no existen políticas de control de rentas, sólo los ciudadanos que puedan responder económicamente a ese nuevo precio, podrán seguir viviendo en sus casas. Cuando no… los residentes originales han de abandonarlas”.
Llegan los nuevos vecinos

Esos barrios pasan a tener una imagen más atractiva, que provoca la llegada de jóvenes artistas u otros profesionales que sí pueden pagar los nuevos precios. Pero se inicia una espiral de encarecimiento que termina con la imagen popular y multicultural que les atrajo. Ni los comerciantes ni los residentes originales pueden afrontar las rentas que exige el barrio regenerado. Sorando desvela que siempre sucede la misma historia: “Llegan los mercadillos artesanales, museos y pequeños teatros, medidas de seguridad y, al final, franquicias comerciales. Se crean barrios clones en el corazón de cada ciudad”.

La gentrificación termina por destruir la singularidad de estos distritos. Y, además, los impuestos ciudadanos son empleados para beneficiar a una minoría “que se puede permitir el capricho de colonizar nuevos entornos. Sin olvidar que, con fondos públicos, los residentes más empobrecidos son relegados y olvidados a barrios periféricos”, recuerda Sorando.

¿Se puede evitar a la gentrificación?

Para estos autores hay dos maneras de hacer frente. La primera es la institucional, con medidas como el control del precio de los alquileres, la regulación de los apartamentos turísticos o la ampliación de las viviendas sociales en barrios en peligro de gentrificación.

La segunda, la movilización social de los vecinos. Ocurrió con la huelga de alquileres en zonas de Londres o San Francisco, el apoyo de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca o la “okupación” de edificios que permanecen vacíos con fines especulativos.

Pero esta oposición no siempre se produce, sino que la transformación ocurre delante de nuestros ojos sin resistencia. Así, hoy, se puede caminar por toda España por barrios que han sufrido este proceso.

Malasaña y Chueca

El abandono se produce con la huída de las clases medias del barrio, y el estigma se asocia a la actividad nocturna en la época de la Movida. “Apareció el protagonismo de grupos estigmatizados pero con más dinero que los residentes originales: personas homosexuales, en el caso de Chueca; y personas con estilos de vida underground, en el caso de Malasaña”, apunta Sorando. Se inicia una renovación de su espacio público y llegan importantes subvenciones para la rehabilitación privada de edificios.

“Aquí destaca el protagonismo del Proyecto Triball S.L., una asociación de comerciantes cuyo capital es propiedad de una única empresa inmobiliaria especializada en la compra y rehabilitación de edificios del centro histórico de Madrid”, concreta Sorando. Según él, en la actualidad, Malasaña es el emblema del barrio “hipster en España”. Sus anteriores residentes se tuvieron que trasladar a otras zonas de la ciudad donde, “siguiendo las pautas del urbanismo neoliberal, sus problemas no desaparecen, pero ya no son vistos por turistas o grupos más modernos”, concreta.

El Raval

Es una zona que representa, según Ardura, lo que denominan como “urbanismo exorcista”. Esto es, todas aquellas acciones que “extirpan” las zonas más degradadas de un barrio sin cuestionar el porqué de su abandono ni las necesidades de sus habitantes. Entre estas operaciones destaca la apertura de avenidas con expropiación de edificios enteros, como ocurrió en el Raval con su Rambla. En el mejor de los casos, los vecinos son realojados en otros barrios. En el peor, y más frecuente, “son abandonados a su suerte y rara vez reciben compensaciones justas por sus viviendas”, matiza Sorando.

Lavapiés

Al Igual que El Raval, Lavapiés era una zona estigmatizada, extramuro, con una calidad de los edificios muy mala. El truco de su regeneración se debe, según Ardura, “a dar un nuevo significado de la inmigración, como una característica atractiva para ciertas clases medias que valoran el mestizaje”. La mala calidad de los edificios y el tejido de pequeñas parcelas hacen que el proceso de sustitución de la edificación fuese más difícil, y por ello, también la llegada de los nuevos residentes. No obstante, ese obstáculo es menos importante para los apartamentos turísticos que para las viviendas habituales. En este caso, Ardura explica que “el turista se puede alojar para estancias cortas en un piso rehabilitado, aunque el edificio esté en un estado pésimo. Pero, a cambio, tiene las ventajas de estar en el centro y la vitalidad urbana”.

