Yo también encerré a la vieja |
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Yo también encerré a la vieja. De piedra me quedé al enterarme que en pleno siglo XXI se siguen con las costumbres ancestrales, machistas y brutales que se usaban en los tiempos de la posguerra. Recuerdo cuando era muy niño y en mi barrio del Albayzín se hacía por carnaval una actividad que entonces me parecía muy divertida “Encerrar a la Vieja”. Los niños mayores eran los que la practicaban y yo, aun menor, ardía en deseos de participar con ellos, pero el Quini que era el jefe del barrio elegía a los que él consideraba oportunos. El juego consistía en escoger a una mujer mayor, sola e indefensa, mejor si tenía un defecto físico y aun mejor si tenía mala boca para increpar a los que le atosigaban. Nunca se elegía a una con hijos, nietos o marido por miedo a las represalias. Una vez elegida la victima, se rodeaba entre todos cogidos de la mano y se le empujaba hasta llevarla a un portal a la vez que se le cantaba: La vieja, la vieja La tía cochina, Se caga y se mea, Por las esquinas. A encerrar, la vieja, Que es una tía pelleja. La vieja, la vieja, La tía pelleja, Se tira follones Por los rincones. A encerrar la vieja, Que es una tía pelleja Por fin un año el Quini me dejó participar. Teníamos que encerrar a María la de las pipas que era una mujer sola que tenía una cesta con pipas, garbancillos, maní, caramelos, tabaco suelto y las chucherías que había en aquellos tiempos. Con ello se ganaba la vida. La rodeamos y empezamos a cantarle la copla. Los mayores la empujaban hasta hacerle caer. Entre llantos nombró a nuestros muertos y a nuestra madre acompaña de de los adjetivos que suelen usarse en estos casos. Cuando se levantó, me miró y sentí una pena inmensa que me hizo abandonar e ir a mi casa totalmente arrepentido. Cuando me vio mi madre me preguntó que qué me pasaba y yo entre sollozos le conté que había ido a encerrar a María la de la pipas la que se pone en el árbol gordo. Recuerdo la cara de mi madre, reprochándome lo que había hecho. Se quitó la zapatilla y yo que adiviné sus intenciones le gritaba: ¡Mamá con la suela no, con la suela no! Ella las pocas veces que nos pegaba a mi hermano o a mí lo hacía con el paño y así fue como me dio varios azotes. Pero lo que más me dolió fue cuando me dijo –Y ahora voy a encerrarte a ti. Así que durante una semana, en cuanto salgas de la escuela te quiero aquí sin salir para que pienses lo que has hecho. Nuestro centenario escritor, Francisco Ayala, en “El tiempo y yo, o el mundo a la espalda”. Madrid. 1992. Hace un comentario de esta tradición, de su estancia en el carmen del Albayzín, en San Gregorio Alto, al que titula, Caza de Brujas : (...) recordaré a propósito una costumbre popular que entonces existía allí y no sé si aún subsiste: la fiesta infantil de "cierra la vieja". (...) En mi tierra natal (...) salíamos armados de espada de madera e improvisados arreos militares para acorralar a cuanta vieja -esto es, bruja- hallábamos en la calle y exigirle el rescate de una moneda. (Ignorantes, por supuesto de la arcaica acepción del verbo cerrar como acometer -ya Sancho Panza no entendía el grito de "¡Santiago, y cierra España1"- corregíamos a veces el nombre de esta diversión transformándolo en "encierra la vieja"). Después de casi 50 años, la recién nombrada asociación de vecinos del Albayzin ha intentado recuperar esta tradición de encerrar la vieja aunque parece ser que este año ha sido con una persona joven que se prestó a ello. Lo que me ha parecido sorprendente es que la presidenta de la Junta de Distrito, la concejala María Dolores de la Torre, felicitara a la asociación por recuperar una vieja tradición y pedir que para el año próximo la participación sea mayor. El alcalde tendría que darle con la zapatilla, aunque fuera con el paño… Un vecino del Albayzín |