Demolición y dimisión

REMEDIOS MURILLO/MUJERES POR GRANADA , Ideal, 18-10-2005

 

SI Granada tuviese lo que hay que tener para vivir en esta selva feroz, si quedaran aún granadinos con amor por lo que es nuestro, si fuéramos conscientes de que el dinero público, aún el europeo, lo pagamos todos y ya toca a su fin, otro futuro mejor nos aguardaría. En definitiva, si tuviésemos un poco de dignidad, mañana mismo la ciudad en pleno caminaría, en romería, cuesta arriba por el cerro del Aceituno hasta la Ermita de San Miguel; pero esta vez no sería para rezar al Santo allí venerado, sería para en un plebiscito popular, con la autoridad del voto unánime del pueblo de Granada, solemnemente, conscientes de nuestra responsabilidad ante la historia y en el ejercicio de un deber ejemplar de ciudadanía, tomásemos pieza a pieza, losa a losa y desmontáramos el paño de muralla y las indecibles (no pueden describirse con palabras) escaleras que un arquitecto, falto de todo respeto y sensibilidad, el señor Jiménez Torrecillas, piensa dejar como impronta de su oficio. Posteriormente caminaríamos a la Delegación de Cultura y exigiríamos la dimisión fulminante de toda la Comisión de Patrimonio que aprobó este y otros indecibles proyectos (léase Palacio de Carlos V, Parque del Realejo, los Córdova, etc.).
   Concretamente, en el Cerro de San Miguel, procede la demolición fulminante. Hemos malgastado un millón de euros, hemos engañado a Europa proponiendo la restauración de una muralla del siglo XIV. Hemos derrochado cientos de millones que nos eran más que necesarios, vitales, para que un señor haga su capricho de entendido. Los experimentos con gaseosa y los caprichos de autor, nunca con dinero público. Cuento ya con el insulto -¿retrógrada, analfabeta en arte, ignorante?- pero me diga lo que diga este arquitecto, yo le digo con toda la fuerza de mi indignación que lo construido por él en el Cerro del Aceituno, es un engendro.
   Esta tarde contemplaba nuestra preciosa muralla, su silueta me sugería la imagen de una majestuosa e interminable caravana de camellos sesteando, después de una dura jornada de seis siglos, al sol maravilloso de los atardeceres de Granada. Sus lomos lucían todos los tonos de la tierra, desde el siena al ocre con reflejos dorados y sus prominentes jorobas se recortaban contra el cielo limpio y azul de la ciudad. Pero ¿horror!, uno de estos camellos debió huir o sucumbir a tan larga caminata y, en esta larga hilera, alguien sin sensibilidad, algún insensato, ha cubierto su hueco con un artefacto, con un monstruo sin carne, sin huesos, sin piel... sin vida...
   Señor Jiménez Torrecillas, ¿no hay derecho! su muralla es una afrenta, un adefesio, una carísima serie de encimeras de cocina de granito rosa, (colocadas como en las estanterías de cualquier almacén) que conforman lo que los vecinos han calificado ya como 'el túnel del miedo'. Cuarenta metros de estrecho pasadizo de ochenta centímetros de ancho, que se convertirán en una trampa peligrosa e intransitable, en sala de drogas y escusado público. Eso sí, desde la ciudad, al caer la noche, vislumbraremos una serie de lucecitas que, a modo de plaga de luciérnagas, de vulgares gusanitos de luz, iluminaran los miles de agujeros que hay entre laja y laja, porque 'el invento' va iluminado en su interior. En cuanto se refiere a la descripción de las dos espantosas, larguísimas y carísimas escalinatas de losas de granito gris (de dos metros por uno treinta y dieciséis centímetros de grosor) que ascienden por el cerro con pretensiones de escalera imperial del palacio de 'Sissi' -una hacia la Cruz de la Rauda, otra hacia Fajalauza- me considero absolutamente incapaz de describir al lector el enorme impacto visual, la incredulidad y la angustia que he sentido al contemplarlas. Pido desde aquí a todos los granadinos que suban , disfruten el paraje más bonito que imaginarse puedan y den fe de lo que digo, porque si no se ve es imposible creer desatino semejante
