PRENSA: Jaque al negocio multimillonario de las despedidas de soltero
En la Edad Media, cuando un hombre se casaba, sus amigos le ponían a prueba para comprobar si conseguiría ser fiel a su futura esposa. La víspera del enlace, cuando las jarras de vino ya se apilaban sobre la mesa, aparecía una bailarina que intentaba seducir al novio. Siglos después, las despedidas de soltero aún mantienen la esencia de este esquema medieval. Tampoco han cambiado sus dos ingredientes principales: el alcohol y el sexo.
Fuente: El Mundo, 26-09-2016
Aquellas noches locas del futuro cónyuge con sus amiguetes se han convertido en un festejo que se prolonga más allá de un fin de semana. Y miles de empresas se han lanzado a explotar este negocio que crece sin parar: unos 300 millones al año. Su objetivo: organizar despedidas de soltero con todo tipo de servicios… y a buen precio.
Aunque el negocio es jugoso, no todo el mundo está conforme. Y ha estallado la guerra. En un bando, los jóvenes que quieren pasarlo bien y los empresarios que se forran a su costa. En el otro, los vecinos y los hosteleros tradicionales, hartos de pésima imagen que dan los jóvenes en plena calle. Y, entre medias, los ayuntamientos, que intentan conciliar posturas entre los futuros novios y los vecinos que no pegan ojo.
Cada vez más ciudades aplican ordenanzas para que la Policía actué si la fiesta se va de las manos. En Mojácar (Almería), el Ayuntamiento prohibió este verano la celebración de despedidas de soltero «obscenas». En Salamanca han vetadoque los jóvenes luzcan disfraces sexistas o que atenten contra los sentimientos religiosos. En Madrid el gobierno de Manuela Carmena ya ha anunciado que tomará medidas similares. Y los últimos en apuntarse han sido dos ayuntamientos gaditanos -Tarifa y Conil-, con multas que alcanzan los 3.000 euros.
¿Es una reacción exagerada? Lo comprobamos. La primera parada es un sábado a media tarde en el barrio de La Latina en Madrid, epicentro de estos festejos. Algún bar, como el Bonano, ha colgado un cartel que veta la entrada a grupos de despedida de soltero. Allí nos encontramos con Jorge García Castaño, concejal del distrito Centro, que ha montado una «mesa de convivencia» con los vecinos y hosteleros para abordar este asunto. «El problema es que las despedidas de soltero se están comercializando mucho, en la vía pública, lo que tiene un efecto perverso sobre la hostelería y es insufrible para los vecinos», afirma el concejal de Ahora Madrid. «Es un fenómeno que no para de crecer y que deja mala imagen en la ciudad».
Mientras charlamos, Pepi y Carmen, dos veteranas vecinas de La Latina, se nos acercan enfadadas. «Las despedidas nos están invadiendo», protestan las señoras. «Y luego por la noche van desnudos… Mira esa chica que lleva un pene en la cabeza y no para de dar voces en plena calle. ¡Que son las 18.00 de la tarde! Esto no es normal».
Los datos dan la envergadura de esta «invasión». Cada fin de semana, decenas de ciudades (Madrid, Mojácar, Málaga, Granada, Logroño, Salamanca…) reciben a decenas miles de jóvenes con ganas de exprimir las últimas horas de soltería de uno de sus amigos. El boom no para de crecer: sólo el año pasado, se celebraron 163.754 bodas en España.
Aunque no hay datos oficiales del negocio, en el sector hacen una aproximación a vuelapluma. Si en la mayoría de las bodas hubo un festejo previo de ambos cónyuges, sumarían 300.000 despedidas al año, con una media de asistencia de una decena de personas. Es decir, unos tres millones de clientes que, a una media de 100 euros por persona, suman unos 300 millones de recaudación.
La chica del pene de la que se quejan las vecinas es Mónica, una treintañera de Alcorcón que se casa dentro de dos semanas y se despide de la soltería luciendo una diadema erótica en la cabeza. La siguen otras seis amigas, con más penes en el cráneo y minis de sangría en las manos. Llevan bebiendo y paseando por Madrid desde por la mañana. Su siguiente parada será una cena con barra libre y espectáculo erótico en el Templo del Placer, en la calle Atocha.
