[PRENSA] Calle Elvira, un lugar venido a menos que aún alimenta el espíritu granadino
Hasta mediados del siglo pasado fue un sitio de negocios entrañables como carpinterías, almonedas, bodegas y posadas
Hoy abundan las teterías, los locales de kebab, restaurantes musulmanes y las carnicerías halal: lo que fue de los árabes vuelve a ser de los árabes
Hay ciertos lugares que, por su mera existencia, permanecen en el alma de los habitantes de las ciudades en los que se ubican, a pesar de su degradado presente y su escaso porvenir. Uno de ellos es la calle Elvira, sin duda una de las calles venida a menos.
Andrés Cárdenas en Granada Hoy, 25-5-2025
El tiempo la ha relegado a un lugar y a un estado que no se merece. Desde su trazado por los árabes en el siglo XI hasta la construcción de la Gran Vía en pleno siglo XX, siempre fue la calle principal de Granada que contenía un mundo pintoresco y bullicioso y en donde no faltaban esos negocios entrañables que han formado parte de la intrahistoria de esta ciudad. Hoy los periódicos hablan de la suciedad de su calzada y aceras, de la inseguridad ciudadana, de abandono absoluto y de la gran cantidad de carteles y grafitis que la hacen poco recomendable a la hora de elegir sitio para estar. De todas maneras, sigue estando por derecho propio en el ADN de Granada, por eso, porque pertenece la memoria colectiva de los habitantes de la ciudad de la Alhambra. De alguna manera sigue siendo un buen lugar para alimentar el espíritu.
Un día el viajero y diplomático veneciano Navagero pasó por la calle Elvira y la describió como “calle principal, larga y bastante ancha”. Si la calle Elvira era ancha a ojos del viajero… ¿cómo serían las demás? Está claro que las medidas urbanas de la época no eran las de ahora. Los árabes la construyeron y los árabes han vuelto a ella para montar sus negocios de teterías, restaurantes, carnicerías halal, locales de kebab… Los nombres de los negocios no dejan lugar a duda de que la imaginación también se ha transportado: Rincón de Bagdad, Mekenes Rahma, Jerusalén, Árabe Sultán, Castillo de Alepo, Petra, Fairu… En ella ya no habitan las ‘Manolas’ a las que se refería Morente en su canción, sino los Mohamed, los Hasan, las Fátimas y las Leilas.
Pero muchos granadinos que aun habitan esta tierra la recuerdan como una calle donde hasta mediados del siglo pasado había entrañables negocios de todo tipo, como tiendas de compraventa de muebles (la de Rafael Fajardo), bodegas en las degustar el caldo de los caracoles, anticuario, droguerías, carpinterías, cafeterías (el Café España fue muy popular), almonedas (como la de Juan Reyes) y posadas (Del Toro y el Pan) que fueron administraciones de diligencias y corsarios y en las que podías se apalabrar una meretriz de la Manigua. Por cierto, la única tienda erótica que hay en Granada está en esa calle.
En el siglo XVI y XVII la habitaban los escultores y entalladores y por allí había dos hospitales uno enfrente de otro: El Corpus Christi y el de la Caridad y Refugio. Eran tan pequeños que la gente le decía los hospitalicos. El primero, que estaba en donde están los Agustinos Descalzos, estuvo funcionando hasta la mitad del siglo XIX y el segundo hasta bien entrado el siglo XX. Este hospitalico fue fundado a principios del siglo XVI por algunos “piadosos caballeros para asistir a mujeres enfermas de calenturas e incurables”. Y se derribó en 1915, trasladándose a su nuevo edificio en el Callejón del Pretorio, donde aún existe como residencia de ancianas.
También estaba allí el Pilar del Toro, a la entrada de la calle Calderería. Lo había diseñado y labrado Diego de Siloé (que vivió por allí) y el alcalde Gallego Burín lo hizo trasladar a su posición actual, en la plaza de Santa Ana, que era donde él vivía.
Callejones y cobertizos
La calle Elvira también es el punto de partida de una maraña de callejones y cobertizos que miran al Albaicín. “Aquello es un laberinto sombrío de lo que fue la zona más poblada de Granada hasta no hace mucho tiempo y, por lo mismo, mantuvo un carácter clásico medieval en el que se alternan los caserones de abolengo con los grandes patios de vecinos, dos tipos de vivienda en total crisis y veloz derribo”, dice Paco Izquierdo en su Guía secreta de Granada.
Ya en el segundo tramo de la calle está la Iglesia de San Andrés, que ha estado muchos años casi en la ruina y ha sido restaurada recientemente su nave lateral, la torre campanario y la portada de la iglesia. Todo con fondos del Plan Alhambra. La iglesia de San Andrés fue construida en torno a 1530-40 por Bartolomé de Villegas con portada renacentista que recuerda a los modelos popularizados por la escuela de Diego de Siloé. En 1818 sufrió un incendio y fue reconstruida “con pobreza y malísimos diseños”, dice en su guía Gómez Moreno. Con el paso del tiempo se fue deteriorando hasta convertirse en urgente su recuperación. De allí sale la procesión de la Borriquilla.
En la confluencia de la Calle Elvira con la Cuesta de Abarqueros encontramos el Pilar del Triunfo o de las Angustias. Su nombre se debe a que, en la reconstrucción que se hizo en 1671, se instaló sobre el pilar una pintura con título El Triunfo de las Angustias. Hoy no está allí la pintura, lo que hay es una imagen en lienzo de La Virgen, en una hornacina protegida por un cristal y una barandilla. Actualmente está tapado porque ha entrado en ese ciclo interminable de las obras municipales. Allí iban a llenar sus cántaros y vasijas los aguaores y las amas de casa, por lo que se convirtió en uno de los lugares de abastecimiento de agua más importantes de la ciudad. Y en su pilar bebían agua las bestias, aunque servía para muchas cosas más. Oigamos lo que dice Paco Izquierdo: “En él la gitana lavaba y peinaba sus largas trenzas negras, el sillero remojaba sus aneas, el lechero rebajaba la leche que vendía, el pescadero duchaba su mercancía, los albañiles limpiaban sus herramientas… Y en septiembre, la gitana de la Alcazaba bañaba y restregaba los higos chumbos hasta que despuntaban las espinas y se enfriaban las pulpas. ¡Tiempos aquellos!”. Y lo niños de los años cincuenta y sesenta, apunto yo, a falta de piscina, se hacían allí largos cuando el calor apretaba. Buenos estómagos debían de tener los borricos que iban allí a beber agua.
Y terminamos con una curiosidad referida al pozo Airón que está muy cerca de la calle Elvira. Bermúdez de Pedraza ya habla de él. Alude a un pozo grande y profundo que abrieron los musulmanes convencidos de que era muy útil para disminuir los efectos de los terremotos. Creían los moros que la tierra liberaba así su presión y los seísmos eran menos graves. Al llegar los cristianos creyeron que todo aquello eran bobadas de los y taparon el pozo. Pero lo más curioso es que ya en el siglo XVIII después de una ola de continuos terremotos en Granada, fueron muchos los ciudadanos que pidieron reabrir el pozo. ¡Vayamos a pollas!, dijeron. Hoy se puede ver tapado en una callejuela llamada Postigo de Cuna.