   Hagamos un poco de historia: El día veintiocho de agosto de 1629, festividad de S. Agustín, una infernal tormenta descargó sobre Granada produciendo muchas desgracias y dando lugar al derrumbamiento de cuarenta metros de la muralla nazarí, en el lugar llamado la 'cerca de D, Gonzalo' (sí, con ese nombre se ha conocido siempre aunque a usted le sonará a chino, doña María Escudero, ex delegada de Cultura, desconocedora de Granada y defensora del proyecto moderno y no 'decimonónico' de la ciudad), porque la tradición atribuye su construcción a D. Gonzalo de Zúñiga, obispo de Jaén, (l423-1456) que estando cautivo de los moros la financió para pagar con ello su rescate. Esta leyenda está desmentida por Gómez Moreno porque dibujados en los tramos de muralla que sobrevivieron, aparecen grafías de primeros del siglo XIV, pudiendo ser su constructor otro Obispo de Jaén, Pedro Pascual que en el año mil trescientos pagó la construcción de ellas a cambio de la liberación de trescientos presos cristianos, prefiriendo él seguir cautivo hasta su muerte en este lugar. De todas formas, el pueblo sigue llamando a este paño de muralla 'Cerca de D. Gonzalo', su primitivo y legendario apodo.
   Volviendo a la época actual, veamos como comenzó el guiso para arreglar el desaguisado: El gobierno del tripartito siendo Alcalde D. José Moratalla; concejal de Urbanismo, D. Francisco Ruiz Dávila; gerente de la Fundación Albaicín, D. Rafael Pedrajas y delegada de Cultura, Dña. María Escudero, adjudican el día veintiséis de noviembre de 2002, por el procedimiento negociado (¿?) al arquitecto Jiménez Torrecillas el proyecto para la restauración del tramo desaparecido de la muralla nazarí. Antes de las elecciones municipales el gobierno del tripartito dejó aprobado el plan básico que les presentó el señor Jiménez Torrecillas.
   En julio de 2003, el nuevo gobierno municipal presidido ya por D. José Torres Hurtado, ante la necesidad de una urgente inversión de los fondos POL (Programa Operativo Local) y para evitar devolverlos, remite a la Delegación de Cultura el citado proyecto con una serie de recomendaciones y modificaciones para mejor adecuación al entorno. El día dieciocho de septiembre de 2003 la comisión de Patrimonio de la Junta de Andalucía da luz verde al proyecto en su total integridad, rechazando cualquier enmienda al mismo. El actual concejal de urbanismo y el gerente de la Fundación Albaicín se oponen rotundamente a su realización, alegando que contiene 'auténticas aberraciones' y el día ocho de noviembre de 2004 convocan a una reunión en la que participan, junto con el Ayuntamiento, los vecinos y el arquitecto; éste, se niega a admitir todas las sugerencias que se le aportan. La Delegación de Cultura de la Junta obliga a llevar a cabo íntegramente el proyecto del señor Jiménez Torrecillas demostrando, una vez más quien tiene la fuerza política. El patrimonio es sólo un pretexto.
   Yo he hablado con los vecinos, están consternados. Ocho de ellos se ven obligados a atravesar diariamente, y varias veces, este peligroso túnel. Una de las señoras me pide que le ayudemos a levantar la voz y su argumento es: «Somos pocos y pobres y nadie nos quiere escuchar, cientos de veces hemos hablado con el arquitecto, con la perita y todo ha sido inútil. Pedimos una puerta y no han querido dejarla... estamos tomando tila todas las noches, etc. etc.». Para más agravio, el trozo de autentica muralla nazarí que está sobre sus casas corre peligro de desplome pues los ocupas de las cuevas han minado los cimientos sacando los ladrillos para construir sus perreras. El valioso paño no podrá ser restaurado porque el presupuesto se ha agotado.
   Desgraciadamente, este no es más que otro episodio desastroso de los que Granada va siendo víctima perpetua. Creo llegado el momento de exigir que salgan a la luz todos los nombres de esos expertos que constituyen las comisiones que están arruinando a Granada artística y económicamente, y que conceden los permisos selectivamente según los colores políticos de los arquitectos o los Ayuntamientos.
   Parafraseando a Ángel Ganivet, diremos que la sobra de dinero, en este caso un río de millones, será la causa de que nuestros descendientes tengan motivos sobrados para despreciarnos. Una inundación arrasó nuestra preciosa muralla, un insensible arquitecto y una comisión de patrimonio, han arrasado nuestros sentimientos.
   Demos ejemplo, la verdadera muralla se cae, quizás no aguante este invierno ¿seríamos capaces de consolidarla con nuestras propias manos? Lanzo el reto a las asociaciones de vecinos, a los universitarios, a los ciudadanos en general. Regalaríamos a la ciudad unas horas de los sábados y los Domingos y nuestra reconstruida muralla sería el farallón donde se estrellaran tantos intereses inconfesables.