Reflexiones sobre el encuentro de Hispania Nostra en Granada
Ciertos responsables de instituciones oficiales locales que abiertamente se enfrentaban y despreciaban a los representantes de la sociedad civil granadina más culta, activa y crítica, como los miembros de la asociación de Vecinos Bajo Albayzín.
En esta ocasión el lugar elegido ha sido la Alhambra de Granada y la temática tratada los paisajes culturales. Es la primera vez que Septem Nostra ha asistido a esta reunión en la que se dan cita las distintas entidades conservacionistas repartidas por nuestro país. Desde nuestra asociación hemos presentado una ponencia titulada Ceuta, los sueños del hombre. El objetivo era mostrar un panorama general del patrimonio cultural ceutí a partir de los ideales, las ideas y los sueños que han dado forma a los numerosos bienes culturales que atesora nuestra ciudad. Estos sueños tienen mucho que ver con la temática del encuentro, los paisajes. Nuestros sueños se nutren de los símbolos que surgen de la combinación de nuestras emociones idealizadas y, sobre todo, de las experiencias sensoriales que nos transmite el lugar en el que vivimos y trabajamos. Desde este punto de vista, aplicando la formula de Le Play, nosotros hacemos el paisaje y el paisaje nos hace a nosotros. Según la belleza y el cuidado que hagamos de los paisajes que nos rodean así será nuestra capacidad imaginativa y artística, y así seremos nosotros.
La Alhambra de Granada, y más concretamente el Palacio de Carlos V donde se ubica el salón de actos que ha acogido el encuentro de Hispania Nostra, ha servido de Promontorio de los Sueños, similar al que se subió Víctor Hugo para alentarnos a soñar: “Así pues, soñad, poetas. Soñad, artistas. Soñad, filósofos. Sed soñadores, pensadores”, nos decía el genial escritor francés. Desde Septem Nostra hemos hablado de los sueños del hombre en Ceuta, pero también hicimos un llamamiento a un sueño mayor, desde el convencimiento de que vivimos en un tiempo en el que solo los soñadores son hombres y mujeres prácticos. Nuestro sueño, compartido con todos los defensores del patrimonio cultural y natural que nos dimos cita en Granada, es crear un buen entorno para la vida buena (eupsiquia), donde la comunicación, la comunión y la cooperación vuelvan a ser los atributos esenciales de la sociedad humana y la base de sus significados, funciones y valores.
Todos los que hemos participado en el encuentro de Hispania Nostra hemos coincido en que estos días se ha generado un atmósfera cargada de magia, emotividad, positividad y esperanza en el futuro. Resultaba extraño, y a la vez gratificante, escuchar en una reunión de defensa del patrimonio conceptos como percepción, mutación de conciencia, cambio de paradigma o transformación del ser humano. En estos días, en el reducido espacio de la sala que nos acogía, dos mundos se oponían y pugnaban. Por un lado, el Viejo Mundo, representado por ciertos responsables de instituciones oficiales locales que abiertamente se enfrentaban y despreciaban a los representantes de la sociedad civil granadina más culta, activa y crítica, como los miembros de la asociación de Vecinos Bajo Albayzín. Y, por otro lado, el Mundo Nuevo, que está emergiendo con fuerza en estos tiempos, encarnado, entre otros, por un profesor universitario que nos recitó dos improvisados y magníficos poemas inspirados en lo dicho y vivido en este encuentro. Algunas de las instituciones allí representadas, si nos permiten la ironía, cumplieron perfectamente su papel: defender lo instituido y frenar el nacimiento del Mundo Nuevo que barrerá su cosmovisión mecanicista y dualista. No obstante, para evitar malentendidos, hemos de resaltar la exquisita atención que nos ha dispensado el Patronato de la Alhambra. No nos referimos a este tipo de instituciones, sino a los engendros políticos y pseudoculturales que en todos los lugares crean el complejo del poder para contrarrestar el incipiente papel de los movimientos cívicos comprometidos y vigilantes.
