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EN esto
que la abuela, puso sus labios sobre la frente de la
nieta y mirándole los carrillos como amapolas,
sentenció: A esta niña le ha dado una
desipela y hay que
llevarla a la Casa de Socorro. Bajaron corriendo del
Albayzín a Granada, con cuidado de no meter las patas en
los cauchiles, y en Los
Almireceros, cogieron un coche del
punto, que sacando un
pañuelo blanco por la ventanilla, y tocando el claxon,
los dejó en el Ayuntamiento, en menos que tarda en
persignarse un cura loco. ¿Póngamela usted
güena!, dijo la abuela
entre sollozos, mientras el galeno auscultaba a la niña,
y le administraba dos tabletas de Okal, para bajarle la
fiebre, añadiendo que si no tenían en casa para por la
noche, también podían darle una de Calmante Vitaminado.
Ya de regreso al barrio, se había echado la tarde y la
abuela dijo al nieto mayor que le echara una
firmica al brasero de
cisco y picón, para que la niña no diera más tiritones,
y le entrara una jeferesía.
Con habilidad exacta en el reparto, fue dejando en cada
tazón la proporción equilibrada de aquella sopa de
maimones, la mitad de un
boniato asado previamente en el carbón, y sirvió un
jarrillo de cebada, que los presentes aprovecharon para
calentarse las manos en torno al aluminio y degustarlo
en sorbos pequeños, con especial cuidado a la ración de
la niña que era una hambrona.
Los restos no se tiraban porque servían para limpiar la
ropa negra antes de plancharla, frotándola con un
cepillo. La plancha de carbón estaba lista, pero antes
de quitar las arrugas había que pasarla por un trapo de
la plancha, para no dejar tiznones en la ropa. Con
aquella bombilla de 25 watios era un milagro ver
planchar, pero el limita
de la escalera, impedía colocar una luz de mayor
luminosidad. Mientras, el
elevador hacía posible escuchar la radio
Marconi de lámparas con su voltímetro zigzagueante.
Escuchaban en Radio Madrid,
Matilde, Perico y Periquín, con las voces de
Pedro Pablo Ayuso, Joaquín Peláez, Matilde Conesa,
Matilde Vilariño y Guillermo Sautier Casaseca. Aquella
rejilla dorada del altavoz traía los sonidos de otras
tierras, a la espera de que llegara un invento del que
todo el mundo hablaba y nadie conocía llamado
televisión. Los del Café España en Plaza Nueva esquina a
Calle Elvira habían prometido traer el primer artefacto
de aquellos que entrara en Granada para que los niños
pudiéramos ver Rintintín,
un pastor alemán sabio, con un niño con graduación de
cabo que le llamaban Rusti.
El Cagachín vendía
maholetas en la Calderería Vieja, con unos canutos de
caña verde, que si atinabas con el hueso en el cogote,
abrías un agujero como si hubieras disparado un balín
del veinte. Llevaba el gitano una correa que le daba
tres vueltas a la cintura y, a uno de sus costados, una
navaja tamaño familiar con las cachas de nácar, que era
la envidia del Sacromonte, donde nunca se le conoció
sobrio. A su lado pasa don Juan, el sobrino de don
Andrés Manjón, que a lomos de su borriquillo blanco baja
a Granada y, mientras hace sus gestiones, lo deja
paciendo en el patio de Los Hospitalicos, por la puerta
de La Placeta de San Gil, junto al kiosco de Emilio. Por
allí pasan los niños de la banda de música del Ave
María, bajo las órdenes del maestro Ayala, con sus
uniformes azules y galones plata, con la marcialidad de
siempre. A punto estuvo de reventar como un
siquitraque el que vende
los pirulines al grito de Al rico
pirulí de la Habana, que se come sin gana,
porque los probó calientes, al tiempo que se escuchó la
voz de... Se arrecortan y se
atirantan las colchonetas, niñas vamos a los higos, qué
gordos y qué durseeeeees El afilaor hizo sonar
su flauta y el lañador reparaba un lebrillo y una
sartén, sentado sobre un taburete de limpiabotas, otro
echaba unos culos de enea a doña
Paquita, mientras el trapero, cambiaba vasos y
platos por ropa vieja. Paco El
güeno, el semanero, estaba llamando a la
puerta. En el frangollo de la esquina de Elvira con
Cárcel Baja, 'Cara gato'
que en sus ratos libres hace de acomodador en el
Canuto, limpia de cocos
las lentejas y de chinos los garbanzos; los fideos se
venden al peso, mientras en la acera de enfrente, la
Guardia Civil ha cortado el paso, porque están
descargando dinero en el Banco de España, con un camión
que viene directo de la fábrica de moneda y timbre. A
punto estuvo de pillarlo el tranvía en la calle La
Colcha, cuando salía de ensayar en la Agrupación de Los
Quintero con Ramón Moreno y Gómez Sánchez-Reina por la
casa de paso. La niña seguía con
calentura y él, que estaba a su cuidado, fue un
momento al jorobaíllo,
para cambiarle los tebeos de Roberto Alcázar y Pedrín,
por los del pequeño Pantera Negra, y alquilar uno de El
Cachorro. Junto al pilar del Toro, pasaron los niños de
la inclusa, todos en fila y de la mano, con sus
uniformes de rayas y sus cabezas rapadas, para evitar
los piojos y la tiña. Cuando él llegó, le estaban dando
a la niña una untura de aguarrás por el pecho, y después
le pusieron un parche sor Virginia; la niña tosía como
una tísica. Como era lunes, subieron a la iglesia de San
José para pedir un panecillo de San Nicolás de Tolentino
y hacérselo tragar a la enferma con un
sorbico de agua del
Avellano. La criatura se tranquilizó mucho, y por eso no
le dio el mal de san Vito ,
poretica, con la fiebre, decía que veía a la
santa compaña. Entonces fue cuando la madre lo mandó a
la farmacia a por dos optalidones, porque no podía
tierar de las piernas.
Se le acercó un extranjero para preguntarle por la
Alhambra, y él salió corriendo dando voces:
Cuchusté el franchute, que me va
a dar el coñazo a mí que se vaya a su pueblo y nos deje
en paz. ¿Quién la dicho que venga? Mientras,
una reata de burros a la voz del arriero,
¿Ritóoooo, carboneeeero! ¿Echa
pallíiii voluntaaaario!, subían por San
Gregorio camino de La Cruz Verde, cargados de arena y
ladrillos para una obra. Al pasar por la puerta de la
Agrupación Lírica Francisco Alonso, escuchó la voz del
tenor Juan Manuel que ensayaba La Verbena de La Paloma,
Rafael Cardona hacía de Don Hilarión. Entonces fue
cuando recordó que a Pepica La
Sorda, la del Manolico El Cojo, los de la casa
La Lona, la han tenido que enterrar con la
caja de las ánimas. Toda
la fortuna que tenía la criatura, era su Cartón de
Pobre. ¿Cómo es mi Albayzín de mi alma! El único en el
mundo que se queja por fandangos. |