De camino nos encontramos con más fiestas de solteros. Unos van a pedales, como los que circulan en las beer bikes por la Castellana: grupos mixtos que beben cerveza mientras pedalean bajo los 37 grados de Madrid. También hay grupo de chicas que viajan en una limusina rosa y unos chavales disfrazados de princesas Disney. Y, a pocos metros, otras mujeres, megáfono en mano, cantan elPadre Nuestro Marinero que aprendieron en su colegio de monjas.
Sólo son las 20.00 de la tarde.
«Así es todos los fines de semana… ¡Menuda imagen para los niños!», clama una vecina de Atocha. «A mí a estas horas no me molesta», le replica otro vecino. «Son jóvenes y es gracioso verles así. Pero por la noche sí que deben controlarse porque se ponen en los portales a dar voces».
Estas escenas caóticas se repiten cada fin de semana en lugares como Granada, donde 1.500 jóvenes lo dan todo cada sábado antes de la boda. Se calcula que, cada año, la ciudad acoge más de un millar de despedidas. El motivo es evidente: los competitivos precios de sus bares, célebres por sus tapas abundantes y apetitosas.
Antonio García, secretario de la Federación de Hostelería, aclara que en Granada hay una Ordenanza de la Convivencia desde hace años, pero no sirve para nada. «No se cumple», denuncia. «Llevamos mucho tiempo hablando con las instituciones para que hagan algo y no hay manera. Estamos en contra de esta forma de diversión: sólo molestan a los vecinos, a los transeúntes y al resto de clientes. Muchos bares del centro han optado por poner carteles para prohibir la entrada a estos grupos».
¡Parece magalluf!
Algo similar ocurre al norte, en Logroño, otro de los destinos favoritos de las despedidas. Los vecinos de toda la vida del Casco Antiguo, sobre todo los de la céntrica calle Laurel, se muestran «hasta los cojones» de la invasión. Allí el Ayuntamiento ha prohibido la contratación de las tradicionales charangas -banda musical que acompaña al grupo de despedida por la ciudad- por las protestas de los vecinos de que no podían pegar ojo. «Si te vienes con una cámara por la noche no sabes si esto es Magalluf o Logroño», protesta la riojana Carmen. «Están puestos de todo hasta la madrugada, cuando les echan de los bares y se quedan haciendo de todo en la calle».
Aunque el boom de las despedidas no para de crecer, el perfil de la clientela apenas ha cambiado. La media de edad oscila entre los 26 y los 35 años, según la agencia The Fun Plan, que organiza despedidas de soltero por España y por Europa. Las chicas exigen información detallada de las actividades y prefieren destinos de solo playa. Ellos, sin embargo, son más despreocupados y sobre todo les interesa la fiesta. «Cada año tenemos cerca de 300 grupos», cuenta Jacobo Camba, gerente de la agencia. «Antes eran eventos donde sólo se buscaba la borrachera y un show erótico. Ahora, han pasado a ser celebraciones de todo un fin de semana, más organizadas y con múltiples actividades».
De vuelta a Madrid, a las 21.00 empieza la fiesta en el Templo del Placer. Quedamos un poco antes con el propietario, Eduardo Manzanares, mientras prepara las mesas de los 100 clientes de despedidas que tiene previstos para hoy. A sus 39 años recién cumplidos, es alto, cachas y sonríe sin parar. Montó su empresa junto a su socio, Nacho Rodríguez, hace 16 años mientras terminaba la carrera de Empresariales.
«Nos dimos cuenta de que entonces no existían empresas especializadas en despedidas de soltero», cuenta el empresario. «El primer año nos anunciábamos en guías de ocio y en las páginas amarillas. Alquilábamos un restaurante y metíamos allí alguna stripper. Estuvimos tres años sin ganar dinero… Hasta que pegamos el pelotazo».
Hoy ya tiene cuatro locales en Madrid, dos en Barcelona, uno en Valencia y otro en Bilbao donde organiza todo tipo de despedidas: desde cenas con música, magia y baile, hasta fiestas picantes con shows eróticos en el Templo del Placer. También alquila una nave en Navalcarnero y hasta un barco en Aranjuez para estas celebraciones. En total, organiza más de 1.500 despedidas al año, con unos 15.000 clientes. «Antes eran mucho más multitudinarias, de 20 personas cada grupo», recuerda. «Te pedían un show privado, con dos botellas, un enano y limusina… Ahora los grupos son más reducidos y quieren algo más original».
