Adanismo en la muralla

IDEAL, 18-11-2005 REMEDIOS MURILLO CUBILLAS/MUJERES POR GRANADA

ADÁN el Hombre. El primer ser racional que legendariamente pisó la faz de la tierra, el 'quid divinum' de la creación, el punto cero de la humanidad; antes de él solo existía caos y desorden. Con él todo se hace nuevo, no hay nada que copiar, no hay modelos, su propia creatividad es la génesis de todas las cosas, él fabrica los patrones. Una historia conocida por todos y que se pierde en la lejanía de los tiempos, pero que por desgracia vemos repetirse cuando la soberbia humana pretende ignorar la herencia de sus antecesores, lo que ya es legado de una civilización y que, contrastado por el marchamo de los siglos, conforma el patrimonio histórico. Actualmente convivimos con muchos, en todos los campos, que se revisten de Adán. Véase lo hecho por Giorgio Grassi en Sagunto.
   ¿Qué sentido tiene declarar monumento nacional, o patrimonio de la humanidad, un barrio o una obra de arte, o unas murallas? Dejo en suspenso la respuesta pues a lo largo de estas dos semanas en las que me he dedicado a visitar monumentos de fuera de nuestro país, (por cierto muy bien restaurados) han llovido opiniones para todos los gustos. He repasado los periódicos atrasados y ya no sé si hemos perdido el norte, nos lo quieren hacer perder los que sólo se mueven por intereses o, como se dice, «los camellos son un caballo consensuado». Compruebo que no hay un criterio exacto para valorar ciertas cuestiones, especialmente aquellas en que el amiguismo nos hace perder la claridad de la mirada y lo importante es unir muchos conocidos y convencer a nuestros colegas de Colegio Profesional, o Escuela Técnica, para que ejerzan el corporativismo, erigiéndose en la voz de un colectivo que por cierto tiene libertad de cátedra -y al que pertenecen académicos que han opinado públicamente lo contrario- consensuando entre todos que la novísima Cerca de D. Gonzalo es la mejor 'restauración' posible de la desaparecida muralla del siglo XIV que tan sobriamente enriquece los montes norteños de nuestra desgraciada ciudad; que las lajas rosas son lo más parecido al adobe y que la 'tirita o apósito' que cubre la herida es más valiosa que la genuina 'carne de muralla'. Y al pueblo, que ellos desprecian, solo nos queda abrir la boca de asombro ante tanto sabio. Pues no.
   Los arquitectos que hemos dado en llamar divinos padecen de adanismo o, aún peor, se creen el mismo dios creador que hace brillar la luz donde solo había oscuridad y por eso sus obras ignoran que allí donde ellos plantan sus agresivas originalidades las manos de otros Adanes, muchos siglos antes, habían creado obras valiosas que merecen un respeto. Es muy necesaria la humildad para reconocer que el monumento que se pone en sus manos está por encima de su imaginativa obra. Con directrices conservacionistas se ha venido actuando constantemente en los kilómetros de muralla que nos quedan; así se hizo a partir de 1958 en el tramo entre S. Miguel y la Abadía del Sacromonte. En 1986 se reinició la conservación de otros tramos con los proyectos, todos respetuosos, de cuatro arquitectos del momento. Actualmente, y ya con el régimen Autonómico Andaluz y su Consejería de Cultura, se continuó con dichos criterios por el camino de S. Antonio y en la Puerta de Fajalauza, planteándose siempre estas intervenciones desde la idea de conservación y restauración, nunca con el criterio adanista de «todo es nuevo a partir de mí, es mi muralla». Este último concepto, grandioso en su soberbia, puede carecer del consenso del sentido común (que suele estar en el pueblo) y devorar a posteriori la obra y al autor de sus días, máxime cuando incrustada en la rupturista creación aparece la centenaria muralla que, cual cenicienta maltratada, está a punto de rendir su vida a los pies de la nueva rica que orgullosa alardea de sus catetos mármoles.
   Con los documentos que sobre este proyecto figuran en la Delegación de Cultura podemos apreciar que el arquitecto ejecutor comenzó desde la humildad haciendo un proyecto básico, sencillo, respetuoso ( año 2003) reseñando que toda la reconstrucción se hará con «materiales y métodos tradicionales». La historia posterior ha corrido paralela a la riqueza de los fondos, pues pasó del ladrillo al alabastro, de éste al mármol de Macael, más tarde al granito azul de Extremadura (2004) para recalar definitivamente en el rosa actual. El desarrollo de las reformas proyectivas nos deja, cuando mínimo, la inseguridad en el criterio seguido por el artífice, y ya cuando los corifeos del señor Torrecillas nos proponen ver en los 'abujeritos', la belleza de las celosías nazaries y en las losas grises del monte 'caminos recuperados' en lugar de escaleras, pensamos que nos insultan por bobos e ignorantes y pasan al ataque porque la actuación realizada no tiene otra defensa.
   Con motivo de esta polémica he tenido ocasión de conocer al señor Jiménez Torrecillas, de hacerle patente mi sentimiento por las heridas humanas que el tema le aporte y pedirle sinceramente que demuestre su talento con alguna realización por la que Granada ingrese en ese circuito de ciudades en las que el polo de atracción sea una Biblioteca de Perrault en París, un Gugenheim de Frank Gehry, o un Palacio de las Artes firmado por Calatrava. Nunca me he metido con el edificio Siza porque es de una vulgaridad que no merece firma. La defensa que Jiménez Torrecillas hizo del pasadizo de su obra me dejó atónita: «Es el sorbete de limón que separa dos platos de una comida y los hace más digeribles. En este caso, el sorbete que separa la ciudad antigua intramuros, de la moderna situada a extramuros» ¿....? Muy diferente es la opinión de los vecinos obligados a transitar por dicho pasadizo. Éste no les sugiere el sorbete que ayuda a digerir, sino un plato en malas condiciones que les corta la digestión cada vez que se adentran en él. Pregúntenle a Dori, madre de familia guapa y joven que ha de llamar por el móvil a su marido para que la espere a la salida del 'canuto', nunca dentro, por temor a una encerrona. Y eso varias veces al día.
   En fin, ya sabía con certeza lo que iba a oír y leer, a favor y en contra, cuando me adentré en la Muralla. Lo hice en el ejercicio de esa libertad que a muchos, menos libres que yo, tanto les duele. Llevan razón los que me han aconsejado viajar y a ellos les remitiría a ciudades como Berlín, donde la modernidad deslumbra y se mima con obsesión lo antiguo, llegando a trasladar íntegros, palacios que impedían la expansión de la ciudad Viajar sí, pero para aprender , porque a veces, como en el viaje a China del señor Jiménez Torrecillas, contemplar los siete mil kilómetros de perfecta Muralla , le han servido para poco. Los chinos veneran lo realizado por sus antepasados y poner apósitos como el que él ha puesto lo considerarían una profanación a su memoria. Eso mismo estará pensando Machuca respecto a lo que está perpe- trando este arquitecto, en su Palacio de Carlos V.
   Sé que las autoridades, tanto las de la Delegación de Cultura, como las del Ayuntamiento, en un signo de cordura, van a poner remedio a lo que nunca debió hacerse y que en puridad no corresponde a ningún proyecto.
NOTA: Sigue en pie el ofrecimiento de cientos de granadinos dispuestos a formar una ONG para consolidar la Muralla Nazarí, trabajando altruistamente, en sus horas libres, dirigidos por los técnicos que la Delegación de Cultura designe. El señor Delegado acogió en principio nuestra propuesta, comprometiéndose a estudiarla.