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El rapto de la Colección Ajsaris

Por Jesús Mª García Calderón

Cuando algunos seguimos sin recuperarnos de la terrible redestrucción del Maristán nazarí y algún aplicado gestor cultural nos propone sembrar con fuentes de olor artificial, lugares emblemáticos de un espacio declarado hace casi cuarenta años Patrimonio de la Humanidad como el Albaicín, nos informan de la posible salida de la ciudad de Granada de la colección de arte de la Casa Ajsaris. Como si no tuviéramos bastante con la pandemia, parece que nuestra ciudad quisiera entregarse a un lento suicidio cultural.

Lo de las fuentes artificiales de olores albaicineros merece un breve paréntesis. Colocar artilugios mecánicos para que el turista, a cambio quizá de unas tristes monedas, conozca el aroma tradicional del barrio no es mas que una ocurrencia que me recuerda el consejo de Octavio Paz al señalar que el arte de nuestro tiempo no debiera esforzarse en construir fábricas de cantos rodados. Digamos simplemente que en asunto de olores, la naturaleza -y no digamos la naturaleza andaluza y española- es suficientemente expresiva.

Volviendo al curso de los suicidios culturales que jalonan la historia de esta ciudad, cuando menos, desde los años de la revolución bolchevique, sería imperdonable que la Colección Ajsaris abandonara, no Granada sino el Albaicín. Su vinculación con aquel espacio privilegiado es tan patente y su calidad, al margen de gustos estéticos, tan incontestable que la decisión nos obligaría a enfrentarnos con el espejo social de una ciudad otra vez humillada por la mediocridad y rendida al peso de recibir un turismo, con todo mi respeto hacia el abnegado sector de la hostelería, de caña y tapa por no utilizar términos más gruesos, que no quiero ofender a quienes nos aprecian y visitan y permiten con su generosidad nuestro mayor desarrollo económico.

¿Cómo es posible que una capital culta de la Unión Europea, conocida en todo el mundo por su importancia histórica y su imitada riqueza monumental, no encuentre un espacio digno donde albergar el regalo de una colección de arte que ofrece una muestra única de arte granadino durante siglos? Cada uno de los palacios, conventos o cuarteles en proceso de venta o edificios históricos vacíos que esperan algún cometido, son un terco recordatorio para socorrer una respuesta imposible.

Hace unos años, tuve el honor de proponer que los artífices de la Colección Ajsaris recibieran la Medalla al Mérito de la Real Academia de Bellas Artes de Granada. Tuve igualmente la satisfacción de dedicarles una palabras en el acto académico de apertura de curso en el que tuvo lugar su entrega. Si mal no recuerdo fue en el Auditorio Manuel de Falla y en el mes de octubre de 2018. No me resisto a recordar, perdónenme la autocita, la referencia a dos párrafos de mi breve discurso. Señalaba en el primero que con una admirable tenacidad, un elevado compromiso y una completa fascinación por el arte y su importancia en nuestra vida social, sin apoyo institucional alguno y superando toda clase de dificultades, Juan Manuel Segura Bueno y Francisco Jiménez Rodríguez habían sido capaces de atesorar, la más preciada colección de arte granadino que pueda verse en la actualidad. Y lo habían hecho, además, en el emblemático barrio del Bajo Albaicín y en un espacio, la Casa Ajsaris, reconstruida igualmente con un notabilísimo esfuerzo, especialmente propicio para este recorrido fascinante por la asombrosa creatividad artística vinculada con el devenir de nuestra ciudad en los últimos siglos. En un lugar tan maltratado por el expolio y por la errónea gestión del Patrimonio Cultural como Granada, esta colección, forjada en el último cuarto del siglo XX y catalogada en 2017, habría podido salvar milagrosamente obras de un inmenso valor y permitir que permanezcan entre nosotros y aún podamos disfrutarlas -quizá por muy poco tiempo- en la misma encrucijada en la que fueron concebidas.

Mis palabras terminaban afirmando que, con este público reconocimiento, el Pleno de la Real Academia de Bellas Artes no solo quería premiar un esfuerzo completamente admirable, también quería recordar la necesidad de que este impagable legado encontrara, mediante alguna de las formas habituales de mecenazgo público, el tratamiento que sin duda merece, reconociendo todo su valor y promoviendo su conocimiento y disfrute por todos los ciudadanos. Lástima que nuestro consejo haya prendido con más fuerza en otra capital andaluza, tal vez más atenta que la nuestra en una materia tan decisiva para nuestro presente y para el futuro que proponemos a las generaciones venideras.

Este camino que de nuevo puede emprender Granada resulta tan familiar como ingrato. No es la primera vez que una parte decisiva de nuestra ciudad, responde a la lucidez y generosidad con una torpe y vanidosa indiferencia. Entretanto, quienes son responsables de tan feroz desatino quizá piensan que añoramos la vuelta del tren neumático o que deseamos que se cumplan proyectos urbanos tan ocurrentes como la instalación de fuentes de olores artificiales en los miradores del Albaicín o que, incluso, queremos disfrutar a diario de un castillo de fuegos artificiales, como si de una cortinilla de Disneylandia se tratara, ensuciando el sereno atardecer que ofrecen los desdichados muros del alcázar palaciego de La Alhambra.

Jesús Mª García Calderón es Presidente de la Comisión de Monumentos de la Real Academia de Bellas Artes de Granada y Doctor en Derecho del Patrimonio Histórico.

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1 Comentario

  • 26 de agosto de 2020 en 15:16
    Antonio AV

    Muy interesante. Como se puede visitar actualme esta coleccion? Estaria muy interesado de poder hacerlo. Gracias

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