ACABO de llegar de un viaje por tierras
castellanas, junto con algunos compañeros de fatigas, y el
comentario de todos ha sido unánime: los políticos que han dirigido
el Ayuntamiento de Granada los últimos veinte años (los actuales
también) deberían pasarse unos días en Salamanca, Segovia, Toledo,
Ávila, y ver cómo se mima una ciudad a la que se quiere. Quizá, los
que vivimos en Granada, estamos tan acostumbrados a la mierda, que
cohabitamos con ella con una naturalidad porcina, con o sin gripe.
Si exceptuamos Recogidas, la Fuente de las Batallas, Reyes
Católicos, el Salón y dos o tres calles más, la mugre es parte de
nuestra idiosincrasia. Las fachadas asquerosas, los papeles por el
suelo, las innumerables pintadas, las cagadas de los perros o de sus
dueños-pies-negros, todo es un continuo despropósito. Y lo cierto es
que se puede tener una ciudad limpia y bien puesta, como lo
demuestran esas maravillas castellanas.
En Salamanca, por ejemplo, la parte nueva no desentona con el centro
histórico, y en la parte antigua no hay una pintada, pero sí algo
mucho más artístico, que son los nombres de las calles e incluso de
las casas escritos con letras semigóticas, todas iguales, en colores
acordes con los de las fachadas.
¿A qué se han dedicado los gobiernos locales de Granada en estas
décadas? ¿De qué sirve hace un carril bus en Pulianas (tiempo y
dinero inútil), si a los dos días se levanta toda la calle otra vez?
¿De qué sirve poner andamios y llevar instrumentos a la muralla
contigua al Arco de Elvira, si luego se pasa un año todo patas
arriba, sin haber rehabilitado nada? ¿Para qué se levanta la
Constitución hasta Doctor Olóriz, justito antes de las elecciones,
si el resto de la calle lleva casi dos años sin tocar, en un estado
lamentable? ¿Habrá que esperar a que haya otras elecciones? ¿Tanto
cuesta salir a la calle y ver cómo está la ciudad? ¿O es que los que
manejan las pelas para hacer todo esto se encierran todos los días
en los Mondragones y en la Plaza del Ayuntamiento y ni ven lo que
pasa?
En otras ocasiones me he referido concretamente al Albaicín, que ya
casi no tiene remedio, y podría ser la joya de España y casi de
Europa. Creo que esa guerra, por mucho que haya todavía románticos
que saquemos constantemente los fusiles, la hemos perdido
definitivamente. Pero que la ciudad entera parezca tercermundista y
recuerde a las películas del siglo XVIII, con poblaciones envueltas
en una marea de porquería interminable, es absolutamente
intolerable. Tomen nota, plis, y visiten Salamanca con papel y
lápiz.