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ADÁN
el Hombre. El primer ser racional que legendariamente pisó la faz de la
tierra, el 'quid divinum' de la creación, el punto cero de la
humanidad; antes de él solo existía caos y desorden. Con él todo se
hace nuevo, no hay nada que copiar, no hay modelos, su propia
creatividad es la génesis de todas las cosas, él fabrica los patrones.
Una historia conocida por todos y que se pierde en la lejanía de los
tiempos, pero que por desgracia vemos repetirse cuando la soberbia
humana pretende ignorar la herencia de sus antecesores, lo que ya es
legado de una civilización y que, contrastado por el marchamo de los
siglos, conforma el patrimonio histórico. Actualmente convivimos con
muchos, en todos los campos, que se revisten de Adán. Véase lo hecho
por Giorgio Grassi en Sagunto.
¿Qué sentido tiene
declarar monumento nacional, o patrimonio de la humanidad, un barrio o
una obra de arte, o unas murallas? Dejo en suspenso la respuesta pues a
lo largo de estas dos semanas en las que me he dedicado a visitar
monumentos de fuera de nuestro país, (por cierto muy bien restaurados)
han llovido opiniones para todos los gustos. He repasado los periódicos
atrasados y ya no sé si hemos perdido el norte, nos lo quieren hacer
perder los que sólo se mueven por intereses o, como se dice, «los
camellos son un caballo consensuado». Compruebo que no hay un criterio
exacto para valorar ciertas cuestiones, especialmente aquellas en que el
amiguismo nos hace perder la claridad de la mirada y lo importante es
unir muchos conocidos y convencer a nuestros colegas de Colegio
Profesional, o Escuela Técnica, para que ejerzan el corporativismo,
erigiéndose en la voz de un colectivo que por cierto tiene libertad de
cátedra -y al que pertenecen académicos que han opinado públicamente
lo contrario- consensuando entre todos que la novísima Cerca de D.
Gonzalo es la mejor 'restauración' posible de la desaparecida muralla
del siglo XIV que tan sobriamente enriquece los montes norteños de
nuestra desgraciada ciudad; que las lajas rosas son lo más parecido al
adobe y que la 'tirita o apósito' que cubre la herida es más valiosa
que la genuina 'carne de muralla'. Y al pueblo, que ellos desprecian,
solo nos queda abrir la boca de asombro ante tanto sabio. Pues no.
Los arquitectos que
hemos dado en llamar divinos padecen de adanismo o, aún peor, se creen
el mismo dios creador que hace brillar la luz donde solo había
oscuridad y por eso sus obras ignoran que allí donde ellos plantan sus
agresivas originalidades las manos de otros Adanes, muchos siglos antes,
habían creado obras valiosas que merecen un respeto. Es muy necesaria
la humildad para reconocer que el monumento que se pone en sus manos está
por encima de su imaginativa obra. Con directrices conservacionistas se
ha venido actuando constantemente en los kilómetros de muralla que nos
quedan; así se hizo a partir de 1958 en el tramo entre S. Miguel y la
Abadía del Sacromonte. En 1986 se reinició la conservación de otros
tramos con los proyectos, todos respetuosos, de cuatro arquitectos del
momento. Actualmente, y ya con el régimen Autonómico Andaluz y su
Consejería de Cultura, se continuó con dichos criterios por el camino
de S. Antonio y en la Puerta de Fajalauza, planteándose siempre estas
intervenciones desde la idea de conservación y restauración, nunca con
el criterio adanista de «todo es nuevo a partir de mí, es mi muralla».
Este último concepto, grandioso en su soberbia, puede carecer del
consenso del sentido común (que suele estar en el pueblo) y devorar a
posteriori la obra y al autor de sus días, máxime cuando incrustada en
la rupturista creación aparece la centenaria muralla que, cual
cenicienta maltratada, está a punto de rendir su vida a los pies de la
nueva rica que orgullosa alardea de sus catetos mármoles.
