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PRENSA: El Museo Arqueológico cumple 100 años en la Casa de Castril

Excepcional reportaje del periodista y escritor Gabriel Pozo Felguera que nos descubre la historia del Museo Arqueológico de Granada, que cumple cien años en diversos emplazamientos que detalla hasta la sede actual de la Casa de Castril, aún en obras. No te pierdas el relato de uno de los espacios más singulares de Granada.

Leer en El Independiente, 17-09-2017

Este espacio de la historia de Granada estuvo en Santa Cruz la Real, el Ayuntamiento y la calle Arandas antes de recalar en la casa de Leopoldo Eguilaz Yanguas

El alpujarreño Natalio Rivas medió para comprar la antigua casa de los Zafra y trasladarlo definitivamente a la Carrera del Darro

Las deficiencias del palacio y su necesidad de obras han propiciado que el Arqueológico haya estado cerrado el 16% del tiempo en el último siglo

A finales del presente año 2017 va a cumplir su centenario la Casa de Castril como sede del Museo Arqueológico Provincial. El 25 de diciembre hará cien años que el Estado adquirió el edificio para destinarlo a sede de museos. Pero lo hará cerrado porque todavía falta algún tiempo para su reapertura. Lleva cerrado más de siete años por problemas del edificio. No ha faltado un mes en que una plataforma ciudadana proteste por su clausura. A pesar de todo, el Museo ha permanecido casi un siglo abierto (menos 17 años) para mostrar lo mejor de la arqueología provincial, que es de las mejores. No siempre fue así desde que lo fundaran en la segunda mitad del siglo XIX: el Arqueológico tuvo una vida ambulante, siempre marcada por las quejas y la polémica. 

Los arqueólogos y aficionados a esta rama empírica de la Historia respiraron en diciembre de 1917; la Gaceta (el BOE de entonces) publicó la adquisición de la Casa de Castril para hacer del palacio el futuro Museo Arqueológico… además de otros más. Por fin se conseguía un espacio amplio y más adecuado para el uso museístico. Los objetos artísticos habían pasado más de medio siglo deambulando de almacén en almacén, porque sus espacios itinerantes tenían más de eso que de museo. El palacio construido por los Zafra a principios del XVI era, por sus características y su ubicación, el lugar idóneo. Aunque tras su compra por el Estado aún tuvieron que pasar otros cuantos años para poder adecuarlo.

La Casa de Castril la había adquirido un curioso catedrático de la Universidad de Granada: Leopoldo Eguilaz y Yanguas (1829-1906). Este profesor era de origen murciano (otras fuentes aseguran que nació en Tabernas) y se pasó prácticamente toda su vida en Granada. Era hombre cultísimo y rico al mismo tiempo; desde el primer momento se imbricó en la vida cultural de la ciudad. En su palacio de Castril acumuló una notabilísima y abundante biblioteca. Fue miembro destacado de la Comisión de Monumentos; más de una vez sus compañeros de corporación le habían sugerido que alquilase la Casa de Castril para albergar el Arqueológico, o lo vendiese por un módico precio. De hacerlo, seguiría el ejemplo del arqueólogo Manuel de Góngora con su abundante colección de antigüedades. Leopoldo Eguilaz se volvió un tanto excéntrico en su vejez y vivía más tiempo en el Jardín de Narváez, en Loja, que en Granada. Una vez enviudado, se retiró a Loja en compañía de una joven catalana llamada Paulina Crusat, quien le hacía de traductora de sus obras al francés. Al final, contrajo matrimonio con ella y permaneció casado hasta el fallecimiento del catedrático en 1906. La joven viuda se casó con un empleado de su hacienda lojeña y, por lo que sabemos, decidieron vender propiedades en Granada. A mediados de 1916 ya se conocían en Granada las conversaciones entre Paulina Crusat y el político Natalio Rivas para la compra de la Casa de Castril por el Estado. (También por aquella época el Estado tenía interés en hacerse con otros monumentos granadinos, como el Bañuelo, las casas del Chapiz, etc.)

El hecho es que para diciembre de 1917 el acuerdo fue total: la Casa de Castril sería de titularidad pública y destinada a albergar los museos de la ciudad. No obstante, debió ocurrir algún desencuentro de última hora y la enorme biblioteca del catedrático fue excluida del acuerdo y acabó en el Jardín de Narváez (Comenzó a desaparecer a partir de la compra de esa hacienda por la familia Díaz Berbel, que la vendieron y/o regalaron por lotes).

