PRENSA: Romayla, un mal paseo junto a la Alhambra. Análisis de Tomás Navarro
No es frecuente que instituciones que salvaguardan la identidad patrimonial salieran al paso ante un proyecto de «remodelación» que atentara contra la integridad de un conjunto monumental como la Alhambra y el Generalife.
La Academia de Bellas Artes de Granada ya advirtió sobre los riesgos existentes en el proyectado Paseo de Romayla, donde se pretende conectar, entre otros, al cauce del Darro con un ascensor hacia la Alhambra. La aparición de cemento armado o el vallado inadecuado del mismo unido a conexiones por determinar con la barriada deteriorada de la Churra, ya alarmaron a la academia que advirtió de que este proyecto contiene riesgos que no se han evaluado en su justa medida patrimonial, medioambiental, paisajística y de estética medieval al estar el entorno con el Albaicín protegidos por el Patrimonio Mundial Unesco.
También la Real Academia de San Fernando, toda una institución a nivel de Estado, la que saliendo igualmente al paso de este proyecto incidió, como la academia granadina, en los mismos aspectos de riesgo y amenaza para una zona tan sensible en la imagen interna y externa de la Alhambra, donde en sus mismas faldas, se pretende adecuar su «abandono» ejecutando este proyectado paseo que parece urdido dentro de una filosofía peligrosa para la imagen de Granada con su Alhambra.
La ciudad palatina de los nazaríes se concibió como una unidad independiente dentro de Granada y no como una unidad integrada en la misma. Esa filosofía ha sido respetada grosso modo durante siglos. Las intervenciones en interconectar más la colina Sabika con el resto de la Granada urbana han sido provocadas por la masificación del turismo donde hubo que ponerle un tope a las visitas que por miles cada día suben al conjunto monumental. En la etapa final del siglo XX hubo que aprobar un plan especial para preservar a la Alhambra de desmanes en ciernes y maquinaciones empresariales en alianza con políticos locales.
El detonante fue la proyectada urbanización de lujo Alijares de la Alhambra, una empresa impulsada desde la alcaldía granadina y una empresa constructora de dudosa reputación. Fue la Junta de Andalucía bajo la presidencia de Rodríguez de la Borbolla, quién modificó al Patronato de la Alhambra, pasándose la tutela del conjunto monumental al gobierno de Andalucía, ante la peligrosidad de que nuevamente, la Alhambra, fuese objeto de avaricia urbanística. Baste recordar por las sentencias ya históricas en materia de urbanismo que Granada aparece como una de las ciudades españolas con mayor indice de corrupción en esta materia y donde las autoridades municipales no han sido precisamente ni ajenas ni inocentes.
Bajo el poder del PSOE andaluz se corrigió al mismo alcalde granadino, de igual partido, quitándole de en medio aquella urbanización especulativa y aprobando y ejecutando a continuación el plan especial que en estos últimos 30 años han ido adaptando las necesidades de la Alhambra con Granada y viceversa, pero respetándole a la ciudad palatina nazarí su propia identidad administrativa sin «asociarse» –más allá del paisaje urbano– con Granada. Ha sido tal el éxito que fue incubando el primer director del patronato alhambreño bajo la democracia, Mateo Revilla, que en la Alhambra aún hoy no se observa ni una sola pintada frente a las miles que «decoran» al Albaicín y al resto de la ciudad.
Bajo la dirección de Revilla se quitó el tráfico agresivo y contaminante por la Cuesta de Gomérez, peatonalizándose la colina Sabika y como este último detalle todos los demás. La política de conservación patrimonial de este primer director desde la restauración de la democracia hoy es perfectamente visible y constituyó todo un acierto su gestión. Luego, el mismo partido, nombró a una directora compulsiva, María del Mar Villafranca, que en un carrusel de escándalos terminó su gestión bajo la advocación del llamado Atrio de la Alhambra, una barbaridad que pretendía ocupar el terreno de los aparcamientos del Generalife para la construcción de un complejo comercial que ofertara a los miles de turistas todas las opciones para no tener que bajar a Granada. Este proyecto, una barbaridad, le costó el cargo a la doña y, el mismo partido, nombró a Reynaldo Fernández, al frente del mismo patronato.
En poco tiempo, Reynaldo, un medievalista culto y sensible a la Alhambra siguió el sendero de Mateo Revilla y fue recuperando y adecuando espacios que no se usaban por todo el conjunto monumental, haciendo de la Alhambra un lugar más capaz de absorber la masa de visitas en plena ola de turistificación, siendo su gestión muy apreciada y valorada por instituciones culturales y colectivos ciudadanos.
Pero las elecciones andaluzas últimas apartaron de la Junta de Andalucía al PSOE. Un gobierno conservador entre Partido Popular (PP), Ciudadanos (Cs) y los neofascistas de Vox como «apoyo auxiliar» lograron hacerse con el gobierno de Andalucía, nombrando como directora alhambrina a Rocío Díaz, una ex concejal y portavoz municipal del PP en el Consistorio granadino. Y ahora curiosamente aflora en el proyecto de Romayla la «instalación de un ascensor desde el Darro a la Alhambra», el mismo proyecto que lideró el ya fallecido alcalde conservador, Díaz Berbel, que quiso instalar, pero que la Junta de Andalucía no lo autorizó.
El PP granadino tiene un capricho con instalarle a la Alhambra no sólo un ascensor sino también un teleférico y obsesivamente añaden la falsa idea de que la Alhambra «no está conectada con Granada», pues claro que no y de eso se trata desde 1232 cuando se iniciaron sus obras de construcción.
Este peligroso proyecto de Paseo de Romayla tiene demasiadas zonas oscuras como para pensar bien de sus técnicos y políticos dentro de este empeño por meterle mano a un área que se enclava en un negociado de futuro para el sector servicios. Solo hay que ver como ha quedado la calle Moras o Ángel Ganivet donde todo es ocio con copas y «colonizar» este espacio «abandonado» bien vale un Paseo de Romayla.
Para el PP la Alhambra es como una gallina de huevos de oro, para Vox un botín de guerra y para Cs con un alcalde sin base electoral algo que lo sostenga mareando la perdiz. No se trata de que este paseo no se realice, debería de hacerse, pero respetando todo lo que hay que respetar y teniendo el apoyo de los colectivos afectados e interesados en que éste se ejecute con la alta calidad que requiere porque es parte de la Alhambra y no como un Real de la Feria que es lo que esconde.
La reciente paralización provisional de su ejecución donde los implicados afirman que incorporarán lo que las instituciones culturales denunciantes aportan, tendrá sentido cuando la transparencia aflore firmando los autores su proyecto y señalando las empresas intervinientes en la ejecución cuando se clarifique, si es que no se persiste en el empeño. Es la luz en toda democracia la que espanta las tinieblas.
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