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PRENSA: Pavimentos, cultura y espacio urbano en Sevilla

Los autores, que han tenido responsabilidad en el urbanismo de la ciudad, apuestan por mantener los pavimentos tradicionales gracias a las nuevas posibilidades técnicas.

Leer en Diario de Sevilla, 03-05-2019

Autores: Fernando Sancho, ecólogo; Rafael Vioque, arquitecto; Paco Barrionuevo, arquitecto; Javier Queraltó, arquitecto; Javier Ruiz Recco, arquitecto; Víctor Fernández Salinas, catedrático de Geografía Humana y miembro de Icomos; Manuel Delgado, aparejador; e Indalecio de la Lastra, ingeniero de caminos.

La ciudad en su triple acepción (urbspolis y civitas) es hallazgo y causa del ser humano, de lo que somos como personas y en gran medida como sociedad. No existe producto más complejo del género humano que sus ciudades. Entre sus características esenciales destaca con fuerza el reconocimiento del espacio público, primero como pura necesidad física para transitar y permitir la accesibilidad a todos los edificios y más tarde como objeto de atención social para facilitar el encuentro entre los habitantes/ciudadanos; de ahí su lectura simbólica de espacio de libertad, y para su mero disfrute y ocio.

Dentro del concepto de espacio público juega un papel preferente el tratamiento del suelo, que facilita o no el deambular de personas y mercancías, elemento sustancial y definitorio del hecho urbano.

Es sabido que Sevilla no se ha caracterizado por el cuidado y mantenimiento del pavimento de sus calles y acerados; en esto no hay nada nuevo, pues son conocidas las frecuentes e históricas quejas de sus vecinos sobre esta materia al Cabildo de la ciudad desde el ya lejano siglo XV.

Esta situación de desidia se mantuvo hasta el primer Ayuntamiento democrático de los años 80, cuando se hace una decidida apuesta por recuperar y dignificar el espacio público de la ciudad y con él un tratamiento adecuado del pavimento. Fruto de este interés fue la publicación de una serie de monografías, en especial una de los arquitectos Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo Serrano: Los pavimentos: un fragmento de la historia urbana de Sevilla, publicado en 1986 por el Área de Infraestructura y Equipamiento Urbano del Ayuntamiento de Sevilla.

Diferencia entre el adoquín tradicional de Gerena (arriba) y el plano y monocromo de Quintana (abajo).

Diferencia entre el adoquín tradicional de Gerena (arriba) y el plano y monocromo de Quintana (abajo). D. S.

Pronto se comprobó que esta voluntad tuvo poco recorrido, desde comienzos del año 2000 las corporaciones sucesivas trasladaron el foco de atención a otras dimensiones del espacio público y de la vida municipal y los sufridos pavimentos de nuestras calles volvieron a la marginalidad en la que secularmente se habían encontrado. La situación se mantiene, si no ha empeorado, en la actualidad. A la ya conocida «marea negra» que trasmuta en vías de alta densidad de tráfico cualquier calle de barrio, se le añade una moda nueva: la del adoquín monocromo de Quintana de la Serena, de corte y dimensiones industriales que sustituye al venerable y duradero adoquín de Gerena, de tonalidades variadas y con predominio de colores claros en la gama de los amarillos y rojizos.

Ante el visible deterioro en el tratamiento de nuestros suelos urbanos, puesto de manifiesto por el Ayuntamiento en diversas actuaciones desacertadas en los últimos años, un grupo de ciudadanos de diversa formación y procedencia intentamos recabar información sobre el asunto y llevar a la consideración de nuestros munícipes lo que entendemos es una pérdida patrimonial y un valor de singularidad de la ciudad.

Adoquín tradicional de Gerena cortado mediante sierra.

Adoquín tradicional de Gerena cortado mediante sierra. D. S.

Las soluciones en el tratamiento de los suelos urbanos reflejan un equilibrio entre las capacidades técnicas, la sensibilidad social, el interés político y las disponibilidades económicas de cada momento en la historia de la ciudad, como acertadamente refleja el citado estudio de Marín y del Pozo. Por ello resulta más irritante que en una situación como la presente (caracterizada por su discurso sobre pacificación del tráfico en la ciudad, de cambio de modelo de movilidad, de reciclado y reutilización, de sostenibilidad, de nuevas tecnologías, de protección del patrimonio cultural, etcétera), se actúe en las calles históricas siguiendo falsos modelos de modernidad: generalización de la plataforma única, profusión de bolardos y señales de todo tipo, o ausencia de arbolado, que contravienen los principios que, según nos dicen sus responsables, pretenden defender.

De aquí se nutren nuestros afanes por la defensa del pavimento histórico, pero con valores presentes, ya que pensamos que, con las necesarias incorporaciones de las nuevas posibilidades técnicas, continúa siendo la solución más indicada, a la vez que económica y ambientalmente respetuosa para aquellas calles de barrios históricos que en algún momento contaron con él.

De nuestras variadas gestiones en estos dos últimos años, pocos resultados concretos hemos conseguido, aunque sí hemos logrado tener una visión, a grandes rasgos, de las causas que ayudan a explicar el escenario en que nos movemos. De ellas destacamos básicamente dos que se sobreponen a la falta de voluntad y de sensibilidad sobre el tema de las personas con responsabilidad en la materia.

Encuentro del adoquín tradicional con el nuevo en la calle Cardenal Spínola.

Encuentro del adoquín tradicional con el nuevo en la calle Cardenal Spínola. D. S.

Una de ellas es la cesión de competencias, más o menos encubierta, que la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla ha hecho a la empresa pública de aguas de Sevilla (Emasesa). Es cierto que el plan interno de la empresa para la renovación y sustitución de redes de abastecimiento y saneamiento implica desmontar los pavimentos hasta llegar a las conducciones que requieren ser modernizadas, pero resulta sorprendente, tras analizar los expedientes de las actuaciones en los últimos años, el contraste abismal entre las especificaciones, concretas minuciosas y pormenorizadas que atañen a las conducciones y a su funcionalidad, y las que se refieren a la pavimentación y el diseño de la vía resultante tras las obras, con ausencia clamorosa de planos, indicaciones y otras medidas.

La otra causa igualmente irritante es que en el concurso de adjudicación de la obra, el único valor considerado sea la oferta económica. Se llega así a situaciones ridículas, tales que una obra presupuestada por técnicos que se supone informados se termine adjudicando con rebajas superiores al 40% del valor total. Está claro que el perdedor de tamaño dislate es, además de la calidad y la ejecución de los aspectos no vitales para la empresa ejecutora, la memoria de un espacio público que atañe a la imagen de la ciudad y a su significado y espíritu.

Una ciudad que se pretende sensible al medio ambiente y a la gestión sostenible de los recursos debería interesarse por encontrar el necesario equilibrio entre el mantenimiento de sus pavimentos históricos con los nuevos modos de movilidad y con su patrimonio.

Esperamos que la consideración y el cuidado del espacio público, también el de sus barrios históricos, ocupe en un futuro próximo el lugar que se merece. Con ese fin están escritas estas líneas.

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