Pero hasta llegar a la Casa de Castril, el Museo Arqueológico había dado muchos tumbos por otros rincones de la ciudad.

El Museo itinerante

El Plan General de Estudios Pidal (1845) supuso la creación de los llamados “gabinetes”. En el caso de Granada, se crearon el Gabinete de Ciencias Naturales (asociado al flamante Instituto de Secundaria, hoy el mejor museo andaluz de esta especialidad, en el Padre Suárez) y el Gabinete de Arqueología. En este último caso, se ligó a la también flamante Comisión Provincial de Monumentos. Esta institución y sus miembros sería el origen del futuro Museo Arqueológico.

La preocupación por la conservación de los restos arqueológicos de manera científica comenzaba a calar en unos granadinos que trascendían la faceta del mero coleccionismo. Entre ellos se encontraban Leopoldo Eguilaz, Manuel Gómez Moreno, Aureliano Fernández Guerra, Estébanez Calderón, Manuel de Góngora, etc. Todos ellos formaron parte en alguna ocasión de la Comisión de Monumentos; esta entidad tuvo su sede en el desamortizado Convento de Santa Cruz la Real, donde también ubicaron otros museos y otras instituciones culturales.

La preocupación por conservar restos arqueológicos comenzó a partir de la primera desamortización de bienes religiosos. El siglo XIX fue de progresivo desmantelamiento de edificios musulmanes y de siglos anteriores de dominio cristiano. La Comisión procuró guardar las piezas más importantes y posicionarse en contra de la demolición de edificios de interés. Así le había sido encargado por ley. Pero su éxito fue relativamente positivo; al menos, procuraron guardar algunas partes pensando en un futuro museo arqueológico.

Casa de Castril, 1890. Así era la fachada de la Casa de Castril cuando residía en ella el catedrático arabista Leopoldo Eguilaz y Yanguas. Postal de Laurent.

Por otra parte, también el siglo XIX supuso un notable auge de la arqueología científica, desde el Paleolítico hasta el siglo XVII. En 1870 aparecieron los importantísimos restos de la Cueva de la Mujer en Alhama; a ellos se fue sumando la ingente cantidad de restos romanos, visigodos y musulmanes del entorno de Medina Elvira; los restos de necrópolis megalíticas de la comarca de los Montes; yacimientos de Caniles, Freila y Alcudia; sin olvidar las incipientes catas de Baza y Montefrío; la cueva de los Murciélagos de Albuñol, etc.

La arqueología había nacido en toda España. De ahí que el Gobierno decidiese legislar para restaurar, conservar y exponer todo lo que estaba apareciendo, y no seguía el camino de museos americanos y europeos. Se hacía con espíritu didáctico, tal como ocurría con el Gabinete de Ciencias del Instituto Provincial. De ahí que se pensara en habilitar parte de la Universidad (Colegio de San Pablo) como museo Arqueológico.

Entre los años 1869 y 1878 se fue conformando el llamado Gabinete de Antigüedades. Tenía su sede en Santa Isabel la Real. Fueron tantas las piezas que le llegaron de hallazgos, excavaciones y derribo de edificios desamortizados, que buena parte de ellos fueron enviados a Madrid. El Gabinete de Antigüedades tenía asignada una pequeña parte del edificio, en su planta baja. Resultó a todas luces insuficiente cuando comenzaron a llegar piezas de las excavaciones en la zona de Atarfe, realizadas por Gómez Moreno entre 1870 y 1875. Y he dicho anteriormente que más que museo arqueológico, aquel Gabinete estaba convertido en un almacén. Al menos ya comenzaron a catalogar las piezas.

Por fin, en 1879 el Estado creaba museos en aquellas ciudades que contaban con abundantes piezas para organizarlo. Fue el caso de Granada, Barcelona y Valladolid. Paralelamente, se encomendaba su organización y cuidado al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Anticuarios. El lugar elegido para organizar el primer Museo Arqueológico de Granada continuaba siendo el mismo convento de la Santa Cruz; como primer director fue designado Francisco de Góngora y del Carpio, hijo del arqueólogo Manuel de Góngora. Esta familia había vendido/cedido su valiosa colección para engrosar el nuevo Arqueológico.

Pero todas las piezas continuaban revueltas en una sola sala, pues el Convento también era sede del Museo de Pintura y Escultura, de la Escuela de Bellas Artes, del Liceo Artístico, de la Academia de Bellas Artes, de la Sociedad Económica de Amigos del País y de la Comisión de Monumentos.