El Cabanyal

“El Gobierno de Rita Barberá promovió la prolongación de la avenida Blasco Ibañez hasta el mar, para lo cual decidió derribar las 1.651 viviendas que impedían la llegada de esta avenida al mar”, recuerda Ardura. La estrategia para lograrlo fue degradar las condiciones de vida en el barrio hasta que los vecinos se vieran forzados a abandonarlo. Eso pasaba por devaluar tanto el valor de las viviendas, que los vecinos aceptaran su venta por precios irrisorios.

Los autores desgranan las estrategias adoptadas para el abandono del barrio: desatención del servicio de recogida de basuras, falta de mantenimiento del estado de la acercas y calles, obstruir la rehabilitación privada de las viviendas, inversión insuficiente de equipamientos públicos, o ralentización de las licencias para la apertura de actividades comerciales.

“Como parte de su plan, en 2010, el Partido Popular hizo valer sus mayorías parlamentarias para aprobar una ley autonómica que anuló la declaración del barrio como Bien de Interés Cultural y así poder proceder a su demolición. A pesar de todo, la lucha vecinal y la congelación de dicha ley por el Tribunal Constitucional impidieron el derribo de buena parte de las viviendas amenazadas”, concluye Sorando.

La Barceloneta

Comparte con Lavapiés el aumento del turismo en la zona. Según Ardura, la célebre “apertura de Barcelona al mar”, con la construcción de la ronda Litoral, fue clave. La Barceloneta, un barrio tradicional de pescadores, quedó ligado al centro de la Ciudad. “El Gotic y el Born, también gentrificado, estaban a un paso; y la zona estaba junto a la playa”, explica el arquitecto. Así, alcanzó un atractivo turístico innegable. Por la calidad de los edificios, de estrechos bloques paralelos, este sector se ha enfocado hacia turistas de bajo nivel adquisitivo.

Centro histórico de Zaragoza

“Las políticas de austeridad han limitado ambiciones municipales en materia de vivienda social, y choca con los intereses inmobiliarios y comerciales en la zona”, adelanta Sorando. Relata que si a comienzos de los años noventa barrios como la Magdalena o San Pablo despertaban los temores de buena parte de la ciudad, en la actualidad son un lugar de encuentro habitual de estudiantes, jóvenes profesionales y turistas.

Muchos de los residentes abandonaron el barrio cuando “muchos propietarios desplegaron técnicas de acoso inmobiliario para deshacerse de los residentes acogidos a rentas antiguas. En un contexto donde un conocido especulador inmobiliario posee tantas viviendas en el centro histórico de la ciudad como todo el Ayuntamiento de Zaragoza, el barrio es cada vez más caro e inasequible para muchos de sus vecinos y vecinas originales”, remarca el sociólogo.

Los dos autores asumen que es un fenómeno complejo. Difícil de solucionar. Y esperan que no se condene a los barrios abandonados, sino que se aseguren que las mejoras financiadas con los fondos públicos, las disfruten quienes han luchado por ellos durante toda su vida.

Murales de graffiti en el madrileño barrio de Lavapiés.- A.B

Murales de graffiti en el madrileño barrio de Lavapiés.- A.B

Graffiti crítico con el fenómeno de la gentrificación.- A.B.

Graffiti crítico con el fenómeno de la gentrificación.- A.B.

Un cartel critica en tono sarcástico el cierre que ha sufrido este restaurante víctima de la gentrificación en el madrileño barrio de Malasaña.- A.B.

Un cartel critica en tono sarcástico el cierre que ha sufrido este restaurante víctima de la gentrificación en el madrileño barrio de Malasaña.- A.B.

Pintada contra los nuevos habitantes que han recibido los barrios gentrificados.- A.B.

Pintada contra los nuevos habitantes que han recibido los barrios gentrificados.- A.B.

Cartel crítico contra el fenómeno de la gentrificación.- A.B.

Cartel crítico contra el fenómeno de la gentrificación.- A.B.

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