El trenecito como metáfora
El servicio turístico se está convirtiendo en un ‘atascador’ de la vida diaria
José María Rueda
POCAS cosas resultan tan llamativas para valorar la movilidad en Granada como apreciar la metáfora del trenecito o tren turístico, ese artilugio pensado únicamente como elemento turístico, pero que el PP gobernante en la ciudad está empeñado, contra viento y marea, en convertir en un elemento apto para los desplazamientos diarios de los granadinos y granadinas.
Y digo metáfora por emplear un término asequible, que a nadie pueda ofender, y que todo el mundo pueda entender. Porque metáfora de la (in) movilidad es suprimir unilateralmente y porque sí, las líneas que prestaban un buen y razonable servicio al barrio del Albaicín, cargándose, de paso, una más que aceptable conexión con la Alhambra, y pretender sustituir las mismas con un trenecito pensado y diseñado para desplazar turistas por la ciudad a 6 euros el viaje.
Porque metáfora del sinsentido en que se han instalado nuestros (des) gobernantes municipales, es intentar ‘vendernos’ las supuestas bondades de un medio de locomoción poco seguro, poco fiable, no preparado para transitar cuando hay cera en nuestras calles, con fallos en los frenos (afortunadamente sin consecuencias), que provoca atascos y retenciones cada dos por tres, y que parece, la mayoría de las veces, el ‘tren fantasma’ cuando nos lo cruzamos, practicamente vacío, por nuestras calles.
Por eso, el trenecito, le pese a quien le pese, es la verdadera metáfora de la movilidad bajo el gobierno del PP. Metáfora que encubre salvajes recortes en un servicio básico que todos pagamos y que cada vez menos vamos a disfrutar. Que busca una supuesta sostenibilidad nada más que en las cuentas municipales, a costa de la ciudadanía. Que tiene en pie de guerra a buena parte de la ciudadanía, hastiada de supresión de paradas, de cambios en las líneas, de retrasos injustificados; en definitiva, que demuestra día a día, la falacia propagandística en que el PP municipal ha convertido el falso consenso sobre el que, insisten ellos, se ha construido este atentado al sentido común que siguen denominando Plan de movilidad.
Metáfora que resume en cuatro ideas el mandato del PP en nuestra ciudad. Es algo inútil, pues no resuelve ningún problema de los que existían, y sobre todo, de los que ha creado la política deslabazada y sin criterio de la concejal del ramo y del alcalde. No ayuda a conectar mejor los barrios y zonas de la ciudad; no permite una mejor accesibilidad a las zonas del casco histórico, y además es una competencia burda y desleal a un sector del que comen muchas familias granadinas, como es el del taxi, injustamente tratado por el PP.
Es además, algo peligroso, como hemos tenido la desgracia de apreciar últimamente. No ofrece seguridad a los usuarios durante el proyecto, ofrece importantes defectos en los sistemas de frenada (recordar el incidente de Cuesta Alhacaba), afortunadamente sin consecuencias y carece de garantías cuando nuestras calles están mojadas por la lluvia o con cera de la Semana santa. En estos casos, la solución es fácil, cambia de itinerario sin problemas, naturalmente sin información al usuario y aquí paz y después gloria.
Se está convirtiendo en un ‘atascador’ de la vida diaria de la ciudad, pues muchas calles por donde ha de pasar no reúnen las condiciones para su tránsito, provoca innumerables retrasos en los demás medios de locomoción, y por supuesto, en los peatones que se atreven a circular por la ruta del trenecito.
En definitiva, algo inútil, algo peligroso, algo perjudicial, y algo que atasca nuestra vida diaria. Cada vez más granadinas y granadinos ven reflejadas estas características en nuestro gobierno municipal, por mucho que algunos de sus miembros se empeñen en aparecer como ajenos al mismo, avergonzados tal vez de esta deriva irracional en que el alcalde y sus fieles han metido a la ciudad, sin que se atisbe a apreciar los motivos de esta sinrazón.
El trenecito como metáfora del gobierno del PP, resume a la perfección esta recta final del mandato, que parece no acabar nunca, entre tanto despropósito y tanto oscurantismo.
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