Del urbanismo y los genios

IDEAL, 15-11-2005 JOSÉ PRADOS OSUNA/

DECÍA Georges Chabot que «la mejor manera de definir la belleza de una ciudad radica en la armonía del conjunto, al igual que en toda obra arquitectónica: armonía de los edificios entre sí; armonía de las calles y plazas con las casas que las rodean, con la circulación que las anima, armonía entre la vida presente y la vida pretérita».
   Las vanguardias de las artes desde hace más de un siglo tienen por norma el desafío a toda regla, con el objetivo esencial de su impacto y ello se nota tanto en las plásticas como en sus reflejos de diseño arquitectónico o incluso en la moda del vestir y sobre ellos gira todo un sentido de adscripción al tiempo por su carácter esencialmente efímero. A veces tal concepto se encuentra íntimamente ligado al más puro sentido comercial de lo perecedero.
   Todo ello podemos observarlo en la apreciación que obtenemos de modas que lo fueron como la 'Bauhaus' de Gropius o Kandinski, el Cubismo de Picasso o Gris, etc. y de las que a pesar de los escasos años de permanencia nos parecen como si fuesen más antiguas, deterioradas y aburridas que el románico, el gótico o el renacimiento, que lucen con todo su esplendor a pesar de los años transcurridos.
  ¿No ha apreciado ningún granadino la barbaridad autorizada, consentida y olvidada de ese pequeño edificio construido recientemente junto a la Iglesia de San José y al Alminar más antiguo de la ciudad de Granada?
   ¿Y los jardines junto al Cuarto Real?
   ¿Y el edificio de La Chumbera?
   ¿Y el edificio del centro de salud de Gran Capitán, junto a la Iglesia de San Jerónimo, joya del renacimiento español?
   ¿Y el edificio del Hotel Zaida junto al Palacio de Bibataubín?
   ¿Y el edificio del antiguo Banco de Granada en esa Gran Vía plagada de desarmonía?
  ¿Y el Auditorio Manuel de Falla en el entorno de la Alhambra y los Mártires y del que nos hemos olvidado cansados de mirar su impacto horroroso?
   ¿Y la última planta del Hotel construido sobre el Convento de Santa Paula?
   ¿Y del platillo volante posado sobre la última planta del más céntrico hotel granadino?
   ¿Y de nuestra magnífica calle Reyes Católicos sembrada de microedificios horrorosos (como el de Fotomatón) que en los años 60 del siglo XX debieron ser la vanguardia del academicismo hortera?
   ¿Y ese prisma reluciente como estrella de navidad que han construido junto al Edificio de la Casa de los Patos?
   ¿A quién hemos de responsabilizar de la selección, elección y autorización de toda esa serie de actuaciones que han roto la escasa armonía de una ciudad ya destruida en su urbanismo y que casi siempre incide en la implantación de edificios de carácter vanguardista junto a monumentos históricos de estilos radicalmente distintos y que habría que haber protegido en su entorno como no se ha hecho?
   Determinadas Comisiones y sus técnicos deberían darse una vuelta por medios urbanos como el Madrid de los Austrias, Salamanca, Cáceres, etc., para apreciar lo que significa armonía y respeto para la ciudad histórica y para el ciudadano que paga y que ha de exigir de sus responsables respeto, eficacia, bien común y negarse a que el particularismo de los 'genios' se realice en el lugar adecuado con el sometimiento a las normas establecidas o a las de general aceptación, aunque se haga democráticamente y por concurso. (El concurso no garantiza el buen gusto).
   Nada que objetar sobre aquellos edificios construidos fuera del centro histórico, Palacio de Congresos, Caja Rural, El Cubo de Caja Granada. (Hasta por el olor me recuerda al Osario del Cementerio de Módena).
   Lo que no se puede hacer es convencer al incauto aduciendo grandeza de creatividad de sus obras en base a currículum y méritos academicistas. Entre otras cosas porque hoy en día el 'vitae' está deformado en su utilización por parte de los políticos, que habiéndose profesionalizado una vez acabado su periplo público, lo muestran como sustento de su meritorio paso por la política que otorga cargos no en función de la valía del sujeto, sino de su capacidad de sujeción al que manda y por tanto de traición a lo que dicen defender que son los derechos ciudadanos y en relación inversamente proporcional a su nivel ético y profesional. Un consejo: Siga Ud. la pista a los colocados en el mundo profesional que venían de la política y enseñaron 'currículo'. Que los examinen los academicistas y los auténticos profesionales, pero que, por favor, no pasen por otros tribunales, ni refuercen su sabiduría con 'papeles' en los que uno, como autor, pone lo que le da la gana.
   En cuanto a los méritos academicistas, contaminados de una visión cósmica, elitista, casi divina, fundamentalistas de una verdad científica cuyo trasfondo es una apreciación estética egoísta, ajena al mundo que le rodea, a veces conscientemente falsa, pero que les permite conectar con un mundo irreal, hecho para sí y para aislarse de lo 'pagano', olvidando que esos que son los despreciados por su bajeza intelectual son los 'paganinis', la Patria de Antonio Pascual y la mía, que se merece más respeto, más consenso, más igualdad y menos soberbia.
   No es preciso buscar en el manual de cánones ni en el vademécum de los gustos de cada uno. Es preciso que se establezcan unas normas que como las de Chabot son universalmente reconocidas y académicamente lo han sido para los estudiantes de arquitectura y urbanismo. Es preciso que los responsables de velar por el patrimonio urbanístico de esta ciudad dejen de experimentar con sus apreciaciones personales y de adoración al dionisiaco de Nietzsche y se sometan a las normas universalmente reconocidas, a pesar del genio creador del adjudicatario. ¿Se imaginan lo que hubiera sido de los Palacios de la Alhambra si Torres Balbás se las hubiese dado de espíritu creador-innovador y hubiese puesto su huevo cósmico junto a los monumentos nazaríes? Se ha hablado incluso del Palacio de Carlos V, acogiéndose al capricho del Emperador por situar su obra junto a aquellos. ¿Se imaginan Uds. si el ilustre mandatario hubiese situado ese magnífico monumento en el centro de lo que hoy en día es la Ciudad? Pues tendríamos dos obras geniales en lugar de una. El emperador no se sometió a orientaciones inexistentes en el siglo XVI. Él era el Emperador. Hoy afortunadamente están en vigor normas a las que se sometieron ciudades como París, Londres, Estrasburgo, Praga, etc. Reconstrucción escrupulosa de ciudades históricas devastadas por la Guerra como Nüremberg.
   No se trata de una cuestión puramente estética como se ha señalado. En torno a ella figuran comportamientos que demuestran un elitismo que cuando es financiado con fondos de procedencia pública exigen el respeto y el sometimiento de la originalidad y la trascendencia de la visión particular al interés público y al destino para el que se ha actuado. Sobre todo si se trabaja sobre patrimonio histórico de alto valor. El que no posea la virtud de tal apreciación debería dirigirse al mercado americano de Texas o New York, que acepta con agrado la originalidad de los genios, aunque no los entienda.