Albayzín: la herida patrimonial detrás de las pintadas
¿Cuántas veces has paseado por el Albayzín y te has detenido a leer y mirar la cantidad de pintadas que adornan -o destrozan, mejor dicho- las paredes? ¿Cuántos de ustedes, los lectores, han contribuido alguna vez a llenar los huecos y manchar la blancura de esos muros? Pues bien, aunque parezca algo inofensivo y sin mayor trascendencia, el daño ocasionado es mayor de lo que uno se imagina. Así lo cuenta la guía turística Gabriela Montenegro, perteneciente a la asociación TaQa de guías turísticos de Granada, que detalla una problemática mucho mayor y complicada de lo que uno se puede llegar a imaginar.
La asociación TaQa de guías turísticos de Granada denuncia el daño patrimonial que supone este acto, tanto para el barrio del Albayzín como para los vecinos que lo habitan. Su principal objetivo es proteger el patrimonio, tanto del barrio -que ha sido declarado como Patrimonio de la Humanidad desde 1994- como de la ciudad entera, haciendo especial énfasis en la formación y concienciación como bases de todo cambio.
Frases de canciones de Dellafuente, nombres, fechas y dibujos pueden verse en estas paredes del Albayzín, además de candados repartidos por toda la ciudad como símbolo de los romances juveniles que creen que Granada es el nuevo puente del Sena. Situación ante la que los propios vecinos se rebelan, hartos de lo que ellos denominan como ‘vandalismo poético’, un problema que en su mayoría atribuyen a los turistas.
Aunque la zona del Albayzín es de las más perjudicadas de Granada, las pintadas vandálicas se extienden en todos los distritos complicando la tarea de mantener limpia la ciudad. Mientras que Inagra solo se encarga de limpiar los espacios públicos y edificios municipales con una brigada diaria, de las casas particulares tienen que encargarse sus propios dueños, quienes ya han cubierto muchas de las pintadas que se extendían por el barrio del Albayzín, como la famosa pared del beso, libre ya de labial y de nuevo blanca como la cal.
Dentro de la asociación TaQa, cuentan con un grupo de trabajo llamado ‘Barrio’, recién nacido para fomentar unas prácticas turísticas más saludables y que acompañan la formación interna por la que aboga la asociación. Como bien comenta la guía turística Gabriela Montenegro, «el Albayzín es tan solo la punta del iceberg, pero toda Granada presenta esta problemática en mayor o menor medida». La intención, comenta la guía, es «dejar de tematizar, dejar de disfrazar las ciudades, no solamente de Granada, eso ya está pasando en toda Andalucía y en toda España».
Gabriela Montenegro explica que la raíz de todo esto es mucho más compleja de lo que parece, siendo uno de los focos el turismo masivo que desde los últimos años va ‘in crescendo’. Es una de las consecuencias de un turismo de masas, un turismo que deshumaniza a las ciudades, que las convierte en parques de atracciones destinados al consumismo, al usar y tirar y a presumir en redes sociales bajo la romantización de viajar. Como bien dice Gabriela, «igual que el fast fashion, tenemos fast tourisim, viajamos solamente porque nos lo podemos permitir, solamente porque hay que hacerlo».
Ante todos los proyectos e iniciativas destinados a seguir masificando Granada aumentando su turismo y colocándola como destino de ensueño para los extranjeros y nacionales, Gabriela es rotunda con su opinión: «Nosotros no creemos que sea mejor la cantidad que la calidad, y no priorizamos eso. En líneas generales, por parte de la asociación se aboga por un turismo de calidad». Recalca que «el turismo de calidad no debería de verse solamente como la calidad que se le ofrece al turista, debería verse también como la calidad que se le ofrece al ciudadano. Los guías de turismo y demás trabajadores del sector turístico somos vecinos también, vivimos en Granada».
Respecto a las pintadas del Albayzín, esta guía turística destaca una diferencia importante entre arte y vandalismo: «Yo tengo conocimientos de los orígenes del graffitti como street art, como arte urbano. Entiendo que para según qué estratos sociales, según qué tipo de personas que no sienten que sean escuchadas de otra manera, eso puede resultar en una manera de expresarse, entiendo que a veces hay un trasfondo político. Pero pienso que hay un cómo y un dónde, e independientemente y desde un punto de vista totalmente patrimonial, no se puede hacer en un patrimonio de la humanidad como es el Albayzín». Además, concluye que «hay vecinos que viven todos los días, que no tienen porqué salir a ver ese daño al patrimonio».
Los mensajes que pueden verse no suelen ser relevantes o relacionados con la política o la queja social, más bien son triviales y banales, vacíos y carentes de contenido. Gabriela sostiene que «es una moda que, como en todos los ámbitos del capitalismo, es de usar y tirar». «Hay una diferencia muy grande entre street art, que es lo que puedes ver en El Realejo si vas a ver las obras del Niño de las Pinturas, y esto que estás viendo aquí».