Incluso en el propio seno de las asociaciones del defensa del patrimonio se pueden observan distintos niveles de desarrollo conceptual. Todas compartimos la cualidad de haber superado la visión egocéntrica al trabajar por el bien común, pero muchas aún siguen ancladas en perspectivas demasiado localistas, cuando estamos entrando en una nueva realidad, una nueva cosmovisión, en la que lo local no puede separarse por más tiempo de lo global. Preocuparse por el techo de la iglesia de nuestros pueblos o el futuro de tal o cual edificio cercano es necesario, pero tiene que ir unido a una concepción más integral y universal del patrimonio cultural y natural. Es necesario que actuemos de manera sincronizada en el plano local y global. Este tipo de encuentros, según nuestro punto de vista, tendría que servir menos para mostrar las expresiones locales de problemas generales que sufren el patrimonio (abandono, expolio, vandalismo, desidia oficial,…), y más para reflexionar sobre estrategias globales y coordinadas para dar una solución igualmente global a las amenazas que acechan a nuestros bienes culturales y naturales.
Las asociaciones de defensa del patrimonio cultural sólo son una expresión de la mutación de la conciencia a las que estamos asistiendo en estos últimos años. Formamos parte de un movimiento más amplio y profundo, en el que participan las asociaciones ecologistas, las cooperativas de autogestión, el movimiento de los huertos urbanos, las asociaciones sociales que promueven el apoyo mutuo, los grupos que promueven la democracia directa, la nueva espiritualidad, la revolución integral, las escuelas de vida, la vanguardia artística y cultural o el arte unido a la naturaleza, por citar algunos ejemplos. Somos gérmenes y brotes visibles del Mundo Nuevo que se alimentan del humus creado por el Viejo Mundo. Como todo nacimiento siempre abre herida y produce dolores. La cabeza de Zeus vuelve a abrirse para que nazca un Mundo Nuevo. Un mundo aperspectivo, transparente, diáfano, integral y suprarracional. Está siendo un proceso doloroso, como todos los procesos de mutación por los que ha pasado la humanidad, pero no hay quien lo pare.
El papel de las asociaciones de defensa del patrimonio cultural y natural ha sido hasta ahora defensivo, –y lo seguirá siendo hasta que el Mundo Nuevo triunfe–, porque la mayoría social sigue anclada en el pensamiento egocéntrico y la cosmovisión mecanicista. Una mayoría social, auspiciada y alentada por el complejo del poder, que en su disparatada adhesión al mito de la máquina lleva siglos destruyendo y alterando la belleza de nuestras ciudades y nuestros paisajes; fomentando la maldad en lugar de la bondad; y difundiendo la ignorancia en lugar de la sabiduría y la verdad. La visión más amplia y profunda de las asociaciones de defensa del patrimonio nos ha permitido reconocer el valor de nuestro patrimonio heredado y de esta visión ha partido nuestra misión, que consiste en salvaguardar todo estos bienes culturales para sustentar el Mundo Nuevo que está surgiendo de entre los escombros del decrépito Viejo Mundo. Pronto, así lo esperamos, podremos prescindir en la denominación de nuestra asociación de la palabra “defensa” para sustituir por la de “cultivo”, tanto en su sentido literal de cultivar la tierra, –según proponen con acierto nuestros amigos murcianos de HUERMEN o los granadinos de VegaEduca–, como en su vertiente cultural de cultivar nuestro espíritu y nuestra mente. No somos ingenuos. Ya sabemos que alcanzar esta meta no va a ser fácil. Como inicia Lewis Mumford en su libro The conduct of life, la edad que vivimos amenaza con una catástrofe mundial, pero al mismo tiempo diserta una inesperada esperanza y una promesa sin precedentes.
El nuestro no es tiempo para hombres y mujeres de corazón débil. No importa lo accidentado de los obstáculos a los nos enfrentemos. Debemos seguir adelante por el camino que nos conduce a la vida buena. Ésta es nuestra misión y nosotros nos sentimos orgullosos de contribuir, aunque sea de manera humilde, al surgimiento de este Mundo Nuevo e Integral. El encuentro de Hispania Nostra en Granada ha sido un hito en este despertar de la conciencia integral y cívica. Así lo hemos sentido nosotros y así lo transmitimos.
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