PRENSA: Botellón, el folclore recuperado para el Día de la Cruz en Granada
Miles de jóvenes colapsan y llenan de basura el Albaicín ante la escasa presencia de policías
Leer en ABC, 04-05-2017
Repartidas por toda la ciudad, las cruces han vuelto a ser el centro de la fiesta del 3 de mayo. El personal se congrega en torno a ellas, ataviadas con flores, frutas, mantillas o cacharrería de cobre y cerámica de Fajalauza, típica de la tierra. Y tan folclórico como esta tradición es el botellón de Granada. Máxime si se trata del Día de la Cruz, que este año ha recuperado la vieja costumbre de beber en la calle con el efecto llamada que ha provocado la decisión de volver a habilitar barras en la vía pública.
Desde hace una década, la celebración del Día de la Cruz en Granada estaba limitada a patios y colegios. Hasta este año. De nuevo, las barras han regresado a la calle. Sólo tres, a modo de experimento. Y el resultado salta a la vista, a pesar de las amenazas del Ayuntamiento socialista con sanciones de 300 euros. Hasta la Catedral de Granada, junto a una de las tres barras callejeras, se ha convertido en un botellódromo improvisado, con montañas de basura.
Esta situación se ha repetido en múltiples enclaves del Albaicín, patrimonio de la humanidad y zona predilecta de los jóvenes para celebrar el Día de la Cruz. Fue precisamente ahí, en el histórico barrio moro, donde comenzó la tradición –con obvias raíces cristianas– que más tarde se extendió al resto de la ciudad. Hasta que la fiesta se convirtió en una excusa más para hacer botellón y el gobierno municipal del PP determinó acabar con las barras en la calle.
Lo cierto es que poco importa si hay barra o no. Cada cual se lleva lo suyo a donde haga falta. Si hay cruz, bien; si no, también. Un litro de cerveza, una botella de tinto de verano o el set completo de destilado más refrigerio cuyo destino final acostumbra a ser el suelo. Que de ahí no pasa. Y a falta de baños públicos, buena es esa puerta del vecino. «Da asco», reconocen algunos jóvenes.
Cruces y guantazos
Las aglomeraciones han sido especialmente significativas en el corazón del Albaicín, en torno a Plaza Larga. Miles de jóvenes se han juntado en este punto, carente de barra, pero con una de las cruces más aclamadas de la ciudad. Aunque este año se haya llevado el segundo premio, la cruz ha ejercido un papel testimonial. Como si diera absolutamente igual, como si no pudiera ser vista, quizás por la ceguera etílica que provoca el alcohol.
Tal vez por eso, por esa ceguera, los vecinos que con mimo y esmero han decorado la cruz de Plaza Larga se han visto obligados a hacer de guardias de seguridad para proteger su preciada obra. Porque ni acordonándola han podido estar tranquilo. Más bien al contrario, la tensión ha sido continua. «Si nosotros hacemos esto para que esté bonico y divertirnos, y te ponen de malafollá, al final lo que van a conseguir es que dejemos de hacerlo», comenta José González segundos después de que un joven atravesara el escenario de la cruz con el consiguiente destrozo. Aunque su estado de embriaguez puede que le impida recordarlo, el joven se llevó un guantazo de una de las organizadoras de la cruz, indignada por la desfachatez del tipo.
Falta de policías
Las estrechas callejuelas del barrio no están pensadas para una marabunta de personas«que hasta se pone agresiva», asegura Carmen Ávila, que por primera vez ha subido al Albaicín para disfrutar del Día de la Cruz. Se ha marchado en cuanto «las mareas de gente» se lo ha permitido. Porque el agobio ha sido una constante en la intransitable zona. De hecho, el acceso ha tenido que ser cortado para evitar que la cosa fuese a más, como ha ocurrido en otros tramos de la capital. Y los pocos policías de servicio, sin dar abasto.
Ha destacado la falta de efectivos policiales para controlar tal cantidad de personas. Fuentes del Sindicato Independiente de la Policía Local de Granada han reconocido a este periódico que los agentes han estado «desbordados» a causa de los recortes en plantilla: «Y por la noche, peor; no hay unidades para sustituir a los agentes que han estado de día». A pesar de todo, el SIPLG reconoce el trabajo «profesional» de sus compañeros en una jornada tan laboriosa como divertida, según a quién se le pregunte.
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