Ahí radica la problemática, puntualiza, en que «no se debe utilizar la cultura, la historia y el patrimonio como algo de usar y tirar». «Ese es el problema también que parece haber ahora mismo en turismo. No hay respeto porque es muy fácil viajar, es muy accesible y no todo el mundo que viaja tiene la misma concienciación. Tú dejas aquí todo esto y te vas, y ya está», apunta.
Seguramente estas personas no tengan intención de dañar al patrimonio, pero Gabriela entiende que no hay concienciación suficiente, tanto en turistas extranjeros como nacionales. Sin embargo, cree que es «una moda un poco más nacional», donde la tendencia es que las frases sean en castellano, aunque se pueden encontrar también en otros idiomas como el inglés.
Pintadas por el efecto llamada en redes sociales
Además, se produce un efecto llamada a raíz de las redes sociales como TikTok, Instagram o X, donde compartir este tipo de contenido -que suele ser bastante popular- incentiva a que la gente acuda a estos sitios para dejar también su huella. Afirma que ha visto y escuchado gente por esas zonas que venían con la finalidad expresa de hacer esas pintadas, buscando el punto concreto para dejar el mensaje. «En mi tou, la mayoría son extranjeros, sobre todo de Estados Unidos, y les parece curioso y les llama la atención, concretamente la pared de los besos -que ya ha sido pintada- porque no les parece muy higiénico», comenta.
La guía recalca que su intención no es lavar la cara del turismo, haciendo hincapié en que la problemática del graffiti en Granada no es algo que nace con el turismo sino que lleva existiendo en el Albayzín durante mucho tiempo, aunque sí que se desborda con esta moda de viajar y dejar huella allá donde uno vaya, para poder subirla a redes sociales y presumir de haber estado en el sitio. No está de más recordar la noticia del guía turístico detenido por la Policía Local por incentivar a sus clientes a realizar minipintadas en el casco histórico del Albayzín, un caso que ejemplifica las malas prácticas que puede conllevar un turismo irresponsable y masificado, y un guía con poco compromiso con el patrimonio de su ciudad. Un acto casi egoísta que Gabriela cree que pretende transmitir «lo puedo hacer, porque estoy aquí y pongo mi nombre».
Para dejar de tematizar la ciudad, Gabriela sugiere que sería interesante regular el sector privado y todas las iniciativas destinadas a seguir masificando la ciudad, iniciativas que benefician económicamente a los empresarios, pero no necesariamente a guías turísticos, camareros, dependientes… que no ven un aumento de su sueldo por más incremento que haya de los turistas. Además, también puntualiza que esa no sería la premisa tampoco. «No vamos a vender la ciudad, a vender a los vecinos y su bienestar porque nos va a ir mejor», comenta.
Gabriela detalla que el proceso de turistificación que hay ahora en el barrio del Albayzín bebe de la gentrificación que se lleva dando años, con la consecuente despoblación del patrimonio y la entrada de las agencias inmobiliarias y Airbnb en esas casas vacías. Un proceso de tematización del barrio que ha tenido sus efectos en aspectos como las pintadas, la aglomeración de los autobuses que suben al Albayzín o la subida de precios que obliga a los ciudadanos a desplazarse a las afueras para poner los centros al alcance de los turistas.
El problema, recalca, no es el turismo per se. Lo importante es hacerlo de manera consciente, con unas políticas y una organización amigable con la ciudad, y respetuosa con sus habitantes, tanto por parte de empresas como por los mismos turistas que vienen a pasar unos días en una ciudad habitada por personas durante años o décadas. Para Gabriela, el cambio debería ser «de paradigma, de concienciación y sobre todo de solidaridad y de entender que esos cambios que queremos para Granada, que Granada necesita, no se van a conseguir si no los entendemos como algo más global y que ocurre en más ciudades y países, que tiene una raíz más profunda».
Por eso, desde la propia asociación TaQa están trabajando en un manual de buenas prácticas adaptado a los nuevos tiempos, para poner su granito de arena en este mar de caos y descontrol, tanto a los guías como a los turistas. No hay que olvidar que la finalidad de un guía es, precisamente, guiar, no sólo en las explicaciones sino también en las prácticas que el turista puede o debe hacer en según qué lugares. La intención es «hacer de Granada y de todas las ciudades algo humanizado, que no sea solo un parque de atracciones».
¿Es acaso una manera de seguir gentrificando el Albayzín? ¿De seguir haciéndolo más llamativo y atractivo para los turistas? ¿De alentarlos a que contribuyan y dejen su huella en la ciudad? Preguntas cuyas respuestas quizá aún no son del todo certeras, pero que, sin duda, hacen reflexionar y plantear la verdadera raíz del problema, su verdadera importancia y el impacto que tiene sobre uno de los patrimonios históricos de la humanidad. ¿Acaso Granada quiere perder aquello que la hace mágica?