La situación empeoró cuando en 1889 el Ayuntamiento (propietario del Convento) decidió destinar el edificio a uso militar, primero como academia y después como cuartel de artillería. Las valiosísima piezas que contenía (descritas detalladamente por Gómez Moreno en su Guía de Granada, 1892) comenzaron a dar tumbos por la ciudad. Su segundo destino fueron unos bajos en el Ayuntamiento de la Plaza de Carmen; allí permanecieron embaladas y rodeadas de humedad. Se había vuelto a barajar la posibilidad de llevarlas a la Universidad, al convento de San Felipe Neri (calle San Jerónimo, frente al Gabinete de Ciencias Naturales), la Cartuja o el Palacio de Carlos V.  Se hicieron varios proyectos en cada caso, pero todo acabó en agua de borrajas y las piezas se quedaron almacenadas en el Ayuntamiento en espera de mejor ubicación. Las instituciones granadinas ni se entendían ni concretaban. Aquella situación devino en la desaparición de algunas de las piezas más pequeñas y valiosas.

A pesar de todo, la colección de piezas arqueológicas continuaba aumentando por la compra de la Colección Góngora, nuevas apariciones en la provincia y desmonte de infinidad de edificios tras la Revolución Gloriosa.

En 1895, el nuevo alcalde José Gómez Tortosa –arqueólogo y artista- se tomó en serio el asunto. Buscó un lugar decente para el Museo Arqueológico, que no fuera simplemente almacén de piedras. Y alquiló el palacete número 2 de la calle Arandas (actual sede los Registros), que era propiedad de la familia de Pedro Pascasio de Baños. Pero también iban aparejados los museos de Bellas Artes y de la Pintura, por lo que la casona era pequeña. En la calle Arandas estuvieron los museos granadinos durante los veinte años siguientes. Las personas que los visitaban al año no llegaban a superar el número de dos mil; a pesar de ello, de vez en cuando volvía a surgir la polémica en prensa (sobre todo por parte de Francisco de Paula Valladar) reclamando la Universidad como mejor lugar para el Museo Arqueológico. Se entendía como refuerzo del carácter pedagógico, no turístico como suelen predominar ahora. El preacuerdo entre la Universidad y el Museo estuvo casi hecho en 1902 para trasladarlo al Colegio de San Pablo; pero en la recta final de las negociaciones no gustó el rincón donde iban a ir las piezas y la inspección de museos rompió el acuerdo.

Y por si no estuviera constreñido en las dependencias de la calle Aranda, en 1896 comenzaron a llegar miles de piezas por la cala abierta en la medina musulmana para abrir la Gran Vía. De haber contado con buenas instalaciones y almacenes, el Museo Arqueológico se hubiese quedado por las valiosas piezas de decenas de edificios históricos que fueron pasto del expolio entre 1896 y 1918.

Al menos, la dirección del Arqueológico tuvo la ocurrencia –amén de poca fuerza- de solicitar a la Reformadora Granadina la cesión de uno de los solares de la nueva Gran Vía para construir allí el Museo Arqueológico. Pero a nada llegaron aquellas negociaciones, en parte porque el negocio era el negocio para los empresarios promotores de la obra. Entonces se implicaron el Ayuntamiento y la Diputación: ofrecieron uno de sus solares en la zona del Triunfo. Incluso llegaron a convocar un concurso de ideas para realizar el proyecto. Pero luego las corporaciones no fueron capaces de plasmar el asunto; el resultado fue que otras instituciones se les adelantaron y ocuparon los solares.

Por fin, la Casa de Castril

Francisco de Góngora del Carpio, primer y longevo director del Museo Arqueológico, nunca llegó a verlo abierto en su definitiva sede de la Casa de Castril; falleció en 1919, nada más comenzar las obras de acondicionamiento. No tardaron demasiado en reformar el palacio de los Zafra, pues para 1923 abrió sus puertas en la actual sede. Y lo hacía de la mano de un joven Antonio Gallego Burín que iniciaba su meteórica carrera administrativo-política.

El Arqueológico en 1974. Aspecto que presentaban en patio y la sala VII tras la remodelación acometida entre 1971 y 1974 por su directora, Ángela Mendoza Eguaras (sobrina de Joaquina Eguaras). La escasez de presupuesto obligó a adquirir vitrinas desechadas de instituciones madrileñas. Para entonces, el museo de Bellas Artes ya había sido trasladado a la Alhambra. Fuente: MAG.

