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Un bacín para el Sacromonte Andrés Cárdenas Ideal, 18-12-2008 |
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CURRO Albaicín ha contado varias veces una
anécdota que refleja lo que era el Sacromonte en los años
cincuenta y sesenta, cuando aquel barrio carecía de la mínima
infraestructura higiénica y de red de alcantarillado. Curro se
monda de risa cuando se acuerda de lo que le pasó a la esposa
del presidente de Coca Cola en el Sacromonte. Cuenta que la dama
llegó al barrio con un hermoso abrigo de pieles y estuvo viendo
las cuevas en las que vivía la gente. Aquella señora estaba muy
interesada en saber cosas sobre aquella gente tan peculiar que
tenía una forma de vida tan distinta a la que ella tenía. Se
metió en la cueva que tenía la madre de Curro y allí degustó un
cocido de coles, que le pareció exquisito. Una hora más tarde,
ya en la sobremesa, a la mujer le entraron unas ganas enormes de
hacer de vientre. Las coles, por lo visto, habían hecho su
efecto laxante y pedían a gritos ser expulsadas del recinto que
las contenía. Y allí me tienes a aquella señora con su abrigo de
pieles corriendo de un sitio a otro buscando un lugar donde
aliviar su estómago. La madre de Curro le dio un barreño de
hojalata a modo de bacín para que la mujer hiciera sus
necesidades, que es el que tenían precisamente para esos
menesteres. La mujer se creía que el balde se lo daban para
vomitar, por eso lo rechazaba y decía con aspavientos que ella
lo que quería era un excusado.
-¡No mie osté, aquí no hay esas cosas. Pa jiñar
esto es lo que tenemos -le decía la madre de Curro ofreciéndole
el barreño.
Hasta que la señora comprendió que aquello era
mejor que nada, se subió su abrigo de pieles, se agachó y en ese
recipiente dejó al fin el mojón que la atosigaba.
Eran, como digo, los años en los que el
Sacromonte carecía de muchas cosas, pero era un atractivo para
turistas y personas dispuestas a ver algo tan genuino como
proclive los topicazos. Los niños gitanos cantaban y bailaban
delante de los guiris con la esperanza de la limosna: «Dame
'argo', señorito». Allí nacieron bailes y cantes autóctonos que
en aquella época sólo servían para entretener al visitante y que
hoy son valoradas como la verdadera expresión de un pueblo que
ha sido explotado. Y allí también iban artistas, pintores,
músicos y poetas interesados en buscar una musa para sus obras
de arte.
Pues bien, queridos lectores, aquel barrio está a
punto de fenecer. Lleva varios años en estado de coma. Ahora el
Ayuntamiento ha aprobado un nuevo plan de rehabilitación para
esta zona que tanto tiene que ver con Granada. Sin servicios y
sin infraestructura las casas-cuevas están la mayoría vacías o
llenas de 'okupas'. No sé en qué consistirá ese plan, pero debe
ir encaminado a hacer que los granadinos vuelvan a aquel barrio.
Sería una tarea ardua el relatar lo que el
Sacromonte ha aportado al acervo granadino, pero baste con decir
que allí está parte de esa esencia que conforma nuestra
historia. No dejemos que muera de un atracón de desidia, démosle
al menos un bacín para que haga sus necesidades.
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