La Granada incívica

Juan José Ruiz Molinero                                                Granada Hoy, 19-02-2011

LOS que a lo largo de los tiempos nos hemos referido a las diversas caras del poliedro histórico, político, cultural, social de Granada hemos tenido que repetirnos a la fuerza, porque no sólo hemos visto persistir atentados contra su belleza y su patrimonio -urbanísticos, arquitectónicos, monumentales-, sino contra su misma esencia. Hemos clamado en el desierto cuando de la Vega surgieron zonas impersonales como Recogidas o el Zaidín, cuando vimos como se desmoronaba buena parte de sus barrios históricos, como el Albaicín o el Sacromonte, cuando la catetez se apoderaba de sus reformas, de sus nuevas fuentes, plazas, rotondas, etcétera. Pero, también, hemos clamado contra la Granada incívica, a la que contribuyen los ciudadanos con su falta de respeto por mobiliario urbano, jardines, plantas o árboles. El arboricidio ha sido una manía municipal o autonómica presente en cualquier reforma, desde los talados árboles del antiguo bulevar de Calvo Sotelo, hoy Constitución, a los actuales de la Redonda donde el paso del metro va a dejar una pista desolada en una Granada desértica, propicia para las insolaciones veraniegas.

A esas manías incívicas de las autoridades enanas a las que siempre me refiero, utilizando frase de Ganivet, hay que señalar el incivismo ciudadano, hoy especialmente conformado por tribus de vándalos que con una brocha, un spray o cualquier material indeleble manchan, deterioran, marranean, ante la pasividad general, no solo monumentos o espacios protegidos, sino todos y cada uno de los rincones de la ciudad, desde barrios emblemáticos como el Albaicín a cualquier fachada, persiana de establecimientos o lugar donde estampar las huellas de sus excrementos intelectuales.

Todo estos desmanes vengo décadas denunciándolos, incluso cuando todavía estaban en sus comienzos y no eran actividad generalizada, permitida por los ayuntamientos como signo de progresista tolerancia. Cuando el problema ha llegado a estos extremos intolerables que ya se tratan a nivel nacional y hasta internacional, como ejemplo de incivilidad, llegan tarde las insuficientes ordenanzas municipales, la toma de conciencia de los organismos de la Junta, incluso las decisiones judiciales. Porque no se trata sólo de educación ciudadana, sino de necesaria represión de esas actitudes demoledoras contra los intereses colectivos y privados.

Urgen policías especializados, vigilancia exhaustiva, condenas muy severas porque Granada no debe convertirse en la ciudad nacional y mundial del incivismo, salvo que propiciemos un turismo -muchos de esos grafiteros no son indígenas- dedicado a los que desean expresar su cochambre cultural y mental en las paredes de un lugar abierto a la barbarie y a la estupidez, dejando una imagen que me niego a aceptar que represente el espíritu de la ciudad.