Con los documentos
que sobre este proyecto figuran en la Delegación de Cultura podemos
apreciar que el arquitecto ejecutor comenzó desde la humildad haciendo
un proyecto básico, sencillo, respetuoso ( año 2003) reseñando que
toda la reconstrucción se hará con «materiales y métodos
tradicionales». La historia posterior ha corrido paralela a la riqueza
de los fondos, pues pasó del ladrillo al alabastro, de éste al mármol
de Macael, más tarde al granito azul de Extremadura (2004) para recalar
definitivamente en el rosa actual. El desarrollo de las reformas
proyectivas nos deja, cuando mínimo, la inseguridad en el criterio
seguido por el artífice, y ya cuando los corifeos del señor
Torrecillas nos proponen ver en los 'abujeritos', la belleza de las
celosías nazaries y en las losas grises del monte 'caminos recuperados'
en lugar de escaleras, pensamos que nos insultan por bobos e ignorantes
y pasan al ataque porque la actuación realizada no tiene otra defensa.
Con motivo de esta
polémica he tenido ocasión de conocer al señor Jiménez Torrecillas,
de hacerle patente mi sentimiento por las heridas humanas que el tema le
aporte y pedirle sinceramente que demuestre su talento con alguna
realización por la que Granada ingrese en ese circuito de ciudades en
las que el polo de atracción sea una Biblioteca de Perrault en París,
un Gugenheim de Frank Gehry, o un Palacio de las Artes firmado por
Calatrava. Nunca me he metido con el edificio Siza porque es de una
vulgaridad que no merece firma. La defensa que Jiménez Torrecillas hizo
del pasadizo de su obra me dejó atónita: «Es el sorbete de limón que
separa dos platos de una comida y los hace más digeribles. En este
caso, el sorbete que separa la ciudad antigua intramuros, de la moderna
situada a extramuros» ¿....? Muy diferente es la opinión de los
vecinos obligados a transitar por dicho pasadizo. Éste no les sugiere
el sorbete que ayuda a digerir, sino un plato en malas condiciones que
les corta la digestión cada vez que se adentran en él. Pregúntenle a
Dori, madre de familia guapa y joven que ha de llamar por el móvil a su
marido para que la espere a la salida del 'canuto', nunca dentro, por
temor a una encerrona. Y eso varias veces al día.
En fin, ya sabía
con certeza lo que iba a oír y leer, a favor y en contra, cuando me
adentré en la Muralla. Lo hice en el ejercicio de esa libertad que a
muchos, menos libres que yo, tanto les duele. Llevan razón los que me
han aconsejado viajar y a ellos les remitiría a ciudades como Berlín,
donde la modernidad deslumbra y se mima con obsesión lo antiguo,
llegando a trasladar íntegros, palacios que impedían la expansión de
la ciudad Viajar sí, pero para aprender , porque a veces, como en el
viaje a China del señor Jiménez Torrecillas, contemplar los siete mil
kilómetros de perfecta Muralla , le han servido para poco. Los chinos
veneran lo realizado por sus antepasados y poner apósitos como el que
él ha puesto lo considerarían una profanación a su memoria. Eso mismo
estará pensando Machuca respecto a lo que está perpe- trando este
arquitecto, en su Palacio de Carlos V.
Sé que las
autoridades, tanto las de la Delegación de Cultura, como las del
Ayuntamiento, en un signo de cordura, van a poner remedio a lo que nunca
debió hacerse y que en puridad no corresponde a ningún proyecto.
NOTA: Sigue en pie el ofrecimiento de cientos de granadinos dispuestos a
formar una ONG para consolidar la Muralla Nazarí, trabajando
altruistamente, en sus horas libres, dirigidos por los técnicos que la
Delegación de Cultura designe. El señor Delegado acogió en principio
nuestra propuesta, comprometiéndose a estudiarla.
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