Pero el Arqueológico no iba solo, arrastraba la compañía del museo de Pinturas, la Academia de Bellas Artes y la Comisión de Monumentos. Con lo cual, el espacio continuaba siendo insuficiente para tanta pieza acumulada desde más de sesenta años atrás en que comenzaron a acopiarlas en el Gabinete de Antigüedades. El primer Arqueológico en la Casa de Castril se limitaba a patio y tres salas, repartidas por varias plantas. Había expuesta una ínfima cantidad de la enorme riqueza de su inventario, pues el potencial histórico y arqueológico de la provincia de Granada es de los más ricos de España… además de las aportaciones de la constante destrucción de los monumentos de la ciudad y el boom de excavaciones protagonizadas, principalmente, por extranjeros.

Esperándola… Las piezas arqueológicas y etnográficas permanecen almacenadas en dependencias de la Casa de la Torre, en espera de ser reubicadas cuando acaben las obras. Ahí están desde 2010. En la foto de arriba se aprecian las interesantísimas inscripciones epigráficas de origen romano, la mayoría de ellas dedicadas a senadores o ecuestres de origen iliberritano.

Fue Gallego y Burín el primero en diseñar un museo arqueológico para Granada. Lo concibió con una función meramente pedagógica, destinado a estudiantes universitarios. El discurso expositivo era un tanto rudimentario. De ahí que el número de visitantes continuase tan estancado como medio siglo atrás, sin superar las 2.000 visitas por año. Burín dejó de ser director en 1931. Le sucedería por vez primera una mujer de gran formación y arqueóloga profesional: Joaquina Eguaras Ibáñez. Su primera preocupación consistió en tratar de acabar las obras que, desde 1919, se habían prolongado hasta 1929 y todavía no se habían acabado. La casa de Castril es un lugar idóneo para museo por su excelente ubicación, pero también es cierto que la deteriorada fábrica del edificio ha obligado a mantenerlo cerrado durante varios periodos de la historia para acometer obras de consolidación (así fue también en tres años en la década de los setenta, como en los siete que lleva en el siglo XXI).

A Joaquina Eguaras de debe el primer discurso museográfico distribuido en salas temáticas, asociadas a la temporalidad de las culturas representadas. Aquel diseño es el que ha pervivido, prácticamente, hasta que fue cerrado en el año 2010. Es decir, entre su apertura en 1923 en esta sede hasta ahora, el Museo Arqueológico ha permanecido cerrado por obras el 16% de su vigencia en la casa de Castril.

En estos momentos, las obras están ya muy avanzadas. Sólo se está a la espera de efectuar el montaje de las piezas y dar los últimos remates. Se cree que su reapertura pueda hacerse a lo largo del año 2018. Y que ésta dure para muchos años. Desde que fue incorporada la Casa de la Torre (1967), el espacio expositivo disponible es considerablemente mayor. No obstante, quizás el Museo Arqueológico valga más por lo no puede enseñar que por lo que expone: el número y calidad de obras históricas que duermen en sus almacenes continúa siendo enorme; algunas son de excepcional calidad, sobre todo los mosaicos de época romana aparecidos en excavaciones durante los últimos años. Cabe destacar la maravilla de los hallados en la calle Primavera y los Mondragones. Alguno de ellos podremos tener la suerte contemplarlos por vez primera, para comprender que el periodo romano también fue muy importante en la historia de Granada. Fuentes del Museo nos anuncian grandes novedades para esta nueva etapa regida por Isidro Toro Moyano.

Quedamos a la espera.

Mosaicos de los Mondragones. Estos  impresionantes mosaicos aparecieron en 2013 al excavar el solar de los Mondragones para construir un supermercado. Se trató de una importantísima villae que contaba incluso con necrópolis propia. Tenía también un molino de aceite. Fueron desenterrados por el equipo dirigido por el arqueólogo Ángel Rodríguez Aguilera. Quizás también los veamos expuestos en el remozado Museo.

MÁS DOCUMENTACIÓN:
– 
Para conocer las piezas acumuladas y su origen hasta 1892, ver la Guía de Granada de Gómez Moreno. También para saber más de la historia y el arte de la Casa de Castril.

– La Guía de Antonio Gallego Burín actualiza sus datos hasta finales de los años setenta del pasado siglo.
– Para profundizar en la historia de los museos de Granada, y también del Arqueológico, el mejor libro es Los museos de Granada, 1835-1975, de Mar Villafranca.
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