Vivir el Albayzin 

 

Lola Ruiz Domenech                                                                                                                          Ideal, 09-02-2008

PARA entender un barrio como el Albayzín, auténtica referencia granadina, habría que empezar por denunciar la constante utilización política a la que se ve sometido por un gobierno local tan inútil como desconocedor de la verdadera identidad y de las necesidades de una población enfrentada al abandono y a una especulación galopante.

Las albaicineras no pueden afrontar los enormes gastos de rehabilitación en un barrio que se cae a pedazos y las administraciones demuestran su incapacidad para frenar el despoblamiento. Su ¿torpe? política de subvenciones está sirviendo para apoyar a los propietarios de las grandes y mejores viviendas que, con ayudas públicas, convierten edificios catalogados (prácticamente abandonados, en los que malviven, en su mayoría pensionistas) en 'bloques' de apartamentitos que, a cambio de mantenerlos o cederlos parcialmente por unos años, reciben una parte muy sustancial del valor de la obra y hasta el proyecto gratis; en vez de proceder a la expropiación por incumplimiento de los deberes de conservación contemplados en la ley.

Esta división de viviendas amplias en pequeños apartamentos, incumpliendo en bastantes ocasiones las fichas-catálogo de protección del edificio, no favorece el mantenimiento de la población ya que es imposible que se mantenga una familia en un piso de treinta metros. Está claro que este tipo de política está diseñada para inducir a vendérselas a los promotores y prepararle el desembarco en un barrio que está en el centro de la ciudad, abandonado, pero céntrico y con las archiconocidas y publicitadas vistas a la Alhambra y a la ¿vega?

Abrirle la puerta a la compra de los cármenes y los solares del barrio a los constructores, significa ampliar la oferta de suelo, ese suelo tan escaso y, a la vez, tan necesario para seguir permitiendo el círculo especulación-financiación que lleva al Ayuntamiento a proponer en el PGOU como edificables hasta las laderas calificadas de protección de vertientes de El Fargue y la fuente de la Golilla. Estos proyectos, planteados por el actual alcalde y el gobierno del PP en el PGOU, permitirán un aumento aún mayor de la especulación, del despoblamiento del barrio y sobre todo de la pérdida de un barrio Patrimonio de la Humanidad.

El PGOU pretende urbanizar 1.029.460 m2 de suelos de protección ecológica de vertientes de la carretera de Murcia (Fargue II a VIII, 3.033 viviendas, el 30% VPO). Urbanizaciones que no supondrán un aumento de la vida en la zona como ya se ha demostrado con otras existentes en la zona y sí provocarán un aumento considerable del tráfico, embotellamientos, contaminación atmosférica, acústica Por lo que se planteará la necesidad de nuevas carreteras, que traerán más casas, más ruido, más tráfico. Así indefinidamente, si no lo paramos a tiempo.

No es sólo esta la amenaza que se cierne sobre el Albayzín, también continúa la propuesta del Cierre del Anillo y la Carretera por detrás de la Abadía. Ambos casos con una clara vocación de crear 'bolsas de terreno' que cercanos a una carretera se declararán urbanizables para mayor enriquecimiento de su propietario que verá así materializado el 'pelotazo' que hace tiempo lleva esperando. Todo ello junto con el proyecto previsto en el Cerro de San Miguel que, lejos de recuperar el espacio para el disfrute de la ciudadanía, respetando, en la medida de lo posible, las viviendas-cueva allí existentes, propone la urbanización del cerro y la creación de un gran mirador, cual si del Cañón del Colorado se tratase. Un atentado más al espacio histórico granadino. En definitiva, conversión del barrio obrero solidario y participativo en el Parque Temático oportunista y generador de negocio fácil.

Lo mejor del Albayzín son los albaicineros y albaicineras, que tienen muy claro la delicada situación del barrio, pero también que quien lo ha hecho y quien lo mantiene son ellos mismos, y resisten a la especulación y a la falta de medios para arreglar sus casas, a pesar del tratamiento discriminatorio al que están sometidos en nombre de la oportunista discriminación política.

¿Tendrán que esperar mucho más para que las dos administraciones tomen conciencia de que no se puede asfixiar a un barrio y pretender presentar como solución lo que no pasa de ser una chapuza?

¿A dónde tiene que acudir la ciudadanía que mayoritariamente vive en las casillas del barrio, propias o de alquiler, para pedir subvenciones públicas que le permitan acondicionar su casa y vivir dignamente sin verse obligados a abandonarlas? ¿Cómo es posible que la población pueda hacer frente a esta escalada especulativa y a la amenaza que se cierne sobre sus viviendas y sobre su barrio?

La solución tiene que venir de la mano de una política de subvenciones justa y participativa con especial atención a personas mayores para evitarles desalojos forzosos. Los espacios públicos, hoy basureros peligrosos, deben arreglarse para que puedan ser disfrutados por la ciudadanía en vez de por las ratas.

Llevar a cabo un plan de infraestructuras definitivo (colector del Sacromonte, soterramiento de cables, etc.); el tratamiento integral de los aspectos medioambientales (ruidos, limpieza, contenedores, ocupación de vía pública, ordenación de usos, horarios, solares abandonados); control de entrada del tráfico. Construir los necesarios e imprescindible equipamientos sociales y deportivos, sobre todo en atención a las personas mayores. Promocionar de manera eficaz y contundente el comercio y la artesanía tradicional, entre otros elementos de dinamización del barrio. Junto con el impulso al flamenco y a la zambra, elementos característicos y únicos del Sacromonte, que permitirá un crecimiento adecuado y sostenible de Granada.

En definitiva, un plan de choque que devuelva al Albayzín y al Sacromonte, su antiguo sentido de barrio trabajador, artístico y patrimonial que tanto pregonan fuera, pero al que no se dignan entrar más que el día del patrón, San Cecilio, la Cruz de mayo o las fiestas. Y, sobre todo, participación ciudadana y libertad para conseguir que el Albayzín, el Sacromonte, además de Patrimonio de la Humanidad, estrella de Fitur, protagonista de especulaciones y desahucios, sujeto de cambalaches 'históricos', coartada para planes y plenos y sufridor de listillos de todo tipo que 'solo quieren lo mejor para el barrio' consiga ser un barrio libre y habitable.