|
MIENTRAS el Ayuntamiento de Granada
deja languidecer al Albaycín sin importarle un higo que el barrio sea o
no sea Patrimonio de la Humanidad, acaba de modificar un PGOU que lo
asesina con alevosía, y añade a un serio agravio de denegación de
auxilio otro, no menos grave, de lesa granadinidad.
Así lo cree el vecindario que anda soliviantado ante el peligro de la
reinserción del Plan Especial del barrio en el General de Ordenación
Urbana de la ciudad, al que se teme que sigan intervenciones de
apariencia descafeinada para eliminar las estrecheces de la calle
de San Juan de los Reyes, su antiguo trazado y partes del caserío y
abrirlo a grandes vehículos de viajeros y mercancías, terminando por
invertir de sobaquillo el sentido actual del tráfico hacia el
Camino del Monte, el Cerro de San Miguel, el Fargue, Jesús del Valle y
zonas aledañas con proyectos urbanísticos especulativos.
Y es que a este pedazo de arcarde bautizado, le ocurre como a la
protagonista del último film de Ang Lee (Deseo, peligro) cuya
publicidad informa de que "su pasión era su enemigo" y, si no, que se lo
pregunten a Carlos Marsá. En efecto, cada fobia, filia o antojo suyo
hacen subir el pan en nuestros hogares y son peligro seguro para la
ciudad. Así, cuando este andaluz tan universal piensa en la
Alhambra, la circuncida de escaleras, cintas y cabinas transportadoras,
todo muy zen y eso; cuando imagina la Sierra, enceguece con los fulgores
crematísticos del famoso teleférico; si se concentra en los accesos a la
capital, se empecina en destripar montañas con tuneladoras, en pos del
cierre del anillo circunvalatorio que pasará casualmente
por Jesús del Valle; y si sueña con el Cerro de san Miguel, lo ve
trufado de cuevas, antes roñosas y ahora habitadas por guiris ricos y
neorrománticos. Y cuando, por fin, se enfrenta a los problemas del
tráfico en la Carrera del Darro, tira por la calle de en medio, mata
moscas a cañonazos, pretende retranquear los embudos de San Juan
de los Reyes, libre ya de boñigas y casi de prostitución, y le embute
todo el tráfico ascendente de la zona y buena parte del peatonal, a
costa de romper alineaciones históricas y cercenar el turismo de a pie
que baja en perpendicular al río y al Paseo de los Tristes.
Y a mí sí que me tiene bajo palio la puerta de la cochera, dice
que para apuntalar (¡socorro!) el convento de Santa Inés, y se me ha ido
la gana de celebrar como pensaba los primeros cuatro años de columnista
intrépido. Menos mal que acabo de ver una entrevista a Paco Lodeiro y
descubro que él también vive por aquí. Así todos, tan cerquita de la
Alhambra. |