Los clientes disponen de una contraseña para entrar en su megalocal. También les deja elegir el nombre de su grupo, que coloca en carteles en las mesas junto a un menú con los Diez mandamientos del placer. Desde luego, no destacan por su sutileza: Abiertas hasta el amanecer, En tiempos de crisis, follamos gratis…
Además de organizador, Eduardo hace las labores de presentador del espectáculo. Los grupos empiezan a acomodarse en sus sitios. Hay una mesa con ocho cordobesas, otra con nueve chicos de Vitoria, siete chicas de Alcorcón… y hasta dos que se acaban de quedar solteras y vienen a celebrarlo. Más de un grupo llega tocado de casa. O de la calle.
Esa misma noche, a 218 kilómetros del Templo del Placer, en el centro de Salamanca, también abundan los grupos de despedida . Pero las escenas son más calmadas que en Madrid o Granada. Aquí se aplica la «mano dura» desde hace meses. «Aprobamos dos ordenanzas contra los excesos de estas fiestas»,dice Julio López, concejal de Cultura y Turismo. «Teníamos un problema con las celebraciones de alto contenido sexual. Por eso hemos puesto en marcha un plan integral de calidad: prohibimos que paseen desnudos por la calle, con megáfonos ni con disfraces que atenten contra los sentimientos de los vecinos. Si no se cumplen, la Policía actúa con multas».
Lo mismo ocurre en Mojácar. (Almería) Desde que establecieron una ordenanza, el caos de las despedidas ha amainado. En el Ayuntamiento cuentan que, a raíz de la crisis y de la caída de turismo, muchos empresarios buscaron un salvavidas en estas fiestas low cost. «Empezamos a recibir muchas denuncias de vecinos que se quejaban de que desde las 12 de la mañana había jóvenes de fiesta en la playa y en los parques, así que tomamos medidas», dicen en el Consistorio.
En Málaga, los vecinos también protestan por la mala imagen que estos eventos dan a la ciudad. Pero los hosteleros se han rebelado contra las medidas restrictivas. «Algunos grupos se hacen ver con celebraciones alocadas, pero, en general, los comportamientos son bastante normales», sostiene José Simón, portavoz de la asociación Málaga Hostelería (Mahos). «Las despedidas son positivas: hacen que entre mucho dinero en la ciudad».
Lo mismo piensa Eduardo Manzanares, nuestro empresario y showman, cuyo negocio sigue creciendo pese a las restricciones municipales. «Este año hemos tenido tantísimos clientes que se nos agolpaban 200 personas en la puerta», admite. «Alguna vez ha tenido que venir la policía, pero hay que ponerse en la piel de los demás: aunque a algunos les pueda molestar, la gente sólo quiere pasárselo bien».
Su espectáculo en el Templo del Placer dura cuatro horas. Hay cena y barra libre de alcohol. El precio: apenas 40 euros por persona. Eduardo se desenvuelve a la perfección encima del escenario, soltando chistes picarones con palabras malsonantes. Le acompañan dos animadoras rubias con medidas despampanantes y otros dos chicos cada cual más musculoso. Dos strippers, chico y chica, sacan al escenario a los respectivos novios y les hacen un baile sensual. También actúa una travesti cuyo monólogo que arranca carcajadas a casi todos.
Las mesas se empiezan a mezclar. Los solteros de cada grupo ligan entre ellos. La fiesta acaba a la una de la madrugada y la sala se convierte en una discoteca abierta a todo el público. Algunos se quedan, otros continúan la celebración en la calle. «Se nos han quejado alguna vez, pero nosotros no podemos hacer nada una vez que salen fuera del local», afirma Eduardo.
Mónica y sus seis amigas de Alcorcón salen dando tumbos del local, pegando voces con un megáfono y con su diadema-pene en la cabeza. Su despedida termina al amanecer cerca de los portales que dan al museo Reina Sofía, en pleno centro de Madrid. Los vecinos madrugones las miran con recelo desde sus balcones.
Son los dos bandos de la polémica, frente a frente. Ellos solo quieren dormir en paz. Ellas, una noche de juerga antes de pasar por el altar. Las pretensiones de ambos bandos son incompatibles. Ha estallado la guerra de las despedidas .
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