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LAS
malas noticias sobre el patrimonio monumental de esta ciudad en la que
vivimos, llegan siempre envueltas en papel de periódico. Previamente se
ha creado una alarma social que transcurre, tímidamente, por los hilos
telefónicos, por las conversaciones ocasionales, por las tímidas
protestas de los sin voz, de los que no se atreven a expresar su
malestar o su escándalo porque se saben indefensos antes los procelosos
males de las decisiones políticas que son las que, en definitiva y
contra cualquier sentido común, nos gobiernan. En esta ciudad, y en
otras supongo, los intereses de partido prevalecen por sobre todas las
cosas y olvidan al ciudadano, peón inútil al que sólo se acude y
halaga en los cruciales momentos de las elecciones. Es el ciudadano,
objeto siempre de cambalaches e intrigas, el gran olvidado en el
escenario que se abre después de unas elecciones municipales (o
generales), y sobre cuyas cabezas caerán las decisiones impertinentes o
desafortunadas, los atropellos sin cuento, los inquietantes desafueros
que se cuecen en los despachos de una partitocracia desafortunada y dañina.
Vivimos ahora mismo
un infortunado episodio que atenta al patrimonio sagrado de nuestra
ciudad: la intervención en la muralla árabe, la cerca de D. Gonzalo,
que trepa por el cerro de San Miguel y que sobrevuela el Sacromonte.
Manos pecadoras de un arquitecto poco sensato, ayuno de la más
elemental sensibilidad para acercarse a un monumento del siglo XIV, El
Sr. Jiménez Torrecillas, nos ha acercado al sentido común de
considerar su 'experimento' modernista como algo más que una falta de
congruencia y sensatez y sí como una falta irremediable de sentido de
la Historia y el respeto que esta debe merecernos a todos, ciudadanos y
técnicos 'divinos' que, por cierto, tienen escasos argumentos para
justificar semejante dislate. El Sr. Jiménez Torrecillas se ha manchado
las manos con argumentos (¿!) exclusivamente culinarios, ridículos y
con una indeclinable tendencia a la justificación por la 'modernidad',
y con unas tesis que no convencen a nadie. Los miembros que integramos
Mujeres por Granada sabemos muy bien de embaucadores necios que, con el
pretexto de 'lo progresista', intentan justificar lo que no tiene
argumentación posible. Todas nosotras hemos salido de las Facultades
Universitarias sabiendo qué cosas merecen respeto y cuáles no. La
intervención en la muralla no salva ni siquiera la censura de un
analfabeto, de un hombre de la calle de cultura media que sabe
distinguir perfectamente lo que es una encimera de cocina de los
elementos que conforman una construcción del siglo XIV.
Una no entiende
muchas cosas, y se pregunta varias cuestiones. ¿Cuáles son los méritos
como arquitecto conservador del Sr. Jiménez Torrecillas?
Si no los tiene, ¿cómo
la Comisión de Patrimonio puso en sus manos la rehabilitación de la
muralla? Y aún así: ¿cómo traspasó su aberrante proyecto, con todos
los parabienes de la citada Comisión, un proyecto desquiciante? ¿Quiénes
formaban parte de dicha Comisión? Queremos saber sus nombres para
incluirlos en la lista negra de los que cometen impunemente los
desafueros flagrantes y notorios que sufre, sistemáticamente, esta
ciudad. Y sobre todo, ¿dónde estaba el Concejal de Urbanismo, García
Royo, que no se obligó en ningún momento a un seguimiento exhaustivo
de lo que se estaba haciendo gracias a fondos públicos por muy europeos
que estos sean?
En fin, que los
responsables de tamaño desafuero deberían, por lo pronto, dimitir de
todos sus cargos y desde luego nosotras no vamos a cejar en nuestro empeño,
que debe ser ejemplarizante, de que ese paño de la muralla se dinamite
y desaparezca de nuestros más que perplejos ojos. Ya tuvimos bastante
con el Rey Chico, cacicada de la que no se responsabilizó nadie y que
fue consecuencia de varios Ayuntamientos de sentidos políticos
opuestos. Ya nos ha colmado la paciencia el diseño disparatado del jardín
de la Huerta de Aixa, la inoperancia en la Qubba, el palacio de los Córdoba,
el edifico Siza y ahora, como otra amenaza mortífera, las actuaciones
en el Palacio de Carlos V. ¿Hasta cuándo nos van a estar haciendo daño?
Esta ciudad respira mal, necesita oxígeno y sentido común. Y alejarse
de batallitas políticas, contubernios y capillitas de arquitectos
'divinos', intocables, que campan por sus respetos por un territorio que
nos pertenece a todos.
En fin, demasiados
responsables del desaguisado. Y en medio, junto a otros ciudadanos,
Mujeres por Granada dando ejemplo de ciudadanía responsable y
dialogante. Pero, eso sí, que nunca nos utilicen de parapeto para
componendas políticas, porque, otra cosa no, pero libres e
independientes ya hemos demostrado que lo somos.
Y, mientras tanto,
los altos próceres de la cultura de esta ciudad desgraciada, guardan un
silencio que, si no es cómplice, lo parece. ¿Dónde están las voces
ilustradas de nuestros Académicos si exceptuamos a los arquitectos, de
los Catedráticos de Arte e Historia Medieval, los profesores de la
Facultad de Bellas Artes? El silencio se expande como aceite sobre agua
de manantial. Y todos nos quedamos con la amarga sensación de que ésta
es la ciudad